El impacto positivo de México en la balanza comercial estadounidense 
Encarecer el comercio que mantiene con México no solo no disminuiría el déficit exterior de Estados Unidos. De hecho podría aumentarlo. Si de verdad quiere equilibrar su balanza comercial, el Gobierno de ese país debe analizar mejor las razones del déficit.
Por: Michael Pettis

Si bien algunos países aún instrumentan políticas proteccionistas que impactan directamente en los precios relativos de los bienes comerciables, como lo planteó David Ricardo hace 200 años, en la dinámica económica actual los superávits comerciales prolongados suelen ser causados por deficiencias en la demanda generadas por distorsiones en la distribución del ingreso. Por lo tanto, los desequilibrios comerciales pueden ser causados lo mismo por movimientos de capital que por una ventaja comparativa fundamental, de modo que los desequilibrios en una balanza comercial bilateral pueden fácilmente obedecer a distorsiones generadas por flujos de capital en terceros países.

México es un ejemplo claro de lo anterior. Ocupa el tercer lugar entre los principales socios comerciales de Estados Unidos, después de Canadá y China. Su comercio total con Estados Unidos, que en 2016 ascendió a 525 mil mdd, es un elemento central de las quejas comerciales de dicho país. En principio, esto podría ser razonable. Después de todo, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos superaron a las importaciones en 63 mil mdd, generando el cuarto mayor déficit comercial bilateral de Estados Unidos, después del de China con 347 mil mdd, el de Japón con 69 mil mdd y el de Alemania con 65 mil mdd.

Se trata, sin embargo, de casos distintos. México es un importador neto de capitales, registra un déficit en cuenta corriente total que alcanzó en 2015 un monto equivalente a 2.8% de su PIB, lo que lo ubica como el séptimo más elevado del mundo. En contraste, China, Alemania y Japón suman a sus respectivos superávits comerciales bilaterales con Estados Unidos los superávits que registran con otros países, lo que los convierte en los tres mayores exportadores netos de capital con 293 mil mdd, 285 mil mdd y 138 mil mdd, respectivamente, montos que invierten anualmente en acciones, bonos y otros activos en el exterior.

Esto no es coincidencia. Los países con balanzas comerciales superavitarias tienen tasas de ahorro que exceden a las de inversión interna, principalmente porque sus hogares promedio retienen una proporción demasiado pequeña del PIB del país (en comparación con el Gobierno, las empresas o las familias ricas), lo que limita su capacidad de consumo. Las elevadas tasas de ahorro, general y erróneamente atribuidas a valores culturales, están estructuralmente integradas en la economía y solo pueden resolverse mediante transferencias de ingreso políticamente complicadas de realizar. Como su bajo consumo les impide absorber todo lo que producen, los países superavitarios deben exportar sus excedentes gemelos —producción y ahorro— a un mundo reticente a aceptarlos. En caso contrario, estarían obligados a cerrar las instalaciones productivas y despedir trabajadores.

Los desequilibrios no siempre fueron causados ​​por distorsiones en la distribución del ingreso. En el siglo XIX y durante gran parte de la historia anterior, el comercio entre dos países reflejaba sobre todo las diferencias en los costos de producción de los bienes finales y el capital fluía a través de las fronteras principalmente para compensar las brechas comerciales. Las condiciones comerciales bilaterales explicaban la mayoría de la demanda y oferta de los bienes comercializados, y sus necesidades de financiamiento generaban los flujos netos de capital.

Sin embargo, desde fines del siglo XIX ha ido creciendo la presencia de los bienes intermedios en el comercio mundial en respuesta a la caída de los costos del transporte que han multiplicado el comercio a través de las, cada vez más extendidas, cadenas mundiales de valor. Al mismo tiempo, el incremento de los flujos de capital ha sido de tal magnitud que hoy en día superan con creces a los flujos del comercio de bienes y servicios. Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el comercio mundial de mercancías solo representa algo más de 1% del volumen diario de transacciones mundiales de divisas. Hoy en día las decisiones de inversión transfronteriza se toman con independencia de la trayectoria del comercio y, de hecho, provocan ajustes en el comercio en general.

Algunos sucesos ayudan a ilustrar la dinámica descrita. Antes de la crisis de la deuda de inicios de los ochenta, se reciclaron enormes reservas de petrodólares a las economías emergentes, lo que permitió a estos países financiar sendos aumentos del consumo y de la inversión que resultaron en grandes déficits comerciales, los cuales compensaron el ingreso neto de capital. Sin embargo, cuando las tasas de interés de Estados Unidos comenzaron a subir, los bancos internacionales retiraron las líneas de crédito y se revirtieron las entradas netas de capital, lo que provocó una menor inversión, el aumento del desempleo y devaluaciones de monedas que forzaron el aumento del ahorro nacional, convirtiendo los déficits comerciales en superávits.

Algo similar ocurrió una década más tarde, cuando los países de Asia oriental, después de años de mantener balanzas comerciales superavitarias, comenzaron a registrar grandes déficits comerciales al mismo tiempo que las empresas surcoreanas, malasias, indonesias y tailandesas se endeudaban con préstamos baratos en dólares y generaban grandes ingresos netos de capital. La preocupación por la creciente deuda repentinamente hizo que los flujos de inversión se revirtieran en 1997. El resultado fue una vez más el colapso de las divisas y un aumento del desempleo que abruptamente convirtieron los déficits comerciales en superávits.

En la economía mundial de la postcrisis, el capital continúa impulsando los desequilibrios de la economía mundial. Desde 2012, por ejemplo, el capital ha estado saliendo de China, al principio como reacción a la campaña anticorrupción, pero más tarde exacerbada por las posibles repercusiones de la desaceleración económica. China tenía enormes superávits comerciales incluso antes de ese año, cuando era el banco central chino el que exportaba capital para mantener bajo el valor del renminbi y acumulaba uno de los montos de reservas del banco central más grandes de la historia. En Europa, las reformas laborales de 2003-2005 hicieron que las ganancias de las empresas se elevaran a expensas de los salarios, los bancos alemanes exportaron la diferencia entre el aumento del ahorro y la disminución de la inversión que en menos de cinco años aumentó para convertirse en la mayor que se hubiera registrado. Junto con un exceso de ahorro, Alemania exportó los bienes manufacturados que los hogares alemanes no podían consumir y lo que las empresas alemanas no invirtieron, primero en el resto de Europa y más tarde en el resto del mundo.

En el entorno actual de debilidad de la demanda a nivel mundial ha habido poco apetito entre las mayores economías por el exceso de producción y ahorro de las principales naciones superavitarias, pero la ausencia de controles de capital en Estados Unidos ha hecho que esta economía se convierta automáticamente en el factor de ajuste de los desequilibrios mundiales de capital. Debido a la profundidad de sus mercados financieros y a que no discrimina entre capital nacional y capital extranjero, la economía estadounidense absorbe automáticamente casi la mitad de las exportaciones netas de capital del mundo y, en consecuencia, también debe absorber automáticamente casi la mitad de los desequilibrios comerciales. Generalmente el ajuste lo realiza mediante un dólar fuerte, aumento de la deuda (impulsada por tasas de interés reales más bajas) e incremento del desempleo, todo lo cual reduce la tasa de ahorro interno de Estados Unidos. Es imposible predecir la forma exacta que tomará el ajuste, pero es un requisito incuestionable que un cambio en la cuenta de capital debe ser igualado por un ajuste equivalente en la balanza comercial.

Por esta razón, las preocupaciones sobre el impacto negativo del comercio exterior en el empleo de Estados Unidos están fuera de lugar cuando de México se trata. A diferencia de los países superavitarios, México no tiene deficiencias en la demanda interna que requieran la exportación de superávits comerciales y de ahorro. Como importador neto de capital y por su elevado déficit en cuenta corriente, México ayuda a absorber el exceso de ahorro y de producción mundiales que, de otra manera, podrían generar mayores déficits comerciales en Estados Unidos. Esto lo hace de dos maneras. En primer término, cuando los desequilibrios comerciales de otros países se resuelven directamente mediante la exportación del superávit de ahorro a Estados Unidos e indirectamente a través de la exportación del superávit de producción en forma de bienes intermedios que se integran a las cadenas mundiales de valor, México es a menudo la última etapa de este proceso, principalmente por la simplificación de las regulaciones que rigen su comercio con Estados Unidos y la comodidad logística de una frontera compartida.

En segundo lugar, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte crea incentivos para que las empresas establecidas en México expandan la producción y las exportaciones a Estados Unidos, pero los ingresos por exportaciones deber ser reciclados automáticamente en importaciones mexicanas de bienes del resto del mundo. Algunos de estos bienes son importados directamente de Estados Unidos. El resto proviene de otros países, aunque en muchos casos los bienes incluirán etapas intermedias desarrolladas en Estados Unidos. Pero aunque esto último no ocurriera, siguen reduciendo el déficit comercial global de Estados Unidos debido al papel que desempeña este país en la solución de los desequilibrios mundiales de capital. Al absorber el exceso de producción y el exceso de ahorro de otros países, gran parte de los cuales se intermedian a través de Estados Unidos, México reduce la cantidad que debe ser absorbida en última instancia por la economía estadounidense.

Considere lo que ocurriría si Washington decide aplicar políticas intervencionistas para frenar el flujo de exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos. Con una economía socavada como resultado de la intervención comercial, México perdería atractivo como destino de la inversión mundial. El ingreso neto de capitales a México tendería a reducirse y lo mismo sucedería con el déficit comercial, probablemente acompañados de una moneda más débil y un desempleo más elevado. Si las salidas netas de capital del resto del mundo que se dirigen a Estados Unidos no se modifican (de hecho, probablemente aumentarán a medida que el deterioro de la economía mexicana contagie a otros países de América Latina), la consecuencia sería un mayor déficit comercial de Estados Unidos, aun cuando se equilibre su balanza comercial bilateral con México. En otras palabras, debido a la intervención comercial de Estados Unidos, los empleos generados en las industrias que compiten con México serían claramente insuficientes para compensar los empleos perdidos en otros sectores, ya que un déficit comercial global más amplio en Estados Unidos socava el nivel de actividad de otras industrias.

Es por eso que debemos ser cuidadosos en cómo interpretamos el superávit comercial bilateral de México con Estados Unidos. Como séptimo mayor receptor de exceso de capital en el mundo, México y su comercio ayudan a reducir el déficit comercial estadounidense al moderar los desequilibrios mundiales. El sistema comercial mundial necesita claramente algunos arreglos, pero castigar a los exportadores mexicanos no haría nada para resolver el problema fundamental del exceso de ahorro en ciertos países. Peor aún, los desequilibrios comerciales de Estados Unidos se exacerbarían.

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Michael Pettis es asociado senior de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional y profesor de finanzas en la Universidad de Pekín.

 

1 Aunque la cuenta corriente incluye mucho más que la cuenta comercial, para mayor claridad no considera-remos la diferencia entre las dos. Esto no afecta de ninguna manera el argumento principal.

2 Ver Michael Pettis, “Is Peter Navarro Wrong on Trade?”, Carnegie Endowment for International Peace, 2 de febrero de 2017 .