Introducción
El concepto de comercio dual se remonta a la década de los sesenta del siglo pasado cuando Gary Hufbauer, en su intento por explicar el modus operandi de la teoría de la brecha tecnológica, la extendió a más de dos países y observó que algunos enviaban exportaciones basadas en brecha tecnológica a sus socios menos desarrollados y en salarios bajos a sus socios con mayor desarrollo.1 Evidentemente, la teoría convencional (modelo Heckscher-Ohlin, H-O) no preveía una situación como esta.
Siguiendo esta línea metodológica y combinándola con la del ciclo de vida del producto, Mousouris observó que Grecia era competitiva en el envío de bienes de capital al Oriente Medio y en el de bienes estandarizados a los países de Europa Occidental.2 Trabajos más recientes como el de Ethier3 destacan la capacidad adquirida por un amplio grupo de economías emergentes para sostener intercambios comerciales tradicionales con un grupo de países sobre la base de los costos comparativos (a la H-O) y, simultáneamente, intercambios intraindustriales con otros socios a partir de la competitividad adquirida para producir bienes intermedios.
Una revisión detallada del intercambio comercial de México con Estados Unidos y China, así como del grado de integración de sus respectivas industrias manufactureras y de los flujos de inversión extranjera directa (IED), sugiere que la dualidad comercial de México con sus dos principales socios es comparable, hoy, a la que exhibía Grecia hace 40 años con los países de Europa Occidental, por una parte, y los de Oriente Medio, por la otra. A la luz de esta situación, se exploran algunas recomendaciones para incrementar la presencia de México en los mercados internacionales.
Intercambio comercial
Entre 1993 y 2014, el comercio total de México con el mundo creció a una tasa promedio anual de 10.1%, alcanzando en el último año del periodo un valor cercano a 800 mil MDD. De este monto, 514 mil MDD correspondieron a Estados Unidos (64.5%), 72 mil MDD a China (9.1%) y 211 mil MDD al resto de países (26.5%).
El saldo de la balanza comercial mexicana muestra un fuerte contraste frente a sus dos principales socios comerciales: vis a vis Estados Unidos registra un superávit creciente desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), mientras que en el caso de China registra un déficit que en 2014 llegó a 65 mil MDD que, en otros términos, significa que por cada cien dólares importados del país asiático México apenas le vende nueve.
Integración industrial
Otro rasgo contrastante de la relación económica de México con sus dos principales socios comerciales se refiere a la integración productiva. El Índice Grubel y Lloyd (IGL) ofrece una buena aproximación para comparar el nivel de integración de las industrias mexicanas y estadounidenses, por un lado, y el de las industrias de México y China, por el otro. Por convención, se acepta que un IGL de 50% o mayor corresponde a una integración elevada.
Los resultados muestran una diferencia muy marcada en lo referente a la integración productiva. Mientras la industria mexicana ha alcanzado un alto grado de integración con la estadounidense, desde ningún punto de vista ha logrado integrarse a la industria china. El IGL manufacturero México-Estados Unidos ronda el 50% desde la puesta en operación de tlcan, y en el caso específico de la sección 7 de la Clasificación Uniforme para el Comercio Internacional, correspondiente a Maquinaria y Equipo de Transporte, el índice superó en 2006 el 96% sin ponderar. Con China, los porcentajes son significativamente menores (ver la Gráfica).
Inversión extrajera directa
Entre 1999 y 2014 la IED acumulada en México ascendió a 389 mil 640 MDD, cifra de la que se deduce un promedio anual cercano a 25 mil MDD. Estructuralmente, 46% correspondió a Estados Unidos, 0.1% a China y el restante 53.9% a otros países.
Aunque en el periodo referido la tasa media de crecimiento anual de la IED proveniente de Estados Unidos disminuyó a un ritmo de -9% y la de China aumentó a un ritmo de 20.7%, esta última registró un monto de apenas 70 MDD en 2014.
Conclusiones
Como en los modelos duales de Hufbauer y Mousouris, México exporta preponderantemente a China productos intensivos en mano de obra, desde materias primas (petróleo crudo, minerales, frutas) hasta productos semimanufacturados (tequila), e importa manufacturas con medio y alto contenido tecnológico, en particular partes y ensambles para la industria de las tecnologías de la información y comunicación, y equipo de cómputo. Solo 20% del comercio México-China es intraindustrial y tiende a concentrarse en la industria automotriz: desde autopartes y motores hasta automóviles terminados.
En contraste, casi 50% del comercio intraindustrial (CII) con Estados Unidos se ubica en las manufacturas, y aunque destacan las industrias automotriz, de autopartes, eléctrica y electrónica, el resto también registra niveles elevados. Así que México sostiene dos tipos de relaciones comerciales, en esencia divergentes con sus dos principales socios: comercio tradicional, a la H-O, sobre la base de ventajas comparativas naturales, con China; y CII, a la Linder y la Ethier, sobre la base de ventajas comparativas adquiridas con Estados Unidos.
Dada la dualidad anterior, la potenciación del comercio y la inversión con los países del este asiático constituye una opción para reforzar la presencia de México en los mercados internacionales. Sin embargo, prácticamente todos los trabajos sobre CII en los países del este asiático muestran que la verdadera integración entre industrias de los países del área tiende a ser de carácter intrarregional. Por tanto, para los países exportadores de manufacturas ajenos a la región asiática el reto consiste en desarrollar capacidades para ofrecer no solo a Japón, sino también a China, Corea del Sur, Singapur y Taiwán, productos tan competitivos como los que reciben de Malasia, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Vietnam, India y Bangladesh.
Ello implica un reto tecnológico, gerencial y financiero que tal vez siga siendo enorme en el corto plazo, pero no infranqueable en el mediano y largo, y en el que el flujo de IED asiática hacia los sectores más competitivos podría desempeñar un papel protagónico.
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