Baja California, El rostro de la modernidad
Por: Guillermo Máynez Gil

El décimo segundo estado por superficie, y décimo cuarto por población, es un estado joven, fundado apenas en 1952. Durante siglos el territorio permaneció poco poblado. La falta de vías de comunicación propició que mantuviera relaciones más estrechas con la Alta California, antes y después de la anexión forzada a los Estados Unidos, que con la capital mexicana y los estados del centro y sur. La entidad cuenta con seis municipios: la capital Mexicali, Tijuana, Ensenada, Playas de Rosarito, Tecate y San Quintín, que suman un estimado de 3.7 millones de habitantes en 2020, según CONAPO. 

 

La llegada de la modernidad industrial, comercial, tecnológica y urbana, así como la movilidad aérea y terrestre, trajeron como consecuencia un crecimiento urbano veloz: entre 1990 y 2020, su población creció a más del doble, al ser atractiva para migrantes de muchos lugares. En los sesenta, Tijuana ya tenía una identidad cultural reconocible en ambos lados de la frontera.

 

Todo su potencial se reveló con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hoy sustituido por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC); sin duda ha sido uno de los estados que más beneficios han obtenido por su privilegiada ubicación geográfica. Además de ser vecina inmediata de una entidad como California —que si fuera nación independiente, estaría entre las diez principales economías del mundo—, es un centro de industrias tan dinámicas como las tecnologías de información, medios de comunicación y espectáculos, y de una economía agrícola altamente productiva. 

 

Baja California ha estado también vinculada a Asia oriental, relación que ha aprovechado en su favor ampliamente, lo cual se nota en la presencia de inversión y habitantes de China, Japón y Corea, principalmente.

 

Además de una industria turística y hotelera considerable, a la que se añaden las colonias de estadounidenses, canadienses y de otras nacionalidades, que deciden retirarse en el estado, Baja California cuenta con notables fortalezas agropecuarias, entre las cuales destaca el ser la principal cuenca vitivinícola de México, con un reconocimiento creciente entre conocedores de todo el mundo.

 

La acelerada y estrecha integración de América del Norte, más la condición de vínculo con las pujantes economías asiáticas, ha impulsado un aumento notable en el valor agregado que se genera en las industrias manufactureras de la entidad. En efecto, Baja California ha ido dejando de ser un estado maquilador para ampliar la base de conocimiento incorporado a productos de calidad global: pantallas, artículos de electrónica avanzada, tecnología e insumos médicos, automotrices y aeroespaciales, entre otras.

 

En el plano educativo, destaca la integración con el sector productivo: una muestra de ello en un nivel avanzado es la presencia del Centro de Nanociencias y Nanotecnología de la UNAM, que además ubica allí su Instituto de Astronomía. Además de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), hay un sistema de tecnológico regionales, dos importantes centros CONACYT, un campus del IPN y muchas otras instituciones públicas y privadas.

 

Aunque la condición fronteriza ha sido fuente de crecimiento y prosperidad, no se puede soslayar que también presenta retos de gran magnitud. El crecimiento acelerado y con frecuencia desordenado, sobre todo en la zona metropolitana de Tijuana (sexta por población a nivel nacional), generó espacios para el crimen, sea organizado o no, agravado por el desarraigo y anonimato de buena parte de su población. Si bien esto suele ser común en zonas fronterizas muy transitadas (y la de Baja California es una de las más importantes del mundo en este aspecto), ello no ha impedido que el estado cuente con una sociedad civil diversa, vigorosa y dinámica, que se ha organizado para impulsar mejoras en temas cruciales como la seguridad pública, los derechos humanos y el medioambiente.

 

Un efecto positivo de la diversidad y la apertura ha sido la riqueza de manifestaciones culturales de vanguardia con que cuenta el estado. Carente de una cultura urbana colonial sólida, y por lo tanto distinta a muchos estados del centro y el sur, se trata de uno de los estados de México que miran al futuro con más ambición y creatividad. Con el renovado impulso de la integración de América del Norte, no cabe duda de que Baja California continuará siendo uno de los principales rostros de la modernidad en México y superará los retos que ello supone.

 

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