América Latina: la integración inconclusa
La integración económica de Latinoamérica y el Caribe lleva décadas en estado latente. Víctima de un desfase casi crónico en las tendencias ideológicas y los regímenes políticos, no ha podido concretarse fuera de los esfuerzos parciales, más o menos exitosos. Uno de los principales expertos en este tema, recientemente nombrado embajador de México en Brasil, nos habla de la historia, los retos y las oportunidades de esta integración, en momentos en que las presiones del nuevo Gobierno estadounidense parecen abrir, nuevamente, la puerta.
Por: Guillermo Máynez Gil

Desde su punto de vista, ¿cuáles son las etapas más importantes de la integración latinoamericana y cuáles son las instituciones más relevantes?

Creo que hay que hacer un reconocimiento especial, que no se ha hecho, a la creación en 1951 de la Organización de Estados Centroamericanos. Curiosamente, en ese mismo año se crea en Europa la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Se inician ahí los dos procesos más importantes de integración a nivel mundial. Yo diría que en América Latina ese es el proceso más representativo de integración, a pesar de los problemas severos que se han vivido en la región centroamericana, y sigue siendo un baluarte, incluyendo esfuerzos más recientes como la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi). La Aladi ha perdido su fuerza inicial y no tiene las mismas características, en razón de que los países miembro originales tomaron rumbos diferentes, por ejemplo el tlcan, el Mercosur o el entonces llamado Grupo Andino, que crearon sus propios compromisos y mesas de trabajo separadas de la Aladi.

Si se hace un corte para revisar cuáles han sido los saldos positivos en la integración latinoamericana, hay que ver cifras como la del comercio intrarregional, que apenas alcanza el 19% del comercio total. En comparación con las cifras de Asia, no se diga Europa, estamos muy atrás. Esto con independencia de que se hayan creado instituciones como el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe; el Grupo de Río, que fue muy importante en lo político, y recientemente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Una institución que siempre ha estado del lado de la integración y que ha sido fundamental es la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal). Desde la creación en Centroamérica del Comité de Cooperación Económica del Istmo Centroamericano (cce) a mediados de los cincuenta, la cepal ha estado detrás.

Creo, sin embargo, que el resumen no es nada positivo, y aun cuando ahora se ven algunos rasgos de acercamiento, por ejemplo, entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, seguimos sin tener esa percepción de que todos los países de la región tienen un mismo propósito con reglas comunes.

 

¿Las políticas económicas de los países han sido consistentes con la aspiración de integración de América Latina?

Todos conocemos el ejercicio que se dio en los sesenta y setenta, sobre todo gracias a la cepal, de la sustitución de importaciones. Pero independientemente de que en esa época no había una liberalización significativa ni mucho menos, sí se fueron construyendo importantes instituciones, sobre todo en el caso centroamericano, como el Consejo Monetario Centroamericano, el Banco Centroamericano de Integración Económica y el Instituto de Tecnología, que fue muy importante. Era adelantarse a los tiempos actuales. Centroamérica fue clave en la creación de instituciones; otros organismos e instituciones más recientes no han tenido la misma fuerza. Ha habido importantes iniciativas que se han convertido en realidad, como la Corporación Andina de Fomento (caf), que ha permitido financiar muchos proyectos, no solamente en la zona andina, sino también en América del Sur, Centroamérica y México, e inclusive en Jamaica y Trinidad y Tobago, además de tener de socios a Portugal y España. Quiero hacer un reconocimiento, porque México fue el primer país no andino miembro del caf. Se adelantó a todos, y ahora hay 20 países sumados a ese esfuerzo que arrancó en 1967.

 

Estos acuerdos reducidos de países latinoamericanos, ¿facilitan o dificultan la integración general de la región?

Evidentemente la reducen. Si no hay objetivos comunes y si no hay rutas de liberalización, ni avances en otras áreas como la infraestructura o el desarrollo social, difícilmente vamos a hablar de mercados con posibilidades de compra, en tanto las poblaciones no tengan los ingresos que puedan sustentar ejercicios de liberalización del comercio.

 

En la coyuntura presente, ¿cree usted que hay un ambiente propicio para la integración?

Yo creo que sí, pero siempre vemos que se unen algunos, luego se separan, y no hay condiciones [para una verdadera integración], a pesar de la creación de la Celac, que —lo quiero señalar— me parece un mecanismo político fundamental, que sustituyó al Grupo de Río, pero que no tiene tareas concretas. Por el otro lado tenemos el caso de la relación con el Caribe, que nunca ha sido sencilla ni sustantiva. La relación de América Latina con el Caribe siempre ha sido mediante apoyos financieros no recíprocos, o de cooperación técnica, pero nunca de tareas de fondo en materia de liberalización del comercio.

 

A la luz de todo esto, ¿considera que la integración sigue valiendo la pena o que hay alternativas viables a un proceso de integración generalizado?

Pienso que no las hay, aunque sigue siendo un tema. Todos los países de la región, de hecho los 193 países de Naciones Unidas, han suscrito la Agenda 2030. Si avanzáramos en esta agenda a nivel regional, estaríamos haciendo más por la integración que con la sola liberalización del comercio. Ese es el camino.

 

¿Qué lecciones debemos tomar del pasado para un posible futuro de la integración?

Desde su fundación, la cepal, además del tema de la sustitución de importaciones, que fue lo que más la caracterizó, siempre buscó echar a andar con mayor fuerza el vínculo entre el sector productivo y el sector social, y el avance del desarrollo general. No solamente es la liberalización del comercio per se, sino que, como decía, afortunadamente tenemos una Agenda 2030 que nos puede servir de ruta para ir más allá de la integración tradicional. Otro gran tema pendiente es el financiamiento. Falta mucho por hacer. Los ministros de Hacienda de la región se reúnen fundamentalmente para fijar posiciones ante terceros, pero no hay un foro regional que avance en los temas del financiamiento de la integración. Esto, a pesar de tener mecanismos como el caf o los bancos subregionales, además de una institución como el bid.

 

¿Qué papel juega España en el futuro de la integración latinoamericana, y qué tanto nos deberíamos redescubrir unos a otros?

Ese es un tema muy importante. Yo tuve oportunidad hasta hace poco de trabajar en temas de la Cooperación Iberoamericana. Los 22 países de la conferencia tienen 29 proyectos de vinculación: 14 en el área cultural, 5 en la del conocimiento y los restantes en cohesión social. Si uno analiza quiénes participan en esos programas, definidos por los propios países independientemente de su contribución a las cuotas del organismo, verá que en prácticamente todos los casos están todos los países. Creo, porque lo he vivido, que lo que contribuye de manera sustantiva a la integración latinoamericana es la Cooperación Iberoamericana.

¿Qué papel juega Portugal en todo esto?

Portugal siempre ha estado presente en los ejercicios, pero por las circunstancias, especialmente en los últimos años, sus aportaciones han caído —no así su participación en diversos programas importantes. Ahí hay una tarea que se está empezando a desarrollar y que es muy importante, la de las lenguas: cómo darle al portugués y al español una mayor relevancia en Iberoamérica. Al respecto, se ha hecho un ejercicio muy importante para analizar el valor económico del español, lo que está sirviendo de espejo para hacer lo mismo con el portugués. Si nosotros no entramos al tema de los idiomas, por ejemplo en el caso de Brasil y México, difícilmente vamos a poder avanzar más.

 

Ahora que toca el tema de Brasil, y ante su próxima encomienda como embajador, ¿cuáles considera que deben ser los papeles de México y Brasil en la integración latinoamericana?

No hay dos países en la región que puedan asumir un papel tan relevante en el impulso a la integración como Brasil y México. Si vamos a los antecedentes, cuando han decidido ir juntos, echaron a andar a la Celac. Ahora deben avanzar con el resto de los países en darle a la Celac mayores acciones específicas. Un tema que es esencial es el de la cultura, indispensable para que se refuerce la integración.

 

¿Cuáles son los retos de América Latina en el presente contexto, caracterizado por continuos cuestionamientos al libre comercio y a la multilateralidad por parte de algunos países y regiones?

Esa es la dificultad central. Siempre hemos tenido, y más en años recientes, esa diferencia de concepción y de visión ideológica. Creo que habría que volver a los principios, a que tenemos que vincular más y mejor el comercio con el resto de los temas centrales del desarrollo, y que no todo es libre comercio, que es fundamental, como en el caso de México —que posee el mayor porcentaje de comercio exterior en su pib, casi el doble que otros países, incluyendo a Brasil—, pero no es la única vía. Pienso que es por allí donde debe haber una negociación para tratar de encontrar una ruta de mayor consenso.

 

¿Cuál cree usted que sería la reacción más positiva de América Latina en su conjunto ante la actual situación geoestratégica del mundo?

Necesitamos una especie de observatorio común. Algo hace la cepal, pero creo que tenemos otros organismos de análisis que deberían sumarse. Tenemos instituciones valiosísimas, no solamente las universidades, sino también centros de investigación y de asuntos internacionales, que tendrían que reunirse y hacer un esfuerzo, dándole a cada entidad tareas específicas, ya que tienen distintas experiencias. Un análisis permanente en esta especie de observatorio del acontecer internacional y de sus efectos en la región sería muy importante.

 

¿Desea agregar algún comentario más sobre su próxima encomienda?

Solamente que la agenda bilateral México-Brasil, sin ninguna duda, es una agenda no de corto sino de mediano plazo, y que tenemos elementos y compromisos internacionales que nos llevan a pensar en una agenda con mucho más peso.