¿Cómo nace y evoluciona la vida cultural de la ciudad?
La frontera de Tijuana nace en 1848, a consecuencia de la Guerra México-Estados Unidos. La ciudad comienza a poblarse 20 años después y se abre la primera aduana. La fecha de su fundación virtual es el 11 de julio de 1889, derivada de un laudo judicial. La primera vez que aparece escrita la palabra Tijuana es en un libro bautismal en la Misión de San Diego de Alcalá, a donde iba la gente de aquel poblado, pues los misioneros, que habían abierto misiones desde Los Cabos hasta San Francisco, se brincaron Tijuana. “¿De dónde vienes?”, preguntaban los curas. “No sé”, respondían los indígenas. “¿Qué hay cerca?” “Lanticuan” o “Latijuan”, decían, que significa “zona de agua” o “zona de tortugas”. Los curas creían escuchar “Tijuana”, así lo anotan, y se queda para siempre.
En la década de los veinte surge el Centro Mutualista de Zaragoza, de iniciativa ciudadana, cuna del desarrollo social y cultural de la ciudad. En esa época se crea el Casino de Agua Caliente, un espacio de esparcimiento que recibía también caravanas artísticas. Casi toda la población de la ciudad trabaja ahí, y es la etapa en la que se dice que “en Tijuana se barren los dólares”.
Posteriormente, Cárdenas busca rescatar la moral de la Revolución y clausura el Casino de Agua Caliente, el Foreign Club en el Distrito Federal y el Casino de la Selva en Cuernavaca. Al de Tijuana lo convierte en centro de educación media y superior, como una extensión del IPN, e invita a maestros del exilio español. Ahí empiezan a estudiar las nuevas generaciones que van a transformar a la ciudad.
Ya como expresidente, Cárdenas llega a Tijuana, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos buscaba instalar bases militares para protegerse de una supuesta invasión japonesa, pero el general lo impide: los soldados mexicanos deberán defender a México e impedir la posible invasión japonesa a Estados Unidos; a cambio, negocia que reciban capacitación y la tecnología. Las negociaciones ocurren en el antiguo Casino de Agua Caliente. A la par, con una gran visión, crea la primera estación de radio, y cada semana traía artistas, en un avión del ejército, que se presentaban en el Centro de Zaragoza. En los cincuenta llegan las radionovelas y las lecturas de teatro; destaca el declamador Alan Gorosave. Un licenciado, Zamora Tapia, comienza a organizar en su despacho tertulias, exposiciones, conferencias. No obstante, todavía no había una infraestructura cultural.
El cambio lo da Rubén Vizcaíno, oriundo de Comala, quien llega de la Ciudad de México con gran ímpetu y energía. Vizcaíno es el Vasconcelos de Baja California. Es el primer director de Acción Cívica y Cultural de la ciudad y realiza una gran labor en la Universidad Autónoma de Baja California, funda el Seminario de Cultura, el Colegio de Escritores, la Escuela de Humanidades, dirige Extensión Universitaria, crea una camareta, un taller de foto, un taller de poesía y la revista Amerindia, entre muchos proyectos más.
Los presidentes, ¿apostaban por la cultura?
López Mateos, en su proyecto cultural del imss, decide que uno de los teatros se construya en Tijuana, y viene personalmente a inaugurarlo. En los setenta, con el gobernador Milton Castellanos, Jorge Esma Bazán crea la Dirección General de Asuntos Culturales y nacen las casas de cultura en Tijuana, Mexicali y Ensenada. Echeverría apuesta por la urbanización de la Zona Río, que era un muladar y en el proyecto se contempla un centro cultural; es la obra urbana más cara de su sexenio, más que Cancún. Más adelante López Portillo anuncia la creación de las Ventanas de México al Mundo, una serie de centros culturales en las ciudades más importantes de la frontera, y el gobernador Roberto de la Madrid lo convence para que inicie con Tijuana. Ese es el contexto histórico y el origen del Cecut, inaugurado, al igual que El Colegio de la Frontera Norte, en 1982.
¿Cuáles son las etapas más relevantes del Cecut?
Me referiré solo a algunas de ellas. Su primer director formal, Rodolfo Pataky, le da una estructura administrativa, una programación con contenidos, y crea algo fundamental, el programa de promoción escolar, que permite que lleguen los estudiantes y sus familias. En 1989, durante mi primer periodo como director —fui el primer tijuanense en serlo—, me toca abrir los espacios a la comunidad cultural y artística local, y el Cecut se vuelve la primera sede de la recién creada Orquesta de Baja California.
Posteriormente, Alfredo Álvarez le da una nueva orientación al museo del Cecut, volviéndolo el Museo de las Californias. Teresa Vicencio tiene la iniciativa de la construcción de El Cubo, para la presentación de exposiciones temporales de alto nivel, magna obra con una superficie de mil 200 metros cuadrados. Virgilio Muñoz se concentra también en la infraestructura y crea la Cineteca del Centro, como una extensión de la Cineteca Nacional, y un acuario, y ejecuta el remozamiento de la explanada. A mi vuelta, en 2013, luego de mi gestión como agregado cultural en Consulado de México en San Diego, encuentro un Cecut mucho más grande y con muchos más recursos, y me ocupo entonces de cumplir con la necesidad de darle contenidos de la más alta calidad y convertirlo en la plaza de encuentro de la ciudad. Lo decía el día de mi toma de posesión: que el Cecut se vuelva el centro no solo de la vida cultural sino de la vida de la ciudad.
¿El Cecut ha sido crucial para la reconstrucción del tejido social de Tijuana?
Antes de que el tema tomara relevancia, la imagen de Tijuana había sido golpeada en distintas épocas. El Cecut se volvió entonces un punto de dignificación y orgullo para la ciudad. Siempre que el tijuanense quiere identificarse y enorgullecerse, dice Centro Cultural Tijuana o “La Bola”. A la par del desarrollo cultural aportado por el Cecut está la promoción escolar. El 30% de nuestros visitantes son niños que vienen como parte de un programa especialmente diseñado para ellos. Le presentamos la propuesta al sector magisterial, que lleva a cabo la selección de las obras de teatro, las películas, la exposiciones. Nosotros le pagamos a los artistas, quienes saben que tienen que presentar un producto cultural que incluya también temáticas de contenido social.
¿El Cecut congrega a la sociedad?
Al no haber un centro de convenciones, el Cecut juega ese rol: congresos médicos, simposios de abogados, cursos sobre los juicios orales. El gobernador con frecuencia pide recibir a secretarios de Estado en este lugar. Más del 90% de los asistentes son tijuanenses; en segundo lugar, gente de Ensenada. En 2013 teníamos 9 mil seguidores en Facebook. Hoy tenemos 270 mil. La asistencia en 2015 superó el millón 700 mil visitantes, y este año vamos en la misma dirección. Igualmente, por concepto de taquilla, obtenemos ingresos adicionales que buscamos que se canalicen no a la operación del Centro sino a más proyectos culturales.
¿Cómo se inserta el Cecut en el contexto del Cali Baja?
Nosotros estamos trabajando, por un lado, con los cónsules de San Diego, Los Ángeles y San Francisco, poniendo a su disposición todo nuestro programa cultural, para que tomen lo que quieran, y ya hemos hecho varios proyectos. A nivel más horizontal, el Cecut colabora con universidades, museos y galerías del sur de California y mantenemos un intercambio muy frecuente.
Les interesa ver lo de México y también quieren ver lo local. La asistencia de californianos tiende a crecer también.
¿Qué lugar ocupa el Cecut dentro del resurgimiento económico de Tijuana?
La ciudad alberga en la actualidad los clusters más importantes en México de los sectores médico, electrónico y aeroespacial. Además, te diría que hoy en día las grandes banderas de atracción de Tijuana son la gastronomía, vinicultura y la cultura.
¿El Cecut, como centro cultural, es el más importante en los dos lados de la frontera?
Hay un teatro más importante en San Diego que el teatro del Cecut, por supuesto. Asimismo, hay un museo más importante que el del Centro. En San Diego se abrió el primer IMAX, como el que nosotros tenemos. Solo que ni ese teatro tiene al lado un museo y un imax; ni ese museo tiene un teatro y un IMAX; ni ese imax, un museo y un teatro, como ocurre aquí. En el Cecut tienes además galerías, salas de cine, diversos festivales, programas y diplomados, una librería, más la amplia explanada. De unidad en unidad, tal vez nos ganen, pero no como conjunto.