En diversos textos especializados, es común encontrar términos como “nueva Guerra Fría” o “desacoplamiento” para describir la actual relación Estados Unidos-China. ¿Cuál es su valoración al respecto?
En primer lugar, pienso que no son términos adecuados. Durante la Guerra Fría no existía entre Estados Unidos y la Unión Soviética el reposicionamiento y el acoplamiento económico que sí existe entre China y Estados Unidos. Tampoco le llamaría Guerra Fría porque hoy en día la rivalidad no es de índole militar. Es más, ni siquiera se trata de una confrontación comercial, sino de una lucha por la supremacía en las tecnologías del futuro.
En ese sentido, Estados Unidos ha tratado de contener a China porque se rehúsa a dejarle el lugar que ha sostenido durante buena parte del siglo pasado y lo que va del actual. Sin embargo, en estos últimos cuarenta años, la naturaleza y la velocidad del desarrollo de China ha sido tal que logró evolucionar de una economía sumamente atrasada y descapitalizada a una que en estos momentos tiene uno de los índices de crecimiento más altos del mundo. Este año ha generado algo así como una tercera parte del crecimiento del PIB a nivel global, contra un 14% de Estados Unidos y un 4% de Europa, lo que marca una diferencia muy importante.
Por otra parte, China se ha enfocado en la creación y desarrollo de tecnologías del futuro, como la inteligencia artificial y la tecnología 5G, que permite una velocidad de transmisión de datos infinitamente superior a cualquier tecnología desarrollada hasta ahora. Sin el soporte tecnológico de la 5G no se puede concebir el sueño de los vehículos de conducción autónoma. China ha tenido un avance extraordinario en este ámbito y me atrevo a decir que ha tomado la delantera. Es lo que tiene muy preocupado a Estados Unidos, los avances de China han sido fuente cotidiana de disputa para la administración Trump.
El progreso de China se venía gestando desde hace tiempo. Recordemos que, durante la administración de Obama, Estados Unidos se sumó al TPP (génesis del actual Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) para convertirlo en un dique de gran alcance para contener a China. El proyecto inicial del TPP incluía a doce economías, entre ellas las cuatro más pequeñas del APEC, con el fin de crear un contrapeso a las más grandes.
Se estima que la guerra comercial y las secuelas económicas de la pandemia por la covid-19 acelerarán una reconfiguración de las cadenas globales de producción, ¿qué alcance se perfila para este proceso?
Me parece que la covid-19 aceleró los procesos en todos los sentidos. Sin embargo, este escenario de conflicto entre ambas naciones no beneficia a nadie. Derivado de la pandemia, el sistema internacional de comercio ha sufrido uno de los golpes más severos de la historia reciente, lo que la administración Trump usó como estrategia para intentar contener a China. Eso va a ser prácticamente imposible. Muchas de las agencias internacionales que analizan las economías prevén que, en 2030, China será la mayor economía del mundo. Estados Unidos, la nación con mayor preponderancia en estos momentos, debería de tener por lo tanto otra actitud y otra política exterior para dar cabida al ascenso de China y facilitar que ambas economías compartan el lugar que les corresponde.
¿Qué oportunidades y desafíos se abren para la economía mexicana en esta coyuntura internacional tan completa?
Es muy negativo que los socios comerciales más importantes de México estén confrontados. Si hubiera una escalada mayor nos veríamos forzados a tomar partido y eso no beneficiaría a nadie. Estaríamos en una posición sumamente difícil, por lo que pienso que nuestra política deberá de ser, como lo hicimos durante la Guerra Fría, no tomar partido por ninguna de las partes y desarrollar nuestra propia política de comercio con China y con Estados Unidos.
SERGIO LEY LÓPEZ
Considerando el escenario actual, ¿en qué sectores de China tendrían posibilidades de desarrollarse y fortalecerse los empresarios mexicanos?
El sector agroalimentario es el que más desarrollo ha tenido en China en los últimos años, el crecimiento de nuestras exportaciones ha sido exponencial: 18% entre 2018 y 2019. Es un país que siempre deberá importar alimentos por el poco territorio que puede dedicar a producirlos, apenas el 17% es utilizable para satisfacer la demanda nacional. En México hemos desarrollado una industria agroalimentaria de alta calidad, con estándares muy exigentes en cuanto a trazabilidad y a seguridad alimentaria. Maseca tiene una planta de tortillas y Bimbo posee un dominio sustancial en la distribución de pan en el norte de China. De la mano de estas industrias se puede abrir espacio para otras firmas del país.
Respecto del segundo sector, México tiene una producción muy alta de productos industriales, la mayor de América Latina, y China tiene la industria automotriz más grande del mundo. En 2019, su producción fue de 40 millones de unidades, cuatro veces más que Estados Unidos, el segundo país que produjo más vehículos en el mundo (9.5 millones), lo que obliga a México a formar parte de su mercado. Nuestra industria automotriz ha desarrollado productos altamente sofisticados y de alta calidad que tienen mucha demanda en el mercado chino. Empresas mexicanas de autopartes, como la empresa Nemak del Grupo Alfa, con tres plantas en China para producir monobloks de aluminio para motores de automóviles con tecnología mexicana. A las pequeñas empresas les pongo como ejemplo Válvulas Worcester, empresa que desde 1974 se estableció en China, donde produce válvulas para la industria petrolera y farmacéutica. Pero resulta indispensable que los chinos sepan qué producimos, de ahí la relevancia de participar más activamente en las ferias más importantes del país asiático.
Una acción pendiente es contar con una presencia más robusta en la feria de Shanghái para exportadores, única en el mundo, pues reúne únicamente a los fabricantes interesados en venderle a China, los productores chinos no pueden exponer ahí. Ha habido tres ediciones. En la primera tuvimos un pabellón muy digno, pero participaron pocas empresas. El año pasado no tuvimos pabellón nacional, solo uno empresarial con 55 empresas mexicanas del sector agroalimentario. Fue un gran éxito, pero no se contó con participación de empresas pertenecientes a los sectores automotor, de salud o de producción de insumos médicos, a pesar de que China es un gran consumidor de estos productos. Este año, por las condiciones sanitarias impuestas por la pandemia y la crisis económica, la mayor participación de empresarios fue virtual sin contar con un pabellón que representara a todo México.
Antes de la pandemia, los patrones de comercio internacional ya estaban cambiando hacia el comercio electrónico y la digitalización de las empresas. Mi recomendación es que más empresas se digitalicen y formen parte de las plataformas existentes para la exhibición, producción y venta de sus productos. Las grandes empresas no lo necesitan, tienen los suficientes recursos para formar parte de este cambio. Reitero, tenemos un mercado importante en China, sin embargo, los chinos deben saber qué producimos. En ese esfuerzo una ayuda del gobierno sería bienvenida. De especial relevancia es la atención que se brinda a las pequeñas y medianas empresas que, generalmente, no tienen capacidad económica para hacer estudios de mercado, ni para viajar e integrar procesos de digitalización. Debemos capacitarlas en el proceso de digitalización y enfocarnos en que distribuyan sus productos en las plataformas existentes.
CHINA SE HA ENFOCADO EN EL DESARROLLO DE TECNOLOGÍAS DEL FUTURO.
Ante esa reconfiguración de cadenas mundiales de producción, ¿arribarán a México empresas establecidas en China, tanto de ese país como de terceros? ¿Tiene información de algún movimiento reciente de este tipo?
Sería muy importante que ocurriera en la industria automotriz y con algunos de sus proveedores. Es una industria que está cambiando radicalmente: BYD, la armadora de automóviles eléctricos más grande del mundo, es china, por lo que debemos insertarnos en este nueva tendencia del sector. En el ámbito de la energía, China es el país que más ha modificado la forma de generarla. Actualmente, casi el 30% de su electricidad procede de fuentes renovables. Es otra gran oportunidad para que empresas chinas fabriquen en México y para que nosotros vayamos a China a beneficiarnos de esa tecnología.
¿Cómo podemos incrementar los flujos de inversión directa entre China y México?
Considerando que el T-MEC le impuso ciertas reglas a México, sobre todo para la industria automotriz, es necesario un censo de las empresas que proveen insumos a México. Sería conveniente invitarlas a que fabriquen aquí para cumplir con este requerimiento del T-MEC, es algo que se puede hacer de inmediato, aunque se requiere de esfuerzo, de constancia, así como de investigación y de recursos. El otro problema es la percepción de inseguridad, aunque las empresas estarían dispuestas a venir y absorber los riesgos.
¿Qué medidas podrían incrementar el contenido nacional de nuestras exportaciones?
En todos los sectores, y sobre todo en el agroalimentario, es esencial comprender el gusto del consumidor chino y producir con base en el uso que le da al producto. Es muy importante investigar el mercado al que se exporta: si es carne de res, conocer cómo se consume. Debemos adentrarnos en la cultura china, analizar a fondo cómo atender su mercado y desarrollar una industria en México que produzca para este destino e incorpore mayor valor en territorio nacional. También es importante identificar y destacar aquellos productos en los que no tenemos cabida por pertenecer a un mercado muy reducido.
¿Qué acciones realiza el COMCE para promover un mayor entendimiento entre empresas chinas y mexicanas?
Una muy importante es un programa para capacitar a pequeñas y medianas empresas en el proceso de digitalización. Hemos firmado convenios con plataformas en China para apoyar a empresas mexicanas. Otra es una colaboración con el Consejo Chino para la Promoción del Comercio Internacional (CCPIT, por sus siglas en inglés) para hacer programas conjuntos de búsqueda de inversiones y de apoyo a las empresas que quieran invertir: chinas en México y mexicanas en China. Es muy importante resaltar que nos estamos enfocando en las empresas pequeñas y medianas porque en ese conjunto de firmas se concentran las posibilidades de mayor volumen.
Conscientes de que vivimos una crisis muy fuerte a raíz del coronavirus, buscamos superarla lo mejor posible mediante la aplicación de algunos programas, aunque sean insuficientes. En el mediano plazo, regresaremos a una cierta normalidad, aunque las cosas no sean como antes. La pandemia aceleró la digitalización de las empresas y el uso del comercio electrónico como medio privilegiado para las exportaciones e importaciones.
Asimismo, hemos participado en todas las ferias, como la Cumbre Empresarial China-América Latina. Este año tuvo que ser cancelada por la covid-19, pero creo que una vez superados los efectos de la crisis estaremos en una posición sólida para recuperarnos rápidamente. Entre las economías más grandes del mundo, la única que tendrá un crecimiento positivo será China, con un 3%. Su recuperación económica está resultando verdaderamente prodigiosa, las medidas para contener la pandemia en su territorio han sido muy buenas, pese a la animadversión que la administración de Trump generó en buena parte de la población estadounidense. No solo es resultado de la organización política china, sino especialmente de su organización social. Las personas chinas que tuvieron que pasar quince días en un hotel a su regreso del extranjero asumieron, sin protestar, el costo de su hospedaje.
¿Qué tanto se conoce a México en China? ¿Cómo puede mejorar ese conocimiento?
El desconocimiento es mutuo. En México no nos hemos dado cuenta de que China dio un paso gigantesco hacia el futuro. De México tienen exactamente nuestros estereotipos sobre el país asiático: atrasado y que solo produce cosas chatarra. Hollywood ha contribuido a ello con películas sobre el tráfico de drogas; el Chapo Guzmán es uno de los personajes más conocidos en China. La mayor parte de los chinos no sabe que México es la economía más industrializada de América Latina. Nos conocen por las visitas presidenciales de China, atraídas por la tradición arqueológica mexicana. Pero nosotros no hemos llevado y mostrado allá ese activo cultural. Creo que podríamos modificar esta imagen mediante una gran campaña del poder suave de México, a través de exposiciones del calibre de la de México: esplendores de treinta siglos, que se mostró en Nueva York cuando se estaba negociando el Tratado de Libre Comercio. Gracias a ella cambió la percepción de muchos estadounidenses sobre nuestro país. Es el tipo de acciones que debemos hacer. Por supuesto, implica una cuantiosa inversión de recursos.
¿Cómo considera que evolucionará la relación México-China? ¿Qué escenarios avizora en el corto y mediano plazos?
Sin duda, como mencioné antes, China será la economía más grande del mundo. Me parece que ya establecimos una buena relación bilateral, pero debemos seguir cultivándola y haciéndola más vigorosa, pues en ello nos estamos jugando el futuro. No podemos quedar al margen.
La mano de obra china se ha encarecido porque se está empleando más el cerebro que la mano. A las empresas chinas les resultará atractivo venir a fabricar a México. Evidentemente, tendremos que darle certeza jurídica a ese proceso. Pero un aspecto muy relevante es que la parte china perciba un compromiso. Actualmente, tenemos un diálogo político muy fluido, al más alto nivel, y esto es importante para China. El presidente de México puede no tener mucha relación con el presidente de los Estados Unidos, pero los flujos económicos, culturales, sociales y de otra naturaleza entre ambos países no dejan de crecer. Para China es diferente: si no existe diálogo político al más alto nivel, lo de abajo no fluye nada. Esto tenemos que entenderlo nosotros también desde el punto de vista geopolítico y, como en tiempos de la Guerra Fría, mantener una sana distancia entre las dos superpotencias.