Apartir de la crisis de 2009, se hizo urgente la adopción de mejores prácticas de gobierno y el reforzamiento de la regulación y supervisión bancarias. En 2009 se concretan los Acuerdos de Basilea III con el objetivo de transitar hacia modelos estandarizados que permitan evaluar el riesgo en el que incurren las entidades. La implementación de Basilea III incorpora un suplemento de conservación del capital, un búfer anticíclico, así como coeficientes de liquidez y apalancamiento.
Previo a la crisis, las prácticas financieras en Estados Unidos se guiaban —en gran parte— por modelos internos. Sin embargo, ya han comenzado a incorporar medidas que se alinean con los estándares marcados por Basilea, como la modificación en la normatividad para adoptar un coeficiente de apalancamiento mínimo de 3 por ciento.
El Índice de Capitalización (ICAP) en las instituciones de crédito mexicanas ha sido históricamente sólido; al cierre de agosto de 2014, el promedio de la Banca Múltiple fue de 15.8% y 15.3% para la Banca de Desarrollo; Bancomext cerró septiembre en 12.92%, por encima del nivel mínimo regulatorio (10.5%).
En México, Basilea III se percibe como una mejora en la regulación del sector financiero y no como consecuencia de una crisis o descapitalización. La adopción acelerada del suplemento de conservación de capital, derivó en un incremento en el ICAP mínimo regulatorio de 8 a 10.5%, y el establecimiento de medidas iniciales con respecto a los requerimientos de liquidez responde, según las autoridades, al buen momento para mantener la inercia del país, reiterando su compromiso con la estabilidad financiera interna y externa.