El patrón de desarrollo de los gansos voladores es ampliamente utilizado para describir, con razonable precisión, la trayectoria que recorrieron varios países asiáticos para mantener elevadas tasas de crecimiento económico en las últimas décadas del siglo pasado. El concepto fue acuñado en la década de los treinta por el economista japonés Kaname Akamatsu para referirse a una nueva modalidad de la división internacional de trabajo. Según el autor, hasta entonces prevalecían dos patrones de desarrollo bien definidos: la división vertical del trabajo, característica del siglo XIX, entre el país industrializado y el país proveedor de materias primas o entre la metrópoli y sus colonias; y la división horizontal del trabajo donde prevalecía el comercio de manufacturas entre países industrializados, a menudo en la misma etapa de desarrollo.
El tercer patrón de desarrollo identificado por Akamatsu se refiere al proceso de industrialización de las economías de desarrollo tardío que consiste en una trayectoria industrial de tres curvas sucesivas: importación, producción y exportación. Además de una variante en la que las industrias evolucionan desde la producción de bienes de consumo a bienes de capital, así como de bienes simples a otros más sofisticados. Akamatsu descubrió, mediante el análisis estadístico del desarrollo industrial de la economía japonesa de aquel entonces, que estos dos patrones asemejaban una formación de gansos voladores.
Fue otro economista japonés, Okita Saburo, quien años más tarde introdujo y popularizó una variante del concepto de Gansos voladores. Así como se comporta una bandada de gansos, señaló Okita, primero despega industrialmente un país, a los que se le suman luego los otros, tanto horizontal como verticalmente. Presionados por el aumento de los costos laborales, el ganso líder se ve obligado a trasladar cierto tipo de actividades productivas a otros miembros del grupo para conservar su competitividad. Estos últimos se benefician del acceso a la tecnología y al capital del líder y pueden crecer más rápidamente si establecen encadenamientos virtuosos entre los distintos miembros de la bandada.
En ese entorno de incipiente relocalización de actividades productivas y crecientes flujos de inversión extranjera directa fue que Malasia inició su proceso de industrialización. La Nueva Política Económica instaurada por el primer ministro Tun Abdul Razak a inicios de los setenta tenía como propósito modificar en un plazo de diez años la orientación y la estructura del aparato productivo, hasta entonces especializado en actividades agrícolas y extractivas.
Entre otras medidas, la NPE favoreció la llegada de inversiones al sector manufacturero, ya sea mediante aportaciones directas de recursos públicos o alianzas estratégicas entre empresas estatales y corporaciones extranjeras. Asimismo, incluyó el establecimiento de cuatro zonas de libre comercio y procesamiento productivo orientado a la exportación, pero acoplado con un plan educativo de largo plazo para el fomento de la capacitación de la mano de obra nacional, en el país y el extranjero.
El arribo de Mahathir bin Mohamad como nuevo primer ministro en 1981, representó un vuelco en la estrategia de desarrollo de Malasia. De manera acertada, el líder malasio anticipó que el incremento sostenido en el nivel de vida erosionaría más temprano que tarde la competitividad de la industria malasia y propuso la Visión 2020 para ocupar una nueva posición dentro de la bandada y avanzar hacia etapas de mayor complejidad productiva y tecnológica. En principio se eligió la producción de automóviles y, un tiempo después, las industrias relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación.
En apoyo a estas actividades, las autoridades malasias emprendieron una serie de proyectos de largo plazo, como el megapuente hacia la isla de Penang, que impulsaría la transformación del estado del mismo nombre en un dinámico asentamiento de la industria de la computación. Así como la expansión de una base industrial de exportaciones en el sector de alta tecnología en los estados de Penang y Johor; la construcción de una nueva capital, Putrajaya, aledaña a Kuala Lumpur; la iniciativa de un Corredor Industrial Tecnológico en Cyberjaya, así como la edificación de un moderno aeropuerto internacional y los rascacielos más altos del mundo, las Torres Petronas en Kuala Lumpur, símbolo de la nueva Malasia del siglo XXI.
El plazo establecido para ubicar a Malasia entre el selecto grupo de países de altos ingresos en la Visión 2020 está a punto de concluir. Aunque el crecimiento del PIB per cápita es considerable, se ve remoto que la meta se cumpla. Quizás por eso, Mahathir regresó de su retiro y desde mayo de 2018, a los 92 años, ocupa nuevamente el cargo de primer ministro del que se separó en 2003. Mantiene su promesa de ubicar a Malasia entre los países ricos, sólo que el plazo lo ha extendido cinco años más. ¿Lo conseguirá esta vez?