Canadá, una relación que se construye
A 20 años de haber firmado con Canadá el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y con la aprobación en puerta del Acuerdo de Asociación Transpacífico, vale la pena revisar el estado que guarda la relación entre ambas naciones. Los avances son significativos y, sobre todo, es palpable la buena voluntad de los Gobiernos por robustecer y ampliar los acuerdos.
Por: Gerardo Ochoa Sandy

Desde 1994, junto con Estados Unidos y México, Canadá es miembro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el acuerdo comercial más importante para nuestro país a la fecha. Este tratado solo será superado en alcances tan pronto el Senado en nuestro país suscriba, al igual que el resto de los países participantes, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), cuyas negociaciones concluyeron el pasado noviembre de 2014, y en el que Canadá participa también. Es así que al menos desde hace 20 años Canadá es uno de nuestros principales socios comerciales a nivel internacional y esos vínculos se profundizarán a partir de la entrada en vigor del TPP. En lo esencial, los lazos se remontarían al inicio de las relaciones diplomáticas en 1944, y a pesar de los conflictos, algunos coyunturales, otros de más profundidad, prevalece la buena disposición por ahondarlos.

Dividido en 10 provincias y tres territorios, Canadá tiene la segunda extensión territorial a nivel mundial, luego de Rusia, y comprende casi la mitad de América del Norte. No obstante, la gran mayoría de su población, alrededor de 80% de sus 37 millones de habitantes, se ubica a menos de 150 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, entre otras causas por las adversas condiciones climatológicas del invierno, que requieren de una infraestructura urbana, disponible solo a lo largo de esa zona. No en balde es referente histórico, en la conformación de América Latina, las migraciones del norte al sur, que dieron origen a las culturas mesoamericanas. Lo ilustra también de manera simbólica el célebre path de Toronto, esa ciudad subterránea que se extiende desde las inmediaciones del lago Ontario, hacia el norte, a lo largo de siete estaciones del metro, desde Union hasta Bloor. La mayor parte de ese 80% de la población, además, se concentra en las provincias de Ontario, alrededor de 13 millones, y de Quebec, cerca de 8 millones, al sur del hemisferio este, y en una proporción menor en Columbia Británica —básicamente en Vancouver y sus alrededores— y Alberta —Calgary y Edmonton. La integración comercial con Estados Unidos es otro factor relevante.

 

Desde hace 20 años Canadá es uno de nuestros principales socios comerciales a nivel internacional y esos vínculos se profundizarán a partir de la entrada en vigor del TPP

 

Desde la perspectiva del Producto Interno Bruto (PIB), Canadá se ubica en el lugar 13 a nivel mundial, con un promedio de ingreso anual por habitante de poco más de 52 mil dólares, la tasa de desempleo es inferior a 10% y su deuda pública figura entre las más bajas de entre los países integrantes del G8. La alfabetización alcanza a 99% de la población y la educación básica, media y superior están descentralizadas, bajo la tutela directa de las provincias y los territorios. El país dedica casi 1.8% del PIB a la investigación y desarrollo de la ciencia y la tecnología, y 84% de los canadienses tienen acceso a internet. Tres cuartas partes de los canadienses se ocupan en el sector terciario, si bien el sector primario, el petróleo y la madera y los productos agrícolas y minerales en particular, destacan entre sus indicadores. En el ámbito industrial, el país sobresale asimismo en el sector automotriz y aeroespacial.

Canadá es miembro de varias de las más importantes organizaciones y tratados a nivel internacional, como el TLCAN, el TPP, la Mancomunidad de Naciones, el G8, el G20, la onu, la oea, la apec —Asia Pacific Economic Cooperation—, la OCDE y, en el ámbito de sus alianzas geopolíticas, la otan, la osce —Organization for Security and Cooperation in Europe— y el ukusa —un tratado de seguridad y operaciones de inteligencia que presiden Estados Unidos y el Reino Unido. No es poco frecuente entonces que, si bien no en la trinchera, Canadá haya apoyado algunas intervenciones armamentistas en el Medio Oriente presididas por Estados Unidos en los años recientes.

A diferencia de México, donde debido a la protección de los indígenas por parte de las órdenes religiosas, luego de la Conquista española prosperaron el mestizaje y el sincretismo lingüístico y cultural, los conquistadores en Canadá, ingleses y franceses, prefirieron, de la misma manera que sucedió en Estados Unidos, albergar a los aborígenes en reservas. Es perceptible el interés canadiense por integrar a las llamadas “First Nations” en el lenguaje político canadiense, al menos en el nivel de los actos públicos, aunque diversos sectores influyentes del país impiden el reconocimiento de la propiedad sobre sus tierras, por las importantes riquezas naturales que estarían en disputa, entre otros derechos. Los problemas de alcoholismo, pobreza y violencia, de bajo perfil en el país en su conjunto, se acrecientan justo entre los miembros de las primeras naciones. En 2015, The Truth Reconciliation Commission señaló que, ante las comunidades indígenas, ha sucedido un “genocidio cultural”.

En su origen habitado por comunidades indígenas, Canadá —“kanata”, “poblado” o “asentamiento”, en lengua iroquesa— comenzó a perfilar su rostro actual, como nación anglo-francófona, a partir de las exploraciones tanto inglesas como francesas de finales del siglo XV. En la actualidad es básicamente una nación anglocanadiense (21%) y francocanadiense (15.8%), con una relevante presencia escocesa (15.2%), irlandesa (13.9%), alemana (10.2%), así como italiana (5%), china (3.9%) y ucraniana (3.6%), junto a las aproximadamente 600 tribus originarias, reconocidas nominalmente como gobiernos, cerca de 1 millón 173 mil (3.5%).

En sus comienzos, la política migratoria canadiense no fue cordial. Lo registra Michael Ondaatje, escritor canadiense con raíces en Sri Lanka, quien alcanzó notoriedad internacional con la adaptación al cine de El paciente inglés por parte de Anthony Minghella en 1996, ganadora ese año de nueve premios Oscar, entre 12 nominaciones. En su novela In the Skin of a Lion, publicada en 1987, Ondaatje retrata, entre otros aspectos, las crueles circunstancias que enfrentaban los migrantes pobres de otros países a su llegada a Canadá. Es básicamente desde inicios de los sesenta y hasta la fecha, que la migración comenzó a darle un perfil al país. En esa década, casi 2% de una población, que entonces alcanzaba los 300 mil habitantes, pertenecía a alguna minoría, porcentaje que ascenderá, según estimaciones, a 23% para 2017. El nuevo afluente es Asia, China en primer orden, con quien Canadá tiene importantes intereses comerciales, lo cual se percibe en la tolerancia, disimulada pero palpable, en ciudades como Toronto, ante la presencia de indocumentados de ese y otros países cercanos. En la actualidad, casi 60% proviene de esa región y de Medio Oriente. Para 2030, un tercio de los canadienses pertenecerán a una minoría. Esto ubica a Canadá como el país con la tasa más alta de inmigración a nivel mundial.

El país es bilingüe, inglés y francés, si bien básicamente la población francófona se concentra en la provincia de Quebec. La designación de Ottawa como capital del país, ubicada en las fronteras entre la anglófona provincia de Ontario y la francófona provincia de Quebec, a orillas del río Ottawa, fue una decisión tomada el 31 de diciembre de 1957 por la reina Victoria, en busca de la conciliación entre Toronto y Montreal. No obstante, el orgullo lingüístico, la fortaleza económica y financiera quebequense, y la molestia por la discriminación sufrida a lo largo de la historia, han inclinado a Quebec a apostar por su independencia. La visita de Charles de Gaulle a la provincia, en 1967, azuzó los intentos separatistas que culminaron en actos terroristas y el secuestro y asesinato del ministro del Trabajo y viceprimer ministro Pierre Laporte en 1970. Para apaciguar los ánimos, las autoridades canadienses decretaron ese año al francés como lengua cooficial. El momento más álgido ocurrió a principios de los ochenta, cuando la provincia apostó por volverse un “Estado libre asociado”, pero por una diferencia mínima no pasó el referéndum. En 2006, la cámara de los comunes reconoció a Quebec como una nación dentro de una Canadá unida, una decisión simbólica conciliatoria. En 2012 la asamblea quebequense exploró nuevamente la posibilidad de otro referéndum. La aspiración sigue ahí.

 

En su origen habitado por comunidades indígenas, Canadá comenzó a perfilar su rostro actual, como nación anglo-francófona, a partir de las exploraciones tanto inglesas como francesas de finales del siglo XV

 

A lo largo de esta evolución, Quebec ha impulsado diversos programas de colaboración bilateral con otros países, paralelos a los de la autoridad federal, en busca de un sello propio a nivel internacional, donde destacan los intercambios de índole cultural y su presencia en ferias y festivales. En México, a guisa de ejemplo, Canadá fue el país invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara para la edición de 1996. Posteriormente, Quebec logró ser el invitado para la edición de 2003.

Esta dualidad nacional se refleja también en su forma de gobierno, a la vez una democracia parlamentaria local que preside un primer ministro y una monarquía constitucional que tiene como cabeza a la reina Isabel II de Inglaterra, quien ejerce como jefe de Estado a través de un gobernador general, David Johnston en la actualidad. De tal manera, si eventualmente las discusiones parlamentarias apuntan a una mayoría que votaría en contra de alguna resolución de cualquier índole que no sea vista con simpatía por la corona inglesa, la reina tiene la facultad de “disolver” o “suspender” el Congreso. En una democracia “a secas”, un suceso así ocasionaría revuelo. En Canadá, a lo más, juntan las cejas. La alternancia entre primeros ministros conservadores y liberales, a la manera norteamericana donde se alternan los Gobiernos republicanos y demócratas, expresa dualidades que conviven a nivel cotidiano y social.

Stephen Harper, líder del Partido Conservador, asumió como primer ministro en 2006, luego de más de una década de Gobiernos liberales. Su gestión, concluida a finales de 2014, relevado por el liberal Justin Trudeau, fue percibida como demasiado conservadora ante algunos aspectos que enorgullecen a los canadienses: sus políticas públicas acerca de la salud y la educación que sufrieron recortes, el programa de retiro que para una creciente parte de la población ha dejado de ser confiable y su política migratoria, que endureció las reglas para futuros migrantes e incluso acotó los derechos de canadienses que habían alcanzado tal estatus en generaciones recientes.

En realidad, la política migratoria de puertas abiertas implica una sucesión de filtros que, en el balance final, es selectiva o acaso excluyente. La edad, el nivel de estudios, el capital, la condición bilingüe inglés-francés —que no cumplen la mayoría de los canadienses pero se le exige a los aspirantes— y el cobro del doble de colegiatura en la universidades públicas —en Canadá la universidad pública no es sinónimo de gratuita— son algunos de los filtros que desmentirían la percepción de país “migrant friendly”. Hay también un organismo gubernamental que decide si una institución canadiense, pública o privada, puede contratar o no a un foráneo, de acuerdo a prioridades concretas, lo que desanima la contratación de los extranjeros.

Durante la gestión de Harper, México padeció exclusión. En el verano de 2009, Canadá impuso la visa a los mexicanos —al igual que a los ciudadanos checos— por el abuso que en efecto habían hecho numerosos connacionales del programa de refugio de ese país, propiciado, por una parte, por una regulación laxa que facilitaba el acceso al programa, tan solo demandándolo a la llegada a ese país, y por otra por un burocrático procedimiento de verificación, que toma años, lo que facilitaba su infiltración en el tejido social. La enredada legislación canadiense, adicionalmente, no facilitaba que México simplemente quedase fuera del programa de refugio, para que no afectase a los turistas, a los estudiantes y a los inversionistas nacionales que visitaban ese país, por lo que se aplicó sin excepción. En respuesta, el Gobierno de México impuso visa a los funcionarios del Gobierno canadiense. Los menos afectados fueron los campesinos mexicanos que participan en el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales, debido a la presión de los granjeros de ese país. En distintas ocasiones, el Gobierno de Harper aseguró que se buscaría una solución pero en cinco años no dio un solo paso concreto, salvo una señal en el trayecto último de su gestión, a la que luego daría marcha atrás. En un reciente encuentro con el presidente Enrique Peña Nieto, el nuevo primer ministro Justin Trudeau retomó el asunto y expresó su compromiso para dar marcha atrás a esa disposición.

El proceso migratorio ha correspondido más a la canadianización de los migrantes que a los sincretismos culturales, concediéndole a las distintas culturas una serie de festividades de carácter anual en espacios públicos, que impregnan de jolgorio las calles, plazas y espacios públicos, y su eventual agrupación en zonas urbanas, tales como —en Toronto— Little Italy, Little India, Little Corea, o las tres China Town. Los mexicanos, por su parte, han preferido dispersarse en las distintas áreas de la ciudad. Desde esta perspectiva, Canadá es más un país multirracial que multicultural, dada su búsqueda por robustecer su propia identidad, a debate entre la raíz anglófona y la raíz francófona, para diferenciarse de sus semejanzas, aceptadas o no, con Estados Unidos. No obstante, es perceptible la capacidad del ciudadano canadiense para integrar usos y costumbres de otras latitudes. Destaca el aprecio por nuestra celebración del Día de Muertos, que no perciben como una competencia con su Halloween, al punto que diversos centros culturales y museos la incluyen dentro de sus actividades anuales, y ya ni digamos la comida mexicana o Frida Kahlo.

Canadá tiene numerosas regulaciones a nivel de vida cotidiana y social, que implican penalidades altas, pero que garantizan a quienes las cumplen que la luz se verá al final del túnel, a diferencia de México, donde el cumplimiento de las normas no necesariamente es garantía de un final feliz. En el nivel de las libertades individuales Canadá puede preciarse de contar con una cultura de respeto entre unos y otros, que facilita el trato cotidiano. Las distintas razas, las variadas preferencias sexuales y la diversidad en los atuendos, conviven con gran facilidad, sobre todo en las zonas céntricas de las áreas urbanas, siempre y cuando no se alejen demasiado de sus barrios o se extiendan a las afueras. La policía, en las ocasiones en que se requiere de su intervención, suele ser respetuosa y eficiente, en general.

Ante sus vicisitudes sociales, es escaso el activismo político, y virtualmente nula la existencia de una sociedad civil. En cambio, es frecuente que su afán de expresión política aluda a lo que sucede en otros países, expresándolo dentro de sus fronteras o en su militancia en el exterior. México es, al respecto, uno de sus principales intereses. El periodismo político y social es débil, al igual que el cultural, al punto de que en sus diarios nacionales no figuren secciones ni suplementos abocados al tema, y las notas sobre la cultura y las artes aparezcan en secciones de vida y estilo.

En México, las compañías mineras canadienses son farol de su casa y oscuridad de la calle. La prensa nacional reporta con frecuencia que destruyen el medio ambiente y muestran nula atención hacia las comunidades locales, a causa de las regulaciones laxas con las cuales los Gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón alentaron sus inversiones, que no propician ni la transferencia tecnológica ni el acopio de capital. La cobertura mediática asociada a la lucha contra el crimen organizado en México es también grotesca y en ocasiones caricaturesca. Lo ejemplifica, entre muchos otros casos, el reporte de lo sucedido hace unos años en nuestro país. En 2012, el canadiense Salid Abdulasis Sabas apareció muerto a balazos en Sinaloa. La prensa canadiense arremetió contra la inseguridad en México. Tan pronto la policía local documentó que el fallecido era el vínculo entre el cártel de Sinaloa y el de Vancouver, Salid Abdulasis Sabas se convirtió en un iraquí, con pasaporte canadiense, y el tema desapareció de las noticias. Lo mismo sucedió con el reporte de la onu de 2012, “La globalización del crimen”, donde se perfila a Canadá como uno de los principales productores de drogas sintéticas para los próximos años. El canadiense tiene la convicción de que “el mal” está afuera, y no advierten los aliens que se incuban al interior. Son así, o pueden ser, provincianos, aunque tienen la convicción de ser cosmopolitas.

A pesar de estas divergencias, de no poca monta, hemos construido importantes áreas de convergencia. Desde que México y Canadá iniciaron relaciones diplomáticas los presidentes mexicanos y los primeros ministros canadienses se han reunido en más de 30 ocasiones, la primera vez durante el periodo de Adolfo Ruiz Cortines, en 1956. La entrada en vigor en 1994 del TLCAN fue quizá el paso más importante en los últimos 20 años, lo cual ha sido la base para los distintos mecanismos de colaboración suscritos desde entonces y, en consecuencia, se han incrementado los encuentros al más alto nivel: cuatro durante el sexenio de Ernesto Zedillo, 12 durante el de Vicente Fox, ocho durante el de Felipe Calderón y tres a la fecha durante la gestión de Enrique Peña Nieto.

Desde el arranque del TLCAN, el intercambio comercial creció casi nueve veces: de 4.1 mil millones de dólares (1993) a 35.4 (2012). Para el periodo enero-septiembre 2013, el comercio entre ambos países fue de 14.8 mmd, de cuyo total México exportó 7.7 e importó 7.1. Canadá es, así, el tercer socio comercial de México, después de Estados Unidos y España. También es el cuarto inversionista en México, luego de Estados Unidos, los Países Bajos y España. Entre 1993 y 2013 la inversión canadiense acumuló un total de 15.3 mmd, 4.5% del total, y se registraron 3 mil 308 empresas con inversión de ese país (5.8%). La participación canadiense en México se encuentra repartida así: la controvertida minería, 41.9%; manufacturas, 24.4%; servicios y alojamiento, 5.9%; comercio, 5.3%; servicios financieros, 4.7%; servicios inmobiliarios, 4.4%; servicios de apoyo a negocios, 3.9%; servicios profesionales científicos y tecnológicos, 3.7%, y otros, 5.8%. Por contraste, la inversión mexicana en Canadá no es tan relevante aunque en la década actual la empresa Bimbo adquirió a la Canada Bread Co. Ltd., líder en el sector, con una planta laboral de 5 mil 400 trabajadores y 25 plantas en Canadá, Estados Unidos y Reino Unido, en una transacción que alcanzó un monto de 1.8 mmd canadienses.

 

La designación de Ottawa como capital del país fue una decisión tomada el 31 de diciembre de 1957 por la reina Victoria, en busca de la conciliación entre Toronto y Montreal

 

Es también Canadá el segundo lugar de origen del turismo en México, cifra que no disminuyó sino incluso se incrementó durante el sexenio de Felipe Calderón. En 2006 un millón de canadienses visitaron México. Para 2011 la cifra alcanzó el millón y medio. No dejaba de sorprendernos, a quienes vivimos durante esa administración federal en Canadá, que el retrato de México en los medios de ese país no repercutiera en el interés turístico de los locales. La razón fue clarificándose poco a poco: los principales promotores de México como destino turístico eran los propios canadienses, quienes a su regreso compartían con sus connacionales la grata experiencia de sus viajes. En una encuesta, los canadienses señalaron que lo que más les había gustado no eran los destinos de sol y playa, una de sus preferencias, sino por encima de todo la hospitalidad. La presencia de comunidad canadiense en México, que apuesta por su retiro en nuestras tierras, es creciente en distintas regiones del país, de manera destacada San Miguel de Allende y Mazatlán.

En 2004, a 10 años del TLCAN, se suscribió la Alianza México-Canadá (AMC), que integra ocho grupos de trabajo —agro-negocios; comercio, inversión e innovación; capital humano; bosques; energía; medio ambiente; movilidad laboral y vivienda, y desarrollo urbano— con reuniones de carácter anual. Desde 2007 y cada dos años, los dos países suscriben un Plan de Acción Conjunto en torno a cuatro prioridades: economías competitivas y sustentables, protección a nacionales —derivado de los riesgos del tráfico de drogas y la migración ilegal—, contactos de persona a persona y alianzas globales y regionales.

En la más reciente reunión de la AMC, de noviembre de 2014, realizada en México, que congregó a más de 150 representantes de los sectores público y privado, se enfatizó el interés por la lucha contra el cambio climático, el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece el TPP, la generación de energías limpias y la defensa de medidas unilaterales proteccionistas contra la exportación de carne. En particular, de las negociaciones del grupo de energía se suscribió un Memorándum de Entendimiento sobre Cooperación entre la Secretaría de Energía y Manitoba Hydro International Ltd., que alentará la cooperación técnico-científica y los proyectos en áreas comunes. En tanto, derivado de los trabajos del grupo de capital humano, Conacyt y Universities Canada suscribieron el Convenio de Cooperación para el Establecimiento de un Programa Conjunto de Becas de Posgrado.

Un relieve particular en la relación bilateral tiene el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT). Iniciado en 1974, el Programa ha sido exitoso para ambas partes. El año de su arranque participaron 203 campesinos mexicanos, cifra que creció año con año, y alcanzó los 18 mil 499 para 2013, para un total acumulado de 261 mil 301 trabajadores participantes. En el PTAT, coordinado por la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, participan nueve provincias canadienses: Alberta, Columbia Británica, Isla del Príncipe Eduardo, Manitoba, Nuevo Brunswick, Nueva Escocia, Ontario, Quebec y Saskatchewan.

 

En un reciente encuentro con el presidente Enrique Peña Nieto, el nuevo primer ministro Justin Trudeau retomó el asunto de las visas exigidas a los mexicanos y expresó su compromiso para dar marcha atrás a esa disposición

 

Es Ontario la provincia con más participación, 9 mil 174 trabajadores en 2013, por encima de los 6 mil 213 trabajadores procedentes de Jamaica, nuestro competidor, ventaja mexicana que se ha mantenido durante los últimos 14 años. El Programa implica una estrecha y dedicada colaboración de los consulados mexicanos con la asociación de granjeros, agencias de viajes, el Ministerio de Recursos Humanos de Canadá, el Workplace Safety and Insurance Board y la aseguradora, entre otras instancias, ocupándose ambas partes de las condiciones laborales y la funcionalidad del Programa. Este programa es uno de los pilares de la relación bilateral e incluso es frecuente que distintos granjeros canadienses soliciten el retorno a sus granjas de trabajadores mexicanos, con nombre y apellido, contentos con la faena de nuestros connacionales.

Canadá es también, luego de Estados Unidos, el segundo país con más mexicanos, 86 mil 175, entre profesionistas, estudiantes y trabajadores temporales. Las provincias con más presencia son Ontario (31 mil 445), Quebec (20 mil 465), Columbia Británica (15 mil 950), Alberta (14 mil 747) y Manitoba (7 mil 425). A través de dos redes: la Red Global de Mexicanos Calificados —en cuatro sectores: ciencia, tecnología, investigación y academia; emprendimiento e innovación; responsabilidad social e industrias creativas (capítulos Toronto, Montreal y Ottawa)— y la Confederación de Estudiantes de Posgrado e Investigadores Mexicanos en Canadá (CEIMEXCAN), los mexicanos establecen convergencias en intereses comunes de carácter bilateral.

No ha sido fácil, pero la buena disposición de ambas partes busca sobreponerse a las contrariedades y Canadá y México apuestan por seguir construyendo una sólida colaboración.