¿Qué tan estrechos considera que son los vínculos entre el desempeño económico de México y su calidad institucional?
Lo que le da fortaleza a un país, a su actividad económica y a sus condiciones sociales son las instituciones. Las personas son pasajeras, por bien que se desempeñen y por mucho que aporten; las instituciones en cambio permanecen.
Lo que por muchos años ha dado fortaleza a nuestro país son sus instituciones, particularmente cuando teníamos crecimiento sostenido y distribución del ingreso, cuando llegamos a ser un modelo entre los países que estaban desarrollándose. Se vinculaban unas con otras: sabíamos qué y para qué se hacía, cómo recurrir a ellas, cómo manejarlas para enriquecerlas.
En una plática con el entonces presidente Miguel de la Madrid, le pregunté cómo era que México había logrado no solo sostener el crecimiento, sino también atravesar por circunstancias difíciles con éxito, frente a varios países latinoamericanos que habían tenido golpes de Estado y lapsos de antidemocracia. Me contestó: “Por la fortaleza de sus instituciones”. Nunca se me ha olvidado.
Entre esas instituciones se cuenta la banca pública. ¿Qué importancia ha tenido esta en el desarrollo del país?
Desde su fundación, ha tenido un papel muy relevante al financiar el crecimiento industrial y el intercambio comercial. Fue mucho lo que la banca de desarrollo financió, con oportunidad, con valoración de riesgo, con evaluación de proyectos y seguimiento.
Los bancos de desarrollo (no solo Bancomext y Nacional Financiera sino también otros como Banpesca, el Banco Minero y el del Pequeño Comercio) se hicieron específicamente para apoyar actividades y proyectos de la producción nacional, y colocarlos a un nivel adecuado para competir hacia adentro y hacia afuera.
Nacional Financiera y Bancomext fueron pilares en el desarrollo de México y en la promoción económica del país en el resto del mundo. Se diferenciaban de la banca comercial en que tenían una cartera de proyectos que no tenía esta. Además, calibraban los resultados no exclusivamente en razón de una tasa interna de retorno, por ejemplo, sino de lo que aportaban en conjunto al crecimiento del país. Así, los grandes proyectos nacionales que dieron a México un perfil especial fueron financiados y promovidos por la banca de desarrollo.
Hay muchas experiencias del pasado que, actualizándolas, pueden ser enormemente útiles.
¿Cómo ha ayudado Bancomext a transformar la estructura productiva y económica del país?
Hubo una época en que una parte importante de los proyectos de actividades primarias y secundarias se daban gracias a que el siguiente eslabón de la cadena, que era la comercialización interna e internacional, se hacía a través de Bancomext. El banco no solo promovía el intercambio de proyectos y facilitaba la exportación: financiaba incluso la producción foránea para traer los insumos intermedios que se requerían, lo cual ayudaba a completar las cadenas productivas.
Bancomext fue un área de singular importancia, un referente indispensable, incluida su revista, cuya consulta era obligada para los economistas y para las instituciones que atendían asuntos comerciales y económicos.
Nacional Financiera y Bancomext colaboraban en lo que tenía que ver con importaciones y exportaciones. Su complementariedad era indispensable para que los proyectos produjeran.
Entre 2009 y 2010, en el Senado, usted defendió a Bancomext ante la iniciativa de fusionarlo con Nacional Financiera. ¿Cuáles fueron sus principales argumentos?
En primer lugar, destaqué que era fundamental mantener unidas las labores de promoción de las exportaciones con las de su financiamiento para impulsar la actividad económica nacional y su vinculación con el resto del mundo —una función, la de promoción, por cierto, que deberían devolverle a Bancomext.
Dije que era ilegal lo que había hecho el Gobierno porque le cercenaban al Banco la parte de promoción, por un decreto y sin modificar leyes orgánicas. Lo que dije es que se tenían que respetar esas normas y que se trataba de entidades con una cierta autonomía, con consejos de administración y sus propias leyes orgánicas. Las modificaciones, en todo caso, tenían que pasar por el Congreso, lo cual no se estaba respetando.
Intentaron que Nacional Financiera subsumiera a Bancomext: crearon una sola área de administración, por ejemplo. Pero no es lo mismo financiar proyectos de la actividad industrial que los relacionados con importaciones y exportaciones. Son actividades totalmente distintas y no tenían por qué mezclarlas, menos aún brincándose las leyes orgánicas de ambas instituciones.
Otro de mis argumentos era que no había que exigirle a la banca de desarrollo recuperar, como un banco privado, determinada tasa interna de retorno o utilidad. Aquí se tiene que medir y valorar el éxito con indicadores totalmente distintos, y no hay que mezclar una banca con otra porque sus propósitos son totalmente diferentes.
Argumenté también que se había dejado de entender la función real del financiamiento público —considerando el desarrollo del país y las características de las actividades en diferentes entidades de la República— y que pretender unir al Banco con Nacional Financiera (a la que también maltrataban) no era beneficioso para el país, sino al revés: destruía y dejaba de alimentar las actividades más importantes.
Argumentaba, finalmente, que se debía ver cómo operaban y funcionaban ambas instituciones, y si en ocasiones tenían pérdidas, entender por qué, justificarlo y recapitalizar. Es necesario tener una capitalización adecuada de las instituciones financieras, y no obligarlas a operar como banca privada ni a financiar las actividades de esta.
También hemos visto un proceso que Enrique V. Iglesias llamó “el banquicidio público”. ¿Cómo evaluaría este proceso de achicamiento e incluso de liquidación de la banca de desarrollo?
Es un error, y la consecuencia es que se dejaron de financiar actividades importantes, a las que se les ignoró porque estaban en un proceso de arranque o simplemente porque se les desconocía. Lo que ocurrió entonces es que decayeron las actividades y se perdió la oportunidad de tener grandes resultados para el país, para los productores, para la promoción de zonas económicas apartadas que no tenían la posibilidad de salir adelante. Es un enfoque que yo no comparto y que, además, ya probó su ineficacia. ¿Qué pasó? Más pobreza, mayor desigualdad, menos actividades que pudieran ser impulsadas por la banca de desarrollo.
Hay que proteger a los productores nacionales y a quienes tienen dificultades para desarrollar una actividad, por tramitología y por falta de financiamiento. Debemos analizar cuáles son las razones del bajo crecimiento del país, pero una de ellas seguramente es el bajo financiamiento. Es bajo porque se aplican criterios absurdos y no hay suficiencia de recursos ni criterios distintos para la banca de desarrollo.
¿Cuáles son los principales retos que debe enfrentar México para insertarse en la economía del conocimiento?
Reconocerlo en serio, no nada más decir “son importantísimas la ciencia y la tecnología”. ¿Y qué proporción del presupuesto se les asigna? ¿Cómo estamos preparando a los jóvenes? ¿Estamos financiando proyectos que tengan que ver con eso? ¿Cómo premiamos a los innovadores nacionales? ¿Qué tal funciona Conacyt? ¿Cómo está el financiamiento de las escuelas de nivel superior y técnico? Hechos son amores y no buenas razones.
Hay que saber cuáles son esas actividades, qué necesidades de financiamiento y presupuesto tienen, cómo activar de mejor manera instituciones de banca de desarrollo que financien con condiciones preferentes ese tipo de actividades.
Eso en términos generales, pero cuando se piensa en actividades concretas, se debe poner la atención en proyectos innovadores y darles preferencia. Si estos vienen de muchachos mexicanos, adecuemos el presupuesto y el financiamiento que deben tener el Poli, la unam y otras universidades. Es importante reconocer los proyectos desde su nacimiento, darles seguimiento y ver dónde culminan.
Esos proyectos generalmente son de mediano y largo plazos. Un asunto que frecuentemente afecta es el cortoplacismo y que no hay visión de Estado, por lo que no hay un trato, un financiamiento y un premio a esas actividades que nos puedan poner a la cabeza en la modernidad científica y tecnológica. Allí puede y debe entrar la banca de desarrollo.
¿Cuál es su opinión de la evolución reciente de Bancomext?
Convendría ampliar la autonomía de Bancomext, que tenga nuevamente su área de promoción, menos restricciones hacendarias de corte general, que se siga fortaleciendo la operación de su Consejo y, de ser el caso, una recapitalización periódica.
Considero que hay presupuesto para muchas cosas; hay que definir prioridades y volver a una planeación del desarrollo que nos diga para dónde vamos, qué sectores son preferentes, cuáles actividades son prioritarias, y dedicarnos a ellas para salir del desempleo, de la mala distribución del ingreso, de la pobreza: un país que se caracterice por atender aquello que signifique mayor bienestar para toda la población.
Hay mucha gente que, para salir adelante, necesita atención en educación, salud, promoción y financiamiento. Debemos atenderlos a ellos, para lo cual hace falta cambiar el modelo neoliberal por otro, o cuando menos matizarlo.