Definir una agenda comercial robusta: el gran reto de México
Ante la eventual entrada en vigor del T-MEC y en el marco de la guerra arncelaria que enfrenta a Estados Unidos y China, sus principales socios, México requiere construir una estrategia robusta que le permita afianzar su posición en el mercado global y capitalizar las oportunidades que brinda un modelo de producción y exportación basado en plataformas regionales.
Por: Guillermo Máynez Gil / Retrato: Cortesía

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Todo apunta a que el T-MEC se convertirá pronto en el marco normativo del comercio entre los países de América del Norte. ¿Cuál es su balance final del TLCAN?

En términos muy amplios, el TLCAN forma parte de una estrategia de desarrollo que tomó forma en el sexenio de Carlos Salinas y a la que algunos denominamos “industrialización orientada hacia las exportaciones”. Su resultado es un proceso de polarización socioeconómica en el que solo se beneficiaron grupos reducidos de hogares, empresas y entidades federativas, particularmente aquellos estrechamente vinculados a productos y procesos de exportación. Desde la perspectiva de la endogeneidad territorial (un concepto que he venido desarrollando durante décadas para estudiar la forma en que los distintos territorios se integran a los encadenamientos mercantiles globales) se observa que el grueso del aparato productivo nacional —sobre todo las pequeñas, medianas y microempresas, desde Ciudad de México y hacia el sur del país— no solo se rezagó, sino que fue desplazado por la competencia.

 

Ahora, en 2020, el TLCAN juega un papel cada vez menos relevante. En el último año y medio prevaleció la sensación de que, si no se renegociaba exitosamente, la consecuencia sería una crisis del aparato productivo mexicano. Eso, empíricamente, es cuestionable. En 2019, las importaciones agregadas de Estados Unidos pagaron un arancel menor a 1.5% en promedio y, en el caso de las provenientes de México, uno de 0.11%.

 

Entonces, con o sin tratado, muy pocos segmentos de cadenas globales de valor se verían afectados. El principal problema para México es la falta de integración de nuestras exportaciones a la dinámica productiva del grueso del aparato productivo nacional.

 

¿Puede considerarse a China como el cuarto integrante del TLCAN? ¿Qué impacto tuvo la irrupción del gigante asiático en el comercio dentro y fuera TLCAN?

El impacto es muy significativo, al punto que la historia del TLCAN puede claramente dividirse en dos períodos: el primero, desde su arranque y hasta el inicio del presente siglo y, el segundo, a partir de noviembre de 2001 cuando China ingresa a la OMC. La primera fase es de crecimiento de las inversiones y del comercio al interior del TLCAN; en la segunda, China se convierte en el principal socio comercial de Estados Unidos, desplazando a Canadá y a México, y ocupa la segunda posición en cuanto al comercio total con estos dos últimos países.

 

China irrumpe de manera muy importante en la dinámica comercial del TLCAN. Si bien es cierto que el coeficiente de comercio al interior de Norteamérica aumenta de 40 a 47 por ciento en los primeros años del TLCAN, para 2018 retrocede a niveles inferiores a los de 1994; particularmente como resultado de la creciente participación de China. Se observa que en la segunda fase hay una profunda desintegración comercial del TLCAN.

 

¿Cómo evolucionó el comercio entre México y China durante la vigencia del TLCAN?

Desde 2003, China se convierte en el segundo socio comercial de México. Entre 2003 y 2019, el comercio de México con China, como proporción de su comercio total, pasó de menos de 3 a 10 por ciento. Es una relación comercial sui generis: en 2018 la relación importaciones-exportaciones con China fue de 11 a 1. ¿Dónde se concentran las principales importaciones mexicanas que provienen de China? Electrónica, automotriz, una gran cantidad de manufacturas ligeras y, cada vez más, bienes de capital.

 

El comercio mundial parece organizarse cada vez más a partir de bloques regionales. ¿Cómo impacta esta tendencia al comercio entre México y China?

Los flujos comerciales experimentan cambios muy significativos a partir de la guerra comercial iniciada por Trump y hasta hace unas cuantas semanas. En 2019, a diferencia de las dos fases del TLCAN que ya mencioné, México se convierte en el principal socio comercial de Estados Unidos. Este hecho insólito y relevante, obedece sobre todo al desplome del comercio estadounidenses con China. Si  entre 2016 y 2017, más de 16% del comercio total de Estados Unidos se realizaba con China, en 2019 la proporción cae a 13%. Dado que el comercio con México se mantuvo relativamente constante,  nuestro país desplaza a China como socio comercial número uno de Estados Unidos.

 

Desgraciadamente, en las últimas dos décadas las autoridades no han tomado consciencia de la enorme oportunidad que representa para México esta nueva relación triangular con Estados Unidos y China. Creemos que podemos atender la relación bilateral con China a veces sí y a veces no. Los gobiernos mexicanos no han hecho lo suficiente para promover un mayor acercamiento con el gigante asiático. Se carece de una estrategia consistente que fije el rumbo para el corto y el largo plazos, para el comercio y las inversiones.

 


ENRIQUE DUSSEL PETERS

 

¿Ve factible que México se mantenga como el principal socio comercial de Estados Unidos?

Depende básicamente del rumbo que tome la relación comercial entre Estados Unidos y China. Si se normaliza, China recuperará rápidamente el primer sitio. Si el desencuentro prevalece —y mis estudios así lo indican, independientemente de quién gane las elecciones en Estados Unidos—, en un clima de tensiones y preocupaciones por la seguridad nacional, el actual posicionamiento de México se mantendrá. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la diferencia con Canadá es mínima. La gran responsabilidad recae en nuestras autoridades, que deben tomar medidas muy concretas para  incorporar a un mayor número de proveedores mexicanos en los distintos eslabones de las cadenas de exportación. Cerrar progresivamente el paso a las importaciones temporales que luego se reexportan, sin prácticamente añadirles valor al país.

 

Más allá de los flujos comerciales, ¿qué impacto tendrá esta guerra comercial en la llegada de inversión de China a México?

Es uno de los temas de la mayor relevancia que hemos estudiado en el Centro China-México de la UNAM. Tanto en el sector público como en el privado prevalece la percepción de que, automáticamente, México recibirá grandes flujos de inversión china como resultado de esta guerra comercial. Yo sería más cauto.

 

Históricamente las inversiones chinas en México han mantenido un bajo perfil. Menos del 1% de la invasión extranjera recibida por México entre 1999 y el tercer trimestre de 2019 provino de China. No existen, además, condiciones en el mediano plazo para un crecimiento sustantivo, porque México no ha sabido plantear una agenda clara a las empresas chinas, ni a su gobierno, para que inviertan en México. En China, en términos generales, hay un desconocimiento generalizado sobre México, el TLCAN y el T-MEC. Tampoco cuentan con suficiente información sobre las reglas de origen, la organización industrial de proveedores, clientes, leyes laborales y otros aspectos relevantes.

 

Mientras no se haga un trabajo efectivo de promoción, China seguirá invirtiendo en otros países. La excepción es un pequeño grupo de empresas chinas que, en los últimos cinco años, han invertido en regiones de México como el Bajío y en las industrias automotriz, electrónica y de telecomunicaciones.

 

En cualquier caso, México no le ha sabido sacar provecho del potencial chino, y no lo va a hacer si no hay un trabajo coordinado entre las secretarías de Economía y de Relaciones Exteriores, tanto entre ellos como con el sector empresarial y académico.

 

¿Se pueden esperar más anuncios de plantas de empresas multinacionales que trasladan sus operaciones de China a México?

Hay que analizar caso por caso. Para empezar, la mayoría de las empresas internacionales que se establecieron en China en los últimos diez años no lo hicieron necesariamente por el bajo costo de la fuerza de trabajo, ni con la mira puesta en establecer ahí una plataforma de exportación. El factor determinante en su localización es el tamaño del mercado interno. China ya es el principal consumidor mundial de teléfonos inteligentes, automóviles, telecomunicaciones, etcétera. Estas empresas seguirán en ese país con guerra comercial y con lo que sea. Volkswagen, por ejemplo, vende más autos en China que en Alemania. Mudar sus plantas de China a México no hace sentido con su modelo de negocio. Hay que tejer fino y no guiarnos por generalidades que a veces rayan en lo absurdo.

 

Hay casos, desde luego, como el calzado, la cadena hilo-textil-confección, o ciertos procesos de importación para exportación en los que es posible que empresas chinas, o establecidas en China, estén pensando seriamente en salir de ese país (un proceso que inició hace más de cinco años). Sin embargo, hay cien países donde pueden establecerse, desde Vietnam o la India, hasta Uruguay u Honduras. México es solo una de esas opciones.

 

En esta línea, ¿qué puede hacer México para buscar que la inversión de China (y otros países) desarrolle más proveeduría nacional y eleve el contenido nacional y la complejidad de nuestras exportaciones?

Depende de la cadena de valor de que se trate. No es lo mismo importar partes para arneses o paraguas, que para automóviles o aviones. Se requieren diagnósticos puntuales —muchos de los cuales ya existen—, pero sobre todo esfuerzos de integración productiva nacional, como lo ha venido diciendo el presidente López Obrador que, por desgracia, no se ha acompañado de acciones concretas. Sumar a las actividades más dinámicas a las empresas del sur del país, a aquellas orientadas al mercado doméstico y sobre todo a las de menor tamaño: ese es el reto.

 

Hasta febrero de 2020 no existe un programa concreto para sacarle provecho a este lugar como principal socio comercial de Estados Unidos, ni al enorme potencial que tiene el comercio de México con el resto del mundo.

 


 LAS INVERSIONES CHINAS EN MÉXICO HAN MANTENIDO UN BAJO PERFIL.

 

En medio de todas estas tendencias, ¿cómo impactará el T-MEC en la relación de China con los países de Norteamérica?

En general, y dada la agresividad de las medidas de la administración Trump, el T-MEC se va a convertir en el primer acuerdo comercial internacional anti-China. Hay una cláusula, la 32.10, que establece que si uno de los tres miembros del T-MEC piensa negociar un acuerdo de libre comercio con una economía de no mercado, como China, tiene que obtener el beneplácito de sus socios o salir del T-MEC.

 

México tendrá que lidiar con esta situación, en la que dos gigantes se pelean sin que pueda permanecer al margen de la disputa. Son nuestros dos principales socios comerciales.

 

¿Cómo incidirá el T-MEC en los flujos comerciales y de inversión entre China y la región norteamericana?

Si se toman las medidas adecuadas, Méxco podría convertirse en el principal ganador del incremento del contenido regional previsto en las reglas de origen del T-MEC. El aumento, del 62.5 al 75 por ciento, es un incentivo muy claro: si se logra incrementar el valor agregado regional no se pagará el arancel. ¿Cuál es el país que más ha crecido en la cadena automotriz? México.

 

Si logramos incrementar el valor agregado internamente a las exportaciones del país, mejoraremos nuestro desempeño económico. Pero habrá que situar el tema de las nuevas reglas comerciales en su justa dimensión. Hay casos en los que, si una empresa que produce en México no cumple con la regla de origen tendrá que pagar un arancel del 0.1% para exportar a Estados Unidos; es decir, nada. Si el esfuerzo de generar mayor valor adentro no se justifica, más vale pagar el arancel. Claro que hay productos como las pickup, que pagarían un arancel de 25 por ciento.

 

¿Qué opina de la nueva normativa laboral que introduce el T-MEC?

Me parece muy favorable. Uno de los principales pasivos del TLCAN son las brechas que permanecen en términos de productividad y de salarios. En el sector manufacturero, la brecha salarial entre Estados Unidos y México se ha incrementado. Ahora, me temo que, en muchos casos, pagar el equivalente a 16 dólares estadounidenses por hora es iluso. Por 40 horas a la semana, serían más de 50 mil pesos al mes. Sería magnífico, pero en las condiciones del México actual es imposible, haya inspectores norteamericanos o no. Ojalá sea posible en el largo plazo.

 

¿Hay un escenario propicio para el fortalecimiento del comercio exterior de México? ¿Qué debería hacerse para mejorar la calidad de la integración de la economía mexicana a los mercados internacionales?

Sí hay un escenario propicio. La negociación del T-MEC fue durísima y los representantes mexicanos hicieron un esfuerzo tremendo ante chantajes, insultos y otras presiones. Además, México ha tenido suerte dentro de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. La tarea pendiente —desde hace 25 años— es la misma: integrarnos más a los procesos productivos de exportación. Se ha hecho poco y hace falta apretar el paso.

 

A la luz de todos estos procesos, incluyendo la carrera por el liderazgo tecnológico, ¿cómo ve el futuro de la relación entre Estados Unidos y China en el corto y el mediano plazo? ¿Cuál será el rol de México y de Canadá en esta dinámica?

Estados Unidos y China, dicho por sus propios funcionarios, están en una carrera entre grandes potencias. Canadá y México estamos en otro nivel y tenemos que acostumbrarnos a que, en el mediano y largo plazos, estas tensiones irán más allá de lo comercial. Habrá mucha competencia en términos tecnológicos y de inversiones, en la búsqueda de aliados exclusivos. Esto pone a México y a otros países en una encrucijada que exigirá una diplomacia muy fina para encontrar el suficiente margen de maniobra.