Resumen
Se revisan las relaciones comerciales y de inversión extranjera directa (IED) de México con sus dos principales socios comerciales, Estados Unidos de América (E.U.) y China. La vinculación con E.U. data de siglos atrás, y desde 1994 se enmarca en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Como una expresión del nivel de integración de las industrias a ambos lados de la frontera, el Índice de Grubel y Lloyd (IGL) es elevado. Además, el comercio bilateral genera a México un considerable superávit comercial que se combina con flujos sustanciales de IED. Las relaciones con China resurgieron a partir de la puesta en operación del TLCAN (lo mismo sucedió con otros países asiáticos interesados en acercarse al mercado más grande del mundo). Éstas se caracterizan por ser excesivamente desequilibradas, ya que por cada 100 dólares que México importa de dicho país apenas logra colocar nueve. Asimismo, el IGL es bajo, aunque ha crecido progresivamente; la IED china en el país es marginal, y aunque las posibilidades de vinculación futura son muy altas, la ausencia de un acuerdo comercial comprensivo hace que, por el momento, éstas se enmarquen en las directrices de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Introducción
El concepto de comercio dual se remonta por lo menos a los años sesenta del siglo XX, cuando en su intento por explicar el modus operandi de la teoría de la brecha tecnológica, avanzada por Postner (1961), Hufbauer la extendió a más de dos países y observó que algunos enviaban exportaciones basadas en brecha tecnológica a sus socios menos desarrollados y en salarios bajos a sus socios con mayor desarrollo (Hufbauer, 1961). Evidentemente la teoría convencional (modelo Heckscher-Ohlin, H-O) no preveía esto.
Al aplicar Moutsoris (1972) dicha observación a su país y combinarla con la del ciclo de vida del producto (Vernon, 1966; Wells Jr., 1972a y 1972b) observó que Grecia era competitiva en bienes de capital al Oriente Medio y en bienes estandarizados a los países de Europa Occidental. Este fue un avance más en la revisión de la teoría inaugurado por la llamada paradoja de Leontief (1953 y 1956).
Es en virtud de estos trabajos, junto con los de Linder (1961), Grubel y Lloyd (1971), Krugman (1979, 1980 y 1981), Lancaster (1980) y otros, que surgió la corriente que enfatiza que el motor del comercio no se ubica en la esfera de la oferta, sino de la demanda, e hizo ver que aproximadamente tres cuartas partes del comercio internacional de mercancías no se da en condiciones de competencia perfecta y rendimientos constantes a escala, sino de oligopolio y rendimientos crecientes. En estos principios se basa lo que se conoce como Nueva Teoría del Comercio Internacional (NTCI).
En cuanto al patrón de desarrollo industrial de Japón y su papel de liderazgo en el desarrollo de la región asiática, diferentes estudiosos de ese lado del mundo han encontrado similitudes entre la propuesta de industrialización japonesa-este asiática asociada al patrón del vuelo de ganso (flying-geese), originalmente desarrollada por Akamatsu (1935 y 1956) y la teoría del ciclo de vida del producto, en la que quedaría implícita la brecha tecnológica, ya que Hufbauer (1961) logró combinar ambas en un solo modelo.
Es claro que la propuesta de Akamatsu se concibió cuando la economía japonesa avanzaba aceleradamente hacia la industrialización, entre fines del siglo xix y los años inmediatamente posteriores a la posguerra. Este proceso se basó en su amplia producción de manufacturas (sin mercados para exportarlas durante el periodo de entreguerras) y en el desarrollo acelerado de su industria bélica y su necesidad de recursos naturales. Las teorías del ciclo de vida del producto y de la brecha tecnológica (ambas conocidas como neotecnológicas), surgieron cuando eran evidentes las limitaciones del modelo H-O, e incluso la guerra de Corea había concluido.
Sobre la base anterior, diversos especialistas asiáticos han partido de la trayectoria de vuelo de ganso y de las teorías neotecnológicas, con especial referencia al ciclo de vida del producto, para encontrar una explicación al rápido desarrollo industrial delas primeras cuatro economías que siguieron a Japón en el este de esa región: Singapur, Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Con posterioridad sugirieron que la expansión de China se dio a partir de sus vínculos y de la influencia que estas segundas economías ejercieron en ella, como describen Hsieh (2012), y Hsieh y Sadoi (2012).
Una característica de la mayor parte de las economías de la región recientemente industrializadas es que empezaron establecido relaciones comerciales intensas con Japón, para después hacerlo entre ellas mismas y con el resto del mundo. Esta multivinculación, exitosa en los ámbitos regional y global, la cual se ha dado simultáneamente al proceso de industrialización y manteniendo niveles de competitividad altos (Stiglitz, 1996), se ha traducido en superávit comerciales desproporcionadamente altos. Estos beneficios de su inserción en la economía mundial no se han podido hacer de igual manera evidentes en las regiones que simultánea o posteriormente pusieron en operación programas de apertura comercial, es decir que se embarcaron en el modelo de Promoción de Exportaciones Manufactureras (PEM), al puro estilo de que lo concibieron los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, 1989).
Un caso al respecto es México, con cuyos dos principales socios comerciales exhibe resultados contrastantes. Con la mayor economía del orbe tiene superávit comercial sostenido, sobre todo desde la puesta en operación del TLCAN. Además, los principales flujos comerciales en ambas direcciones son de manufacturas, dando lugar a un alto nivel de integración transfronteriza en términos del IGL. Complementariamente, la IED de E.U. hacia México es la más alta de todos sus socios comerciales, aunque permanece estancada desde hace varios años.
Con China, cuyo nivel de desarrollo industrial es más cercano al de México que al de E.U., aunque su economía crece a una tasa tres veces mayor a la estadounidense, México padece un déficit comercial sistemático y creciente. Asimismo, los flujos comerciales bilaterales son diferenciados y en gran medida de carácter tradicional, ya que las principales compras del país son manufactureras, en grandes cantidades, y las de China son de materias primas, en pequeños montos. Como corolario, los niveles de integración entre las industrias de ambas economías son bajos, no obstante haber crecido en los últimos años, y la IED es excepcionalmente limitada.
Para analizar lo anterior, se procede de la siguiente manera. En la primera sección se analizan los flujos comerciales de México con E.U. y China durante los últimos 22 años, que es cuando irrumpe el segundo país, así sea modestamente, en el mercado mexicano. En el proceso se pasa por la puesta en operación del TLCAN, en 1994, y el ingreso de China a la , en 2001, cuyos efectos en el comercio bilateral de México con ambos socios es fundamental. En la segunda sección se considera el grado de integración de la industria manufacturera mexicana con las de E.U. y China a partir del nivel de comercio intraindustrial manufacturero (CIIM) bilateral, el cual se mide con el IGL. Al respecto se resaltan las disparidades de ambas relaciones y sus niveles de integración, no obstante que el CIIM México-China ha tendido a crecer en los últimos 22 años. Posteriormente se analiza la IED de México con los dos países, observándose que en esta área las diferencias son sorprendentes y que, de no ampliarse la presencia del capital chino en la industria manufacturera mexicana, la integración de las industrias en ambos países seguiría siendo baja y ello podría desincentivar la firma de un acuerdo comercial bilateral profundo y equitativo. Finalmente, se presentan las conclusiones.
Flujos comerciales
Debido a su posición geográfica, al tamaño de su mercado y a su capacidad productiva, E.U. ha sido el principal socio comercial de México desde el segundo cuarto del siglo XX. China sólo empezó a figurar a principios de los años noventa, después de que México emprendió una política de apertura comercial que devino en un desmantelamiento arancelario importante en 1985, mismo que abrió el camino para su ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, en inglés) en 1986 y a la negociación, con E.U. y Canadá, del TLCAN, puesto en operación en 1994.
En 2001 China ingresó a la OMC, a lo que en un principio México opuso gran resistencia, y pronto desplazó a España de la posición de segundo socio comercial del país. Asimismo, impidió que Canadá ascendiera a dicho puesto, por lo que actualmente se encuentra en tercer sitio. La Gráfica 1 muestra el ascenso extraordinario del comercio total (exportaciones más importaciones de mercancías; línea oscura superior) de México con el mundo, que en 2014 llegó a casi 800 mil millones de dólares. De esa cantidad, 514 mil millones correspondieron a E.U., 72 mil millones a China y 211 mil millones al resto de países.
La Gráfica 2 muestra que el comercio total de México con el mundo creció entre 1993 y 2014 a una tasa promedio anual de 10.1%; con E.U. lo hizo en 9.2%, y con China en 29.2%, lo que quiere decir que por el momento es la más dinámica. Asimismo se observa que, aunque en 2014 casi dos terceras partes del comercio total de México se seguían llevando a cabo con E.U., China ya era responsable de 9.1%.
Por regiones, es sorprendente el contraste de los superávit de México con E.U. y América Latina en el periodo (casi 135 mil millones de dólares en conjunto para 2014, como muestra la gráfica 3) y los déficit crecientes con las demás regiones, particularmente el Este Asiático (casi 93 mil millones de dólares). Ésta incluye China, Japón y las economías de industrialización reciente (NICs): Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán. A esta situación se suma el déficit persistente, aunque aparentemente un poco más controlado, con todos los países europeos y el grupo resto del mundo.
Es evidente la gran contradicción del comercio de México con sus dos principales socios comerciales, ya que mientras con E.U. tiene un superávit comercial ascendente a partir de la puesta en operación del TLCAN, con China tiene un saldo negativo en ascenso. Éste se refleja en el hecho de que, por cada 100 dólares importados de dicho país, apenas coloca nueve (cifras de 2014). Ello explica por qué, en materia de exportaciones, el segundo socio comercial de México no es China, sino Canadá.
Como muestra la Gráfica 4, mientras el saldo comercial de México con el mundo es apenas inferior a cero (línea sólida), el superávit con E.U. llegó en 2014 a 124 mil millones de dólares (línea discontinua), de los que 60 mil millones, casi la mitad del total, se emplearon para cubrir el déficit con China (línea doble, que se vuelve aceleradamente negativa a partir de 2001 en virtud de factores de reciprocidad arancelaria asociados con su ingreso a la OMC), así como que muchos de los insumos y partes que se usan en las plantas armadoras del país se consiguen a costos más bajos en China respecto a E.U. y otros países desarrollados.
Por tanto, la suma del saldo comercial de México con E.U. y China (barra sólida) osciló en el rango de 50 mil y 63 mil millones de dólares entre 2006 y 2014. Un patrón similar se observó con el resto de países (línea de puntos y guiones), hasta la Gran Recesión de 2008-2009, aunque México la logró revertir, por lo menos hasta 2012, gracias en gran medida a su competitividad en las industrias automotriz y electrónica, lo que se reflejó en el regreso a los superávit con países como Brasil, Argentina y Chile, sus principales socios comerciales de América Latina. Ello sin considerar a Colombia, país con el que el superávit ha sido persistente en el presente siglo. No sucede lo mismo con Costa Rica, que abastece de microcomponentes a las empresas productoras de cómputo establecidas en México, y entre más aumentan las exportaciones de éstas, más hacen que crezca el déficit bilateral (Secretaría de Economía, 2015).
Y si China ha penetrado con gran velocidad al mercado mexicano, lo mismo ha hecho, pero de forma magnificada, con el estadounidense. Así, unos años después de su ingreso a la OMC desplazó a México como su segundo socio comercial. Después de la Gran Recesión de 2008-2009 México logró recuperarse un poco y, como se aprecia en el Cuadro 1, en 2010 fue responsable del 13.5% del comercio total estadounidense, un poco abajo del 14.9% logrado por China. Empero, en términos de exportaciones totales a dicho país, China es responsable de casi 20%, seguida de Canadá, con 14.7% y México con 12.5%.
Nivel de integración industrial
Además de la dualidad superávit comercial elevado con E.U.−déficit creciente con China, se da otra que en buena medida se explica a partir de la anterior, en virtud de que México es un fuerte exportador de manufacturas, y en ese terreno rivaliza con China no sólo en el mercado estadounidense sino también en el mexicano. Dicha dualidad surge debido a que, mientras la industria nacional ha alcanzado un alto grado de integración con la estadounidense, medida en términos del IGL, desde ningún punto de vista ha logrado integrarse a la industria china. Esto se refleja en el hecho de que 80% del comercio que se lleva a cabo entre ambos países es tradicional, de tipo H-O.
Evidentemente hay dos factores que favorecen lo anterior. El primero es la cercanía geográfica de México con E.U. vis a vis la lejanía con China. El segundo es la existencia de un tratado de libre comercio (tlc) con el primer país, que sitúa nominalmente en cero los aranceles entre ambos, versus la ausencia total de acuerdos comerciales con China, cuya política arancelaria se ajusta en torno a lo que permite la OMC. Aunque ambos países han firmado múltiples acuerdos casuísticos en materia comercial y áreas afines, sobre todo a partir de las visitas recíprocas de sus presidentes, en 2013 y 2014, los más profundos datan de años previos y se abocan a la prevención de la evasión fiscal y la protección de las inversiones: Acuerdo para Evitar la Doble Imposición y Prevenir la Evasión Fiscal en Materia de Impuestos sobre la Renta (dof, 2006), y Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (dof, 2009).
Si a lo anterior se suman diversos problemas comerciales y de inversión con China, es posible apreciar un panorama no del todo halagador para las negociaciones bilaterales. Por el lado del comercio receptivo destacan las quejas recurrentes de industriales mexicanos respecto a la introducción clandestina de productos y mercancías procedentes de China, como ropa, calzado, juguetes, bicicletas, línea blanca, planchas y tubos de acero, y aparatos eléctricos y electrónicos. Algunos de ellos fueron en 2015 objeto de control a las importaciones: las bicicletas con un impuesto compensatorio definitivo de 13.12 dólares por unidad, y las planchas de acero con una cuota compensatoria de entre 72.16% y 78.96%.
Por el lado del comercio egresivo destaca el descubrimiento, en 2013, de venta clandestina de mineral de hierro por parte de traficantes mexicanos a comerciantes chinos, que se embarcaba desde 2008 en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Esto provocó que el gobierno federal transfiriera el control del puerto a la Marina mexicana. Un año después, y en aras de la preservación ecológica, el gobierno federal canceló un proyecto de megacentro comercial conocido como Dragon Mart, que se edificaría con capital chino en Cancún, el destino turístico más importante del país. Y apenas unos meses después, a principios de 2015, se dio a conocer que debido a un recorte presupuestal motivado por la caída del precio internacional del petróleo, responsable entonces de 30% de los ingresos fiscales y hoy día de sólo la mitad, se cancelaba definitivamente el proyecto de tren de alta velocidad México-Querétaro, en participaría como asociada tecnológica y de construcción la empresa China Railway Construction Corporation. Se trata de la segunda empresa más grande de China en la materia y primera contratista de proyectos ferroviarios a nivel mundial, cuya supervisión recae en el Consejo de Estado de la República Popular China. El gobierno chino anunció en mayo de 2015 que la empresa recibiría una indemnización de 20 millones de pesos (1.3 millones de dólares al tipo de cambio prevaleciente), misma que se hizo pública en México un mes después.
De esta manera el acercamiento con China, no sólo en el terreno comercial sino también de la inversión física, ha tenido altas y bajas y ha sido en gran medida casuístico, aunque rivaliza con el capital estadounidense. Ello provocó que diversos observadores pronosticaran, desde tiempo atrás, la posibilidad de que frente a la creciente ola de vicisitudes bilaterales en algún momento las relaciones se colocarían en una posición de abierta confrontación (Dussel, 2007).
Con relación a la integración comercial, en la gráfica 5 se presenta el IGL promedio ponderado (IGLPP) México-E.U. y México-China a cinco dígitos de la Clasificación Uniforme del Comercio Internacional (CUCI) en el periodo 1983-2006. Este índice, que mide el comercio intraindustrial (CII), o comercio de ida y vuelta entre dos países o agrupaciones de países, se puede llevar a cabo a nivel de sección (un dígito), división (dos dígitos), grupo (tres dígitos), subgrupo (cuatro dígitos) y partida (cinco dígitos). Evidentemente, entre mayor sea la desagregación mayor es la confiabilidad del resultado y menor el nivel del índice; éste adopta valores que van de 0 a 1. Para fines didácticos, los resultados suelen multiplicarse por 100 y presentarse como porcentajes. Un valor de cero significa que el grado de integración es inexistente; un valor de 1 (o 100%) implica que la integración es absoluta[i].
Por convención, se acepta que un IGL de 0.5 (50%) o mayor es sinónimo de una muy alta integración entre las industrias de los países analizados. Cuando se observan ese tipo de valores tiende a considerarse que los gobiernos de ambas economías no deben sentirse susceptibles a los procesos de integración formal (firma de acuerdos o tratados de libre comercio que puedan emprender sus gobiernos, incluso si sus niveles de desarrollo difieren), ya que existe un alto grado de vinculación en las actividades económicas, lo que minimiza la necesidad de aplicar medidas de mitigación en favor de los productores de uno o los dos países.[ii] Por el contrario, si el IGL es muy bajo y los aranceles se han reducido debido a la pertenencia de dichos países a esquemas de integración regional o a la OMC, es posible que se requieran medidas de apoyo para evitar la desaparición de las actividades más afectadas, sobre todo en el país menos competitivo.
La Gráfica muestra que, a nivel de promedios ponderados anuales, el IGL manufacturero (IGLM) México-E.U. estaba muy cerca de 50% previa la puesta en operación del TLCAN. Por tanto, las autoridades del país consideraron que no habría daño a los productores nacionales y no se pusieron en práctica medidas de mitigación. Éste fue un primer golpe para los textileros, los jugueteros, los muebleros, los zapateros e incluso —aunque esto sale del ámbito manufacturero— los productores de maíz, frijol, pollo y cerdo. Curiosamente, a partir de 1995 el índice se mantuvo abajo de ese 50% (perdió su tendencia ascendente de 1990-1994) no sólo hasta el límite de la gráfica, que es 2006, sino hasta 2010, como muestran los cálculos reportados por el gobierno de México al aladi (2012) a cinco dígitos de la cuci, con lapsos de descenso evidentes a partir de 2000 que preocupan a muchos dado que muestran un proceso de reversión en la integración previamente alcanzada.
Las cosas empeoraron para las industrias manufactureras señaladas cuando China ingresó a la OMC, con costos de producción aún más bajos a los de E.U. y apelando, además, a consumidores con preferencias estandarizadas. Empero, debe reconocerse que la mayoría del CII es verticalmente diferenciado (CIIVD), es decir comercio destinado a la producción (productos intermedios) más que al consumo final. Esto significó un doble golpe para los productores nacionales. Además, los industriales chinos lograron penetrar de manera exitosa en el mercado de partes e insumos demandados por múltiples ramas las cuales habían estado estrechamente integradas por años a sus contrapartes estadounidenses, en especial de las industrias electrónica, automotriz, de autopartes y eléctrica, responsables de más de 50% del comercio bilateral.
De manera más detallada, los más altos niveles de integración entre México y E.U. se han ubicado desde hace muchos años en la sección 7 de la cuci, Maquinaria y Equipo de Transporte, con un IGL en 2006 de más de 96%, sin ponderar. Dentro de dicho rubro destacan las divisiones 75, Máquinas de Oficina y Máquinas de Procesamiento Automático de Datos; 76, Aparatos y Equipo para Telecomunicaciones y para Grabación y Reproducción de Sonido; 77, Maquinaria, Aparatos y Artefactos Eléctricos nep y sus Partes y Piezas Eléctricas (incluso las Contrapartes no Eléctricas nep del Equipo Eléctrico de Uso Doméstico); y 78, Vehículos de Carretera (incluso Aerodeslizadores).
Al tiempo que se debilitaba la integración con E.U. se inició un avance importante en el nivel de integración de los sectores manufactureros de China y México, ya que el IGLm pasó de menos de 1% en 1993 a 10% en 2001 y a poco más de 20% en 2006.Cálculos efectuados utilizando el sistema armonizado muestran que las partidas con CII bilateral que registran niveles mayores a 50% son minoría (31%) y que el CII más alto se da en la industria automotriz, con un CII cercano a 60% sin ponderar (aunque si se toma en cuenta al sector primario se aprecia que en Productos Alimenticios y Animales Vivos se ha llegado hasta 94%, sin ponderar). Dentro de este CIIMLO que principalmente se importa son motores automotrices, mientras que las exportaciones principales son de partes y accesorios. Las empresas que más han contribuido al respecto son General Motors, Chrysler, Ford y Volkswagen (Dussel, 2011). Empero, debe tenerse en cuenta que la industria que más pesa en el comercio bilateral es la de tecnologías de la información y la comunicación (TIC) (Secretaría de Economía, 2015).
El CII con China, a diferencia del que se lleva a cabo con E.U., genera un fuerte déficit comercial; empero, ambos flujos tienen en común que se trata predominantemente de comercio intraindustrial verticalmente diferenciado de baja calidad (CIIVDBC). Es decir que los precios unitarios de los bienes que exporta México representan 85% o menos del valor promedio delos de los productos que importa, dentro de un mismo grupo, subgrupo o partida. Ello ha implicado renunciar a la competencia vía innovación tecnológica y centrarse en la competencia vía costos de la mano de obra. Que esto se haga frente a E.U. puede ser razonablemente comprensible en el corto y mediano plazo, pero que suceda sistemáticamente frente a China evidencia la ausencia de una política de ciencia y tecnología y, de manera más general, de una política industrial.[iii]
La distancia entre México y China, la baja IED bilateral, la desproporción del monto delas importaciones provenientes de China respecto a las exportaciones mexicanas, la ausencia de un tlc entre ambas naciones y la diferente conceptualización de la apertura en ambos países (México se abre a las importaciones; China y en general los países asiáticos estimulan en exceso sus exportaciones) son factores que gravitarán en el futuro en contra de aumentos sostenidos del IGL México-China, no obstante el avance de los últimos 20 años.[iv]
Inversión extrajera directa en México
Entre 1999 y 2014 la IED acumulada en México ascendió a 389 mil 640 millones de dólares, cifra de la que se deduce un promedio anual de 25 mil 976 millones de dólares. Estructuralmente, 46% correspondió a E.U., 0.1% a China y el restante 53.9% a otros países, destacando cuatro: Holanda, España, Canadá y Bélgica. En el periodo la tasa media de crecimiento anual de la IED proveniente de E.U. disminuyó a un ritmo de -9%, en tanto la de China, que en 2014 fue de apenas 70 millones de dólares (ver la Gráfica 6), aumentó a un ritmo de 20.7%, y la del resto de países a 6.8%. Dado que generalmente la IED favorece la integración de las ramas de actividad económica en que se coloca, no es sorprendente que el CIIM con E.U. haya decrecido ligeramente en el periodo, como ya se explicó, mientras aumentaba con China.
La Gráfica 7 muestra que el rubro que más ha contribuido a la IED de E.U. en México a partir de 2006 ha sido la reinversión de utilidades (valores representados con las barras) en tanto que las nuevas inversiones han exhibido una tendencia descendente, hasta hacerse negativas en 2014. Los sectores de recepción preponderantes, como sucede con la IED en su conjunto, han sido comercio y manufacturas, incluyendo la industria maquiladora de exportación.
Por lo que respecta a China, las inversiones colocadas son casi en su totalidad nuevas (Gráfica 8), y también se han concentrado en los sectores comercial (43.2%) y manufacturero, incluyendo la industria maquiladora de exportación (34%).
Algunos estudios de corte transversal muestran que entre la IED y el CIIM existe una relación estrecha. En un estudio por parejas de 23 países emergentes manufactureros con su principal socio comercial (en 22 de los 23 casos un país desarrollado) este autor encontró evidencias de una relación directa entre el CIIM de cada pareja de países con el logaritmo natural del saldo neto de la IED del país emergente, como se evidencia en la gráfica 9.
Consecuencias de política comercial
La apertura comercial de México en los años ochenta (desmantelamiento arancelario de 1985, previo su ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, GATT) y su transición al modelo de promoción de exportaciones manufactureras (PEM) le permitieron valorar por primera vez la importancia de las ventajas comparativas adquiridas (no naturales). Esto, junto con la integración comercial con E.U., a partir del inicio del 1994, se tradujo en un IGLclaramente dinámico hasta 2000, potenciado con la recepción de IED.
El estancamiento del IGL bilateral se hizo evidente a partir de la crisis de las TIC, en 2001-2002. Algunos observadores pensaban en esos años que, en la medida que México firmara acuerdos y tratados de libre comercio con más economías, la participación de su CII dentro del comercio total tendería a crecer. En parte debido a esto, a principios del siglo XXI México llegó a ser el país con el mayor número de socios involucrados en acuerdos comerciales.
Empero, el peso de los nuevos acuerdos y tratados no fue suficiente para que el IGL con el mundo compensara la caída con E.U. (ver la Gráfica 10). Ello evidencia que los avances de México en materia de diversificación comercial no se han traducido en una mayor integración industrial. La evidencia empírica sugiere que esto se debe a que el mayor comercio manufacturero no ha venido combinado con mayor IED manufacturera. La virtud de ésta es que, entre mayor sea, más permite a México explotar la ventaja competitiva que le otorga el CII verticalmente diferenciado de baja calidad. El ejemplo más claro es China, país que poco después de su ingreso a la OMC, en 2001, se convirtió en el segundo socio comercial de México. Al sumar los flujos comerciales México-China y México-E.U., se explican tres cuartas partes del comercio total del país.
Conclusiones y sugerencias de política económica
Como Grecia en un modelo dual ajustado de Mousouris (1972), México exporta preponderantemente a China productos intensivos en mano de obra, desde materias primas (petróleo crudo, minerales, frutas) hasta productos manufacturados y semimanufacturados (partes para automóviles y tequila), e importa de manera creciente manufacturas con medio y alto contenido tecnológico, en particular partes y ensambles para la industria de las TIC, equipos de cómputo, máquinas herramienta y motores para automóvil. En contraste, la mayor parte de su comercio con E.U., tanto de ida como de vuelta, se ubica en los sectores manufactureros, en especial las industrias automotriz, de autopartes, eléctrica y electrónica.
Así que México sostiene dos tipos de relaciones comerciales, en esencia divergentes, con sus dos principales socios comerciales, lo cual contradice los supuestos básicos de la teoría neoclásica del comercio internacional e incluso plantea dificultades a la NTCI (Linder, 1961; Krugman 1978; Lancaster, 1980, etc.) Por una parte, con China su comercio es con mucho de tipo interindustrial, a la H-O; por otra, con E.U. se aproxima a la preponderancia intraindustrial, a partir de ventajas comparativas adquiridas.
Lo anterior parece sugerir que la dualidad comercial de México es comparable, hoy día, a la que exhibía hace 40 años Grecia con sus socios comerciales de Europa Occidental, por una parte, y Oriente Medio, por otra, no obstante las diferencias de productos y de niveles de integración. El elemento más relevante de esta comparación es la capacidad que ha adquirido México, y en general un amplio grupo de economías emergentes, para sostener al mismo tiempo flujos comerciales tradicionales con un grupo de socios, basándose en costos comparativos a la H-O, y flujos intraindustriales con otros socios, sustentándose en la competitividad adquirida para elaborar productos de consumo intermedio (destinados a la producción), como observó Ethier (1982).
Dada la dualidad anterior, junto con el hecho de que el modelo de industrialización basado en la inserción internacional con occidente (promoción de exportaciones manufactureras) cada vez ofrece menos posibilidades a México de seguir penetrando los mercados internacionales ¿qué acciones pueden contribuir a destrabar el impasse en que se encuentra el comercio manufacturero del país? Evidentemente uno muy importante es la potenciación del comercio y la inversión con los países del este asiático, con los que las relaciones bilaterales, exceptuando Japón, no se rigen por acuerdos o tratados comprensivos. Hasta mediados de 2015, los únicos países de la región con que se observaban aproximaciones formales, medidas en términos de una serie de acuerdos parciales y evidentemente casuísticos, eran China y Corea del Sur. Los primeros respondían a acercamientos entre funcionarios de alto nivel de ambos países, particularmente los presidentes. Por tanto se agrupaban en los años 2013 y 2014, aunque algunos correspondían a 2008 y 2009, comprendiendo los siguientes campos: cooperación minera, solución comercial mutuamente convenida, defensa y remediación comercial, apoyo a industrias emergentes, promoción de inversiones, cooperación industrial, y administración de la normalización de las relaciones. Los acuerdos con Corea del Sur abarcaban los campos de recursos minerales, pequeños emprendedores, pequeñas y medianas empresas, y cooperación científica y técnica.
Lo anterior cambió en el último trimestre de 2015, cuando los presidentes y jefes de gobierno de 12 países que colindan con la cuenca del Pacífico firmaron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (tpp). Éstos son: Canadá, E.U., México, Perú y Chile, por América, y Japón, Singapur, Malasia, Vietnam, Brunei, Australia y Nueva Zelanda, por Asia. Evidentemente el problema para México es que el documento excluye a su segundo socio comercial más importante, China; al sexto, Corea del Sur, y al octavo, Taiwán. Tan sólo con ellos el déficit comercial conjunto (78 mil millones de dólares en 2014) equivale a casi dos tercios del superávit que obtiene con E.U. (124.2 miles de millones de dólares). Asimismo, dentro de los países que incluye el Acuerdo hay algunos con los que las relaciones comerciales son exiguas, particularmente Brunei, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, con los que los flujos conjuntos son cercanos a 6 mil millones de dólares, apenas 0.75% del comercio de México con el mundo (Secretaría de Economía, 2015).
La experiencia muestra que en la búsqueda de acercamiento con el este asiático no conviene tratar de replicar el modelo de acuerdos comerciales que México conoce y ha puesto en práctica con sus socios del hemisferio occidental, dado que los puntos de vista y prioridades de los primeros países son diferentes. Para empezar, en México se da más credibilidad al mercado como mecanismo regulador que en el este asiático; al grado incluso de que desde hace tres décadas el país optó por abandonar su política industrial. En segundo lugar, la liberalización comercial en México se entiende como el desmantelamiento del sistema de protección arancelaria y no arancelaria; en el Este Asiático, la estrategia sigue siendo promover las exportaciones a través de diferentes políticas públicas: acceso al crédito, acceso a la tecnología, acceso a las divisas, reorientación de las prioridades educativas, capacitación y recapacitación de la fuerza de trabajo, etc. (Stiglitz, 1996). Y en tercero, los intereses de inversión física de los países del este asiático en México, particularmente de China, parecen orientarse a sectores con limitados derramamientos tecnológicos y escasas posibilidades de integración industrial: comercio, alimentos y aprovisionamiento de materias primas.
Virtualmente todos los trabajos sobre CII en los países del este asiático muestran que la verdadera integración entre industrias de los países del área tiende a ser de carácter intrarregional. Por tanto, el reto para los países exportadores de manufacturas que se ubican fuera de la región asiática, incluyendo a América Latina en su conjunto, consiste en desarrollar capacidades para ofrecer no sólo a Japón, sino también a China, Corea del Sur, Singapur y Taiwán productos tan competitivos como los que reciben de Malasia, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Vietnam, India y Bangladesh. Ello implica un reto tecnológico, gerencial y financiero que tal vez siga siendo enorme en el corto plazo, pero no infranqueable en el mediano y largo, y en el que el flujo de IED asiática hacia los sectores más competitivos podría jugar un papel protagónico.
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[i] Los dos índices que se usan en este trabajo para efectuar los cálculos correspondientes son el Índice de Grubel y Lloyd (IGL) y el Índice de Grubel y Lloyd Promedio Ponderado (IGLPP), a partir de las siguientes fórmulas:
donde: X=exportaciones, M=importaciones, j=país bajo análisis, K=socio comercial, i=año a que se refiere el cálculo, y Ʃ=sumatoria. Como es evidente, la medición del CII en general puede incluir actividades primarias y de otro tipo que no son particularmente relevantes para el desarrollo económico, fundamentalmente porque no incorporan tecnología, asociadas a la concepción original de David Ricardo de ventajas comparativas estáticas. En contraposición, el comercio intraindustrial manufacturero (CIIM) se asocia por antonomasia a las ventajas comparativas adquiridas; de ahí que sea sobre éste que se centra el análisis.
[ii] En la práctica, ésta ha probado ser una apreciación exagerada e incluso manipuladora, sobre todo si los cálculos se llevan a cabo con altos niveles de agregación (tres dígitos o menos de la CUCI; seis dígitos o menos del sistema armonizado, y cinco o menos de la Clasificación Industrial Uniforme de todas las Actividades Económicas, CIIU). Tal fue el caso de los trabajos elaborados por diversos especialistas previa la firma del TLCAN (Gutiérrez, 2014).
[iii] Un logro sonado de negociación del gobierno mexicano con el chino en su esfuerzo por penetrar el mercado del país asiático se dio en los acuerdo alcanzados por los presidentes Peña Nieto y Xi Linping en sus visitas recíprocas de Estado de junio de 2013 al D. F. y de noviembre de 2014 a Beijing. Éste consintió en concertar ventas mexicanas de petróleo crudo, carne de res, zarzamora, frambuesa y tequila de todos los tipos, reconociéndole su denominación de origen.
[iv] Aunque el uso de diferentes bases de datos y niveles de agregación hace que los valores del IGL no sean idénticos a trabajos como los de Cárdenas y Dussel (2011) y López Arévalo et. al. (2014), las tendencias aquí presentadas coinciden con las de ellos.