La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hace 20 años estuvo acompañada de pronósticos funestos: un incremento de la inversión estadounidense en México, se advertía, provocará la pérdida de puestos de trabajo y reducirá las inversiones en Estados Unidos. Durante la campaña presidencial de 1992, esta retórica alcanzó su punto más álgido cuando H. Ross Perot afirmó que el TLCAN crearía un “enorme ruido de succión” en el momento que los empleos y los inversionistas salieran en tropel hacia la frontera sur. Dicha advertencia, no obstante, pasó por alto la posibilidad de que la inversión extranjera directa y la creación de empleos en el extranjero fueran complementarios de la inversión y la creación de empleos en el mercado doméstico; que la deslocalización1 fortaleciera la competitividad del inversionista estadounidense en el exterior (al conducir tanto a la sustitución como al mejoramiento de la actividad económica en el país de origen), y que sus efectos complementarios pudieran superar a los de sustitución.
El presente ensayo se basa en un informe que elaboramos recientemente para el Instituto Peterson, La base manufacturera de Estados Unidos: Cuatro señales de fortaleza,2 el cual presenta evidencia empírica de que la creciente deslocalización de las empresas multinacionales de manufactura —una práctica que ha sido criticada por contribuir a la pérdida de empleos domésticos— está en realidad relacionada con una mayor inversión general y un incremento del empleo en Estados Unidos. Este análisis se centra en el subconjunto de empresas estadounidenses que trasladan operaciones a México. Hemos descubierto que estas empresas utilizan sus actividades en el extranjero para complementar sus empleos, sus ventas, sus inversiones y sus exportaciones en Estados Unidos, no solo para sustituirlas. El resultado neto no ha sido una pérdida, sino un incremento en la inversión y el empleo en Estados Unidos que puede ser directamente asociado a la inversión en el extranjero.
En 2012, México ocupó apenas el vigésimo tercer lugar entre los principales países receptores de inversión extranjera directa en el mundo, pero se posicionó como el decimoprimer destino de inversión para las empresas estadounidenses. En 2011 (el año más reciente del que hay cifras disponibles), las filiales de empresas estadounidenses en México registraron ventas por 252 mil MDD en bienes y servicios, y dieron empleo a 1.3 millones de trabajadores en México.
La Gráfica 1 muestra que las empresas multinacionales estadounidenses (en adelante EME*) ha aumentado consistentemente el valor de las ventas en las últimas dos décadas, tanto en las originadas en Estados Unidos como en el caso de las realizadas por sus filiales en México. Estas últimas pasaron de 32 mil MDD en 1990 a 252 mil MDD en 2011 y mientras que en 1990 equivalían a 2.2% de las ventas originadas en Estados Unidos por parte de las EME, en 2011 ya alcanzaban el 3.6%. Tanto en el mercado doméstico como en el exterior, las ventas de las EME muestran tendencias similares con una tasa de crecimiento que varía de acuerdo con los periodos de auge o recesión económica.
La Gráfica 2 muestra las tendencias de empleo de las EME en su país y de sus filiales en México en el mismo periodo. En las filiales, el empleo aumentó de alrededor de 553 mil trabajadores en 1990 a 1.34 millones en 2011. Si en 1990 el empleo de las filiales equivalía al 3% de los puestos de trabajo creados por las EME en Estados Unidos, para 2011 esta proporción ya se ubicaba en 5.9%. Estas gráficas demuestran que el empleo de las EME en Estados Unidos y en México sigue tendencias similares, como sucede con las ventas. En el caso del empleo, la tasa de crecimiento también se encuentra asociada con los periodos de auge o recesión económica.
El comercio entre las EME en Estados Unidos y sus filiales en México también ha aumentado desde la firma del TLCAN. En la segunda mitad de los noventa, el comercio en ambas direcciones se incrementó rápidamente y estuvo cerca de alcanzar un equilibrio. Durante los primeros años de la década siguiente, el valor de las importaciones de las EME en Estados Unidos provenientes de sus filiales en México superó al de sus exportaciones hacia ellas; no obstante, la brecha comercial comenzó a disminuir en 2008 (ver la Gráfica 3).
Las EME con filiales en México operan en diversos sectores. El de mayor relevancia es el de equipos de transporte, que incluye la manufactura de automóviles. Dada la magnitud de la deslocalización por parte de la industria automotriz estadounidense, esta situación no resulta del todo sorprendente. El Cuadro enlista las 15 industrias con mayor presencia de empleo de filiales de multinacionales estadounidenses en México en 2011.
Las gráficas 1, 2 y 3 muestran que la inversión de las EME en México se ha incrementado desde la firma del TLCAN. Ahora bien, ¿dicha expansión ha tenido lugar en perjuicio de la inversión y el empleo en Estados Unidos? Para esclarecer hasta qué punto las actividades de las eme en Estados Unidos y en el extranjero se sustituyen o complementan, hemos analizado microdatos del comportamiento de empresas específicas a lo largo del tiempo. La Oficina de Análisis Económico (bea, por sus siglas en inglés) recopila información confidencial a nivel de empresa de las actividades de las EME, tanto en Estados Unidos como de sus filiales en el extranjero. Por ley, todas las empresas estadounidenses con al menos una filial de cierto tamaño mínimo deben proporcionar esta información a la bea. Estos datos nos permiten examinar qué sucede en Estados Unidos con el empleo doméstico, las ventas, las inversiones de capital y las exportaciones cuando una empresa incrementa sus actividades asociadas a la inversión extranjera directa. Evidentemente, hay otros factores que inciden en la actividad doméstica de las EME como recesiones, tendencias del sector o decisiones internas de cada empresa. Por ello, utilizamos métodos de regresión de datos de panel que nos permiten controlar esos factores y aislar la relación directa entre la expansión en el extranjero y los resultados a nivel doméstico en cada empresa.
Estos métodos utilizan datos de todas las corporaciones estadounidenses con filiales extranjeras en México. A la información de todas las EME con filiales en México le aplicamos el método de efectos fijos a nivel de empresa para examinar las variaciones de cada una de ellas través del tiempo, en lugar de comparar a una EME con otra. El método de efectos fijos mantiene constantes las particularidades de cada empresa y aísla la forma en que se modifica su nivel de empleo en Estados Unidos —así como las otras variables que examinamos— cuando aumenta su inversión extranjera directa. De esta forma, podemos controlar todas las características que definen a una empresa (por ejemplo, el sector al que pertenece, su tamaño y su poder relativo de mercado), lo que nos permite enfocarnos en la relación entre la deslocalización y las actividades domésticas de las EME.
De igual forma, utilizamos los efectos fijos anuales, una técnica que controla el impacto potencial de las recesiones y los auges económicos (aspecto particularmente importante a la luz de la grave crisis de divisas que sufrió México poco después de la firma del TLCAN). Así como el método de efectos fijos mantiene constante las peculiaridades de una empresa, el de los efectos fijos anuales mantiene constante todo aquello que fue externo a la empresa en un año determinado. La única forma de identificar realmente un efecto causal entre la actividad doméstica y la extranjera sería la de disponer al azar que algunas empresas fueran multinacionales y otras solo domésticas. Este tipo de experimento puro no es ni posible ni deseable, por lo que utilizar los métodos de efectos fijos es la segunda mejor opción. Este enfoque controla todo lo que es propio de una empresa específica y examina las variaciones en cada una de ellas a través del tiempo, en lugar de sacar conclusiones basadas en los comportamientos observados en empresas diferentes.
La Gráfica 4 resume la relación entre las actividades de las EME en Estados Unidos y México. Estos resultados se obtuvieron a partir de cifras a nivel de empresa de 1990 a 2009, por lo que abarcan a cientos de EME y sus más de mil filiales en México.
Lo primero que hay que destacar es que todos los resultados muestran un efecto positivo en la inversión y el empleo en Estados Unidos, por lo que la expansión en México de una EME se relaciona positivamente con la expansión en Estados Unidos de esa misma empresa. Así, las operaciones en el exterior de las EME son, en términos netos, complementarias de su actividad en Estados Unidos. Estos resultados son consistentes con las complementariedades que encontramos al examinar la información de todos los países que reciben inversión de las EME (Moran y Oldenski, 2014). Las EME que tienen mayores ventas contratan más trabajadores, invierten más en investigación y desarrollo, exportan más bienes e invierten más capital en México, también tienen más ventas, contratan más trabajadores, invierten más en investigación y desarrollo, exportan más bienes e invierten más capital en Estados Unidos. El mensaje general, por tanto, es que una mayor inversión en México por parte de empresas de Estados Unidos es benéfica para ambos países.
Para explicar a detalle los resultados de la Gráfica 4, debe tomarse en cuenta que las EME incluidas en la muestra dan empleo, en promedio, a 25 mil 642 trabajadores en Estados Unidos y a 1,311 trabajadores en México; por lo que un incremento de 10% en el empleo de las filiales de las EME en México equivaldría a alrededor de 131 puestos de trabajo en términos absolutos. Ahora bien, tomando el coeficiente del empleo reportado en la parte izquierda de la Gráfica, un aumento en México de esta magnitud tendría un impacto positivo de 1.3% en los puestos de trabajo de las EME en Estados Unidos o 333 empleos por EME en términos absolutos. Sin el beneficio de un análisis econométrico como el nuestro, estas correlaciones podrían quedar ocultas bajo otros eventos simultáneos como recesiones económicas, el crecimiento en Estados Unidos o cambios en el comportamiento de una industria determinada al considerar solo los datos agregados. Pero a partir de estos hallazgos queda claro que ninguna caída del nivel de ocupación de las EME en Estados Unidos se vincula con su proceso de deslocalización hacia México, pues este ejerce un efecto neto positivo sobre su nivel de actividad interno.
Estos hallazgos no cancelan la posibilidad de que la expansión de las EME en el exterior repercuta negativamente en aspectos puntuales de su actividad interna. Por el contrario, la propagación de las inversiones, del gasto en investigación y desarrollo, al igual que del comercio en general, tiende a producir una reorganización de la actividad económica al interior de Estados Unidos, México y Canadá, y entre estos países, así como al interior y entre los sectores industriales de cada país. El punto aquí es que un analista de política pública desinteresado debería concluir que el resultado agregado de la inversión extranjera directa tras la implantación del TLCAN ha sido claramente positivo para las empresas estadounidenses. Dicho de otra forma, si las actividades en el extranjero de las empresas multinacionales estadounidenses no hubieran tenido la posibilidad de aprovechar las ventajas del TLCAN, el efecto total sería el de una menor actividad económica en Estados Unidos.
Para ilustrar este punto tomemos el caso particular de la F-150 de Ford, una de las camionetas más vendidas y exitosas del mundo. Tras la puesta en marcha del TLCAN, Ford rediseñó la línea de la F-150, convirtió su planta de motores Essex en Windsor, Canadá, en el fabricante exclusivo del Tritón (un motor V8 de 5.4 litros, 32 válvulas y alto rendimiento) y eligió a la empresa immsa, de Monterrey, México, como proveedora única del chasís M450, aprovechando así el bajo costo y con la fiabilidad de la aleación de acero mexicana.
Las expectativas de Ford para defender su cuota en el mercado de camionetas, vis a vis la Tacoma de Toyota y la D-Max de Isuzu, por no mencionar la Dodge Ram de Chrysler, dependen de esta cadena de suministro integrada gracias al TLCAN. Recientemente, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz (uaw, por sus siglas en inglés) pidió la renegociación del TLCAN “para corregir los diversos problemas del acuerdo y detener el traslado de empleos bien remunerados a México”.3 Sin embargo, el destino competitivo de los trabajadores sindicalizados en las plantas ensambladoras de Ford en Estados Unidos depende, en realidad, del TLCAN.
Otros estudios anteriores apuntan a una conclusión similar. A partir de datos a nivel empresa para el periodo 1982-2004, Mihir A. Desai, C. Fritz Foley y James R. Hines (2009) muestran que el crecimiento del empleo, las remuneraciones y los activos fijos, así como de la propiedad de bienes raíces, las plantas y la maquinaria en las filiales extranjeras de las EME, está relacionado con el crecimiento doméstico de estas mismas variables. Por su parte, Lee Branstetter y Foley (2010) hallaron que las EME que invierten más en China también lo hacen más en el mercado doméstico.
De acuerdo con la evidencia general, tenemos un panorama en el que la inversión en el extranjero es un componente esencial de la estrategia de las EME para maximizar la posición competitiva de toda la corporación —una meta que impulsa a las oficinas matrices a obtener el capital necesario recurriendo a diversas fuentes alrededor del mundo. Para determinar dónde aplicará el capital y dónde emplazará la producción, los costos relativos (que incluyen salarios y prestaciones, así como las habilidades y la productividad relativas) son relevantes. Al final, sin embargo, las actividades domésticas y las operaciones en el extranjero se complementan; son parte del esfuerzo que realizan las empresas multinacionales para desplazar sus activos tangibles e intangibles de manera más productiva y rentable.
El temor de que la expansión en el extranjero conduzca a una retracción doméstica ha sido planteado en las discusiones que se están sosteniendo actualmente en Estados Unidos sobre los tratados comerciales, sobre todo el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por su siglas en inglés). No obstante, la sólida relación complementaria que hemos demostrado aquí —como lo han hecho otros estudios serios— implica que las empresas, los trabajadores y las comunidades serán probablemente los principales beneficiarios netos de acuerdos como estos que promueven la apertura de los mercados y la expansión de las inversiones.
Traducción de Emilio García Acevedo
Theodore H. Moran y Lindsay Oldenski son investigadores principales no permanentes en el Instituto Peterson.
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Bibliografía
Branstetter, L. y F. Foley, “Facts and Fallacies about US FDI in China (with apologies to Rob Feenstra)”, en R. C. Feenstra y W. Shang-Jin (Eds.), China’s Growing Role in World Trade, University of Chicago Press / National Bureau of Economic Research, Chicago, 2010.
Desai, M. A., F. Foley y J. R. Hines Jr., “Domestic Effects of the Foreign Activities of U.S. Multinationals, American Economic Journal: Economic Policy, 1 núm. 1 (febrero): 181–203, 2009.
Moran, T. H. y L. Oldenski, The US Manufacturing Base: Four Signs of Strength, Peterson Institute for International Economics Policy Brief 14-18, Washington, DC, 2014.
1 Práctica también conocida como “offshoring”.
2 The US Manufacturing Base: Four Signs of Strength.
3 La cita proviene de la página electrónica de la UAW. La decisión de Ford de reemplazar el acero por aluminio para la F-150 implicará una nueva configuración de la fuente de insumos. Disponible en http://www.uaw.org/, visitado el 2 de Julio de 2014.
“How Us Investments in Mexico Have Increased Investments and Jobs at Home,” by Lindsay Oldenski and Ted Moran Copyright © 2014 Peterson Institute for International Economics / Spanish translation Copyright © 2016 by Comercio Exterior.