Canadá: oportunidades para un futuro compartido
Por: Guillermo Máynez Gil

 

Canadá, el segundo país del mundo en extensión territorial, es la décima economía del planeta por el tamaño de su PIB, a pesar de contar con un poco más de 35 millones de habitantes, lo cual refleja la productividad de su fuerza laboral. Alrededor de 80% de su población vive a menos de 150 kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Naturalmente, esta población tiene un alto grado de integración con la economía de su vecino del sur. Se trata, además, de una nación multicultural, tanto por la presencia ancestral de pueblos indígenas, como por una larga tradición, mantenida en la actualidad, de bienvenida a los inmigrantes de muchos países, destacadamente de países asiáticos. En el Índice de Percepción de Corrupción 2019, de Transparencia Internacional, Canadá aparece como el décimo segundo país con menos corrupción en el mundo.

 

La economía canadiense está altamente globalizada: es uno de los diez países en los que el comercio exterior ocupa una mayor proporción del PIB. El proceso de integración comercial y productiva con Estados Unidos comenzó en 1965, con el Acuerdo Comercial sobre Productos Automotrices, siguió en 1988 con el Acuerdo de Libre Comercio; luego el TLCAN en 1994 y ahora se perfila una nueva etapa con la eventual entrada en vigor del T-MEC.

Además, tiene una combinación virtuosa de explotación de sus abundantes recursos naturales —como los forestales, mineros y pesqueros, además de ser uno de los pocos países desarrollados que es exportador neto de energía—, con un sector manufacturero avanzado, en el que destacan las industrias automotriz y aeroespacial, así como la de maquinaria para transporte. También realiza importantes inversiones en investigación y desarrollo científico y tecnológico: en 2018 destinó a este fin 34.5 mil millones de dólares canadienses, de los cuales la mayor parte provino del sector privado y solo siete mil millones, de los gobiernos federal y provinciales.

 

Sorprendentemente, las relaciones diplomáticas formales entre Canadá y México no comenzaron sino hasta 1944, con la participación de ambas naciones en el esfuerzo Aliado durante la Segunda Guerra Mundial y una vez que se aliviaron las tensiones generadas por la expropiación petrolera mexicana de 1938. Un acontecimiento importante fue la firma, en 1974, del Memorándum de Entendimiento sobre el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT), ratificado y reformado en 1995, que permitió un incremento exponencial de trabajadores mexicanos en Canadá en condiciones de seguridad jurídica y de respeto a sus derechos. Las relaciones se han intensificado notablemente desde 1994, pero los acuerdos bilaterales no se limitan a lo comercial o a lo laboral, ya que hay más de veinte acuerdos adicionales en temas como cooperación respecto al cuidado del medioambiente, turismo, transporte aéreo, aduanas, extradición y diversos temas culturales.

 

Sin duda, el TLCAN ha nutrido el éxito de la relación comercial bilateral. Desde su entrada en vigor, el comercio bilateral ha crecido a una tasa promedio anual de 9.2%. En la última década, el comercio total con México pasó de 16 mil 545 millones de dólares estadounidenses, en 2008, a 24 mil 852 millones en 2018, manteniendo un ligero superávit comercial.

 

México exporta a Canadá, principalmente, vehículos y sus partes, así como productos agropecuarios; mientras que los productos que México importa de Canadá son similares, pero se suman los recursos minerales y energéticos.

 

También en materia de inversión, Canadá tiene una presencia destacada en México. Los 40 mil 371 millones de dólares estadounidenses de inversión extranjera directa acumulada lo ubican como la tercera fuente más importante de este tipo de recursos del país. Casi 40% de esta inversión se destina al sector minero. De la inversión total recibida por México en el rubro energético, 16% proviene de Canadá. Cinco estados concentran 55% de la inversión canadiense: Zacatecas, Ciudad de México, Chihuahua, Coahuila y Guerrero. Así, tanto en comercio como en inversión, las actividades productivas más relevantes son la producción de automóviles, la minería y las agropecuarias. Si bien la relación es sólida y creciente, es posible que haya más sectores en los que se puede encontrar más y mejores oportunidades. Lo mismo ocurre con otras áreas para la cooperación, sobre todo en el amplio marco de la Alianza México-Canadá, firmada en 2004.

 

La próxima entrada en vigor del T-MEC constituye una oportunidad inmejorable para relanzar y profundizar las relaciones entre México y Canadá, más necesarias que nunca en virtud de las nuevas realidades de la economía global y de los desafíos impuestos por la pandemia de COVID-19. Una situación crítica, sin duda, de la que buscaremos salir renovados mediante la cooperación y el fortalecimiento de las relaciones bilaterales en todos los ámbitos. En las páginas siguientes, protagonistas de los sectores público y privado abundan en aspectos específicos de la relación y revelan claves para fortalecerla.