Ciudad de México: la metrópolis abierta y cambiante
Por: Guillermo Máynez Gil / Foto: Ignacio Galar

La Ciudad de México, antes Distrito Federal, es una entidad sui géneris. No puede ser analizada sin tomar en cuenta su enorme conurbación con el estado de México, Hidalgo, Morelos, Querétaro y Puebla, con los que mantiene tránsito e intercambios cotidianos. Centro del poder político y sede de muchas de las principales empresas y actividades culturales, la ciudad es origen de muchas tendencias nacionales, con frecuencia adquiridas gracias a su intenso cosmopolitismo. Pero también es caja de resonancia de sucesos, tendencias e iniciativas que llegan de toda la República.

Tras los sismos de 1985, la ciudad cedió los trastos al Estado de México como la entidad más poblada de la federación. Desde entonces, su número de habitantes se ha mantenido estable, con un poco menos de nueve millones. Es, desde luego, la entidad más densamente poblada, la que cuenta con el PIB per cápita más alto, alrededor de 38 mil pesos, y ocupa el primer lugar nacional en el Índice de Desarrollo Humano.

Tiene una tasa de informalidad laboral menor al promedio nacional (50 vs. 57 por ciento) y la tasa de escolaridad promedio más alta de la República, con 11.1 años para mayores de 15 años. Es decir, la ciudad cuenta con muchas ventajas competitivas para la atracción y retención de inversiones y talento.

La composición sectorial de su economía es también muy distinta de la de cualquier otra entidad: casi el 90% proviene del sector terciario, fundamentalmente comercio, finanzas y turismo. El 10% proviene del sector industrial, y menos del 1% de actividades primarias.

Esto es resultado de otro proceso, también iniciado en la década de los ochenta: la desindustrialización. Señalada por hechos tan notables como el cierre de la refinería de Azcapotzalco, e impulsada por las numerosas y graves contingencias ambientales que comenzaron a vivirse en esa época, producto de los problemas de tránsito, la mala calidad de las gasolinas, la ineficiencia de los motores y la propia actividad industrial. Aunque controvertidas en su momento, las decisiones tomadas para resolver este problema, más el avance tecnológico, han permitido mejorar la calidad del aire de la ciudad.

En cualquier caso, la ciudad vio reducida la participación de la industria, sobre todo la manufacturera, en la composición de su PIB. Si bien las actividades primarias tienen una proporción mucho menor a la de cualquier otra entidad, significan el sustento de un número considerable de familias, en particular en las demarcaciones del sur.

VISTA DEL CENTRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

La ciudad destaca en ramos como el de la construcción, donde encabeza por mucho en cuanto a unidades económicas, con mil 770, seguido por Nuevo León con mil 346. Es el segundo lugar en unidades económicas dedicadas al comercio, con casi 200 mil. En el caso de la industria manufacturera, ocupa el tercer lugar nacional, con 30 mil 934 unidades económicas, pero cabe señalar que puede haber una distorsión en la cifra, al tratarse en muchos casos de domicilios fiscales, más que de la ubicación de las plantas de producción.

La exportación de bienes, por el poco peso relativo de los sectores agropecuario y manufacturero, es menos significativa que en otras entidades. Sin embargo, Ciudad de México es el hub o centro estratégico del comercio exterior por lo que respecta a los sectores financiero, logístico, de servicios y consultoría.

Es poco probable que la ciudad se reindustrialice a gran escala, pero eso no quiere decir que no haya oportunidades para otro tipo de actividades. De alta tecnología, poco intensivas en el consumo de recursos naturales y la generación de gases invernadero o residuos, y basadas en el conocimiento. Es probable que tecnologías de última generación faciliten el establecimiento de ese tipo de manufacturas, aprovechando la disponibilidad de personal con educación superior, la presencia de universidades y centros de investigación, y la red logística foránea de la ciudad.

Es importante señalar que los mismos retos que presenta la ciudad, producto de su tamaño y densidad poblacional, pueden ser también excelentes áreas de oportunidad para empresarios innovadores y creativos. El intenso y conflictivo tránsito, la necesidad de más y mejor transporte público poco contaminante, la urgencia de vivienda formal de calidad a precios accesibles y la propia inseguridad, que demanda soluciones tecnológicas avanzadas, son áreas en las que Ciudad de México podría ser el laboratorio ideal para prevenir un crecimiento desordenado en otras áreas metropolitanas del país, algunas de las cuales tienen tasas de crecimiento aceleradas.

Estas características se ven acentuadas, como se ha dicho, por el carácter conurbado y la necesidad de encontrar soluciones a la creciente integración de facto de la periferia con los estados circunvecinos. Las fronteras jurisdiccionales, normativas e institucionales son, con frecuencia, contraproducentes para atender los problemas de zonas que funcionan cotidianamente como unidades demográficas y productivas. Mucho podría hacerse entre los sectores público, privado y social para propiciar mejores condiciones de vida y oportunidades económicas modernas en las áreas limítrofes.

En cualquier caso, Ciudad de México es y seguirá siendo uno de los polos económicos más importantes del país, a la vanguardia en muchos aspectos tecnológicos, demográficos y culturales.