El mercado bursátil digital: el siguiente paso  
  Uno de los rasgos más característicos del salto tecnológico hacia lo digital es la democratización del acceso a productos y servicios. Rodrigo Ocejo, fundador de la primera casa de bolsa virtual en México, conversa con Comercio Exterior sobre las oportunidades que ofrece esta modalidad para incorporarse al mercado bursátil, incluyendo asesorías mediante inteligencia artificial.  
Por: Guillermo Máynez Gil  

 

¿Qué representa para el sector financiero la llegada del universo Fintech?

Las empresas del sector financiero siempre han tratado de mantenerse a la vanguardia tecnológica y destinan cuantiosas inversiones para conseguirlo. La tendencia tecnológica actual apunta a que, no solo el banco o la casa de bolsa, sino el usuario mismo, procese fácilmente sus transacciones. Ahí es donde está el cambio relevante: antes había que acudir físicamente a una sucursal para realizar tus operaciones, ahora puedes hacerlo desde tu computadora o teléfono celular. Esto ahorra mucho tiempo y mejora la calidad de la información. A eso aspira el sector Fintech: ofrecer a los usuarios soluciones que les permitan acceder a los servicios financieros de una manera más fácil, ágil, dinámica y, preferentemente, más barata. La idea es agrandar el pastel y que los usuarios se beneficien de esta tendencia emergente.

 

¿Qué destacaría de la situación actual de las empresas Fintech y cuáles considera sus áreas de negocio de mayor proyección?

Hay diferentes niveles de progreso en los diferentes segmentos de negocio. Yo los agruparía en tres áreas: los que se ocupan del consumidor final, los que atienden a los negocios y quienes aportan soluciones para la “tubería” del sistema financiero, sus procesos internos.

Dentro de las primeras, las más importantes son las que dan crédito de una manera muy ágil, comparada con el sistema financiero tradicional. Puedes contratar un crédito desde la comodidad de tu teléfono. La competencia se basa en la experiencia de usuario y en la tasa de interés, es un negocio fundamentalmente de tasa. Lograr escalar es complicado porque los actores principales del mercado formal son muy grandes, lo han hecho por muchos años y tienen muchas herramientas a su alcance. Usualmente este segmento del Fintech se especializa en créditos de nicho. Otra vertiente importante es la de cartera, las famosas wallets, que son equivalentes a una tarjeta de débito. Aquí, definitivamente, la experiencia de usuario es la clave de la competencia. Aunque suelen ofrecer una serie de servicios gratuitos, en realidad para ellos no lo son; deben conectarse al sistema financiero formal, ya que no se pueden gestionar recursos del público sin el respaldo de una entidad regulada por ley. Eso cuesta, como le cuesta hoy al usuario directo de esa institución. Absorber esos costos puede ser una estrategia de construcción de marca y de mercadeo, pero eventualmente hay que enriquecer esos servicios con otros diferenciadores. No me extrañaría que las Fintech de crédito y débito converjan en algún momento para generar negocios más rentables.

El segundo grupo se ocupa de la atención a los negocios; aquí se incluyen, entre otras, las que ofrecen soluciones para el comercio y los pagos electrónicos. Hay un tercer tipo, que para mí es el más desafiante y el más difícil, por supuesto, que es al que me refería con la expresión “tubería” del sistema financiero. Estas soluciones requieren un conocimiento muy profundo de cómo funciona este sistema por dentro: cómo es el negocio central, los pagos, la contabilidad que hay que reportarle al gobierno, la regulación, las operaciones en una casa de bolsa. Todos esos aspectos de la operación financiera ofrecen retos interesantes, de donde pueden salir disrupciones muy significativas. Lógicamente, en ese nicho hay muy pocos actores, generalmente personas que ya trabajaron temas bancarios y financieros por varios años. Es el sector más difícil, pero puede haber resultados increíbles para quienes encuentren soluciones creativas.

 

En el sector financiero convencional predominan los grandes jugadores, mientras que en el mundo Fintech lo más usual son las empresas emergentes. ¿Qué clase de interacción se perfila entre este tipo de empresas?, ¿son las Fintech una amenaza para los bancos?

Las Fintech no son una amenaza para los bancos, sino que ambos realizan esfuerzos complementarios. Las Fintech que ofrezcan soluciones interesantes van a formar alianzas con bancos, y las que ofrezcan un servicio mejor que los de los bancos, probablemente serán adquiridas por ellos, que tienen carteras de clientes muy amplias. Lo veo, entonces, más como una relación simbiótica, donde las Fintech que no tienen la carga institucional de los bancos (gestiones internas, comités, tecnologías viejas), pueden ofrecer soluciones más ágiles con tecnologías innovadoras. Así, los bancos pueden absorber a la Fintech, o adquirirle servicios, o invertir en ellas. Habrá muchas combinaciones, pero difícilmente las Fintech van a desplazar a los bancos. No perdamos de vista que los bancos tampoco están sentados viendo pasar la tecnología: se han dado cuenta de lo que está ocurriendo y están invirtiendo cantidades importantes. La diferencia radica en que, en los bancos, hay mucha competencia por los recursos internos, mientas que las Fintech pueden dedicar equipos especializados a desarrollar una solución, de manera más eficiente y ágil. Es usual que los bancos prefieran una solución creada por alguna Fintech que desarrollarla ellos mismos desde cero. La banca ha aprendido que no tienen que hacer todo internamente.

 

¿Qué repercusiones tiene la crisis sanitaria en el dinámica actual y futura de los mercados financieros?

El impacto es considerable. Ahora bien, desde antes de la pandemia el teletrabajo era una práctica extendida en el universo Fintech. En Kuspit, el 40% de nuestro personal trabajaba ya bajo esta modalidad, así que migrar al resto de la plantilla fue un proceso más bien suave: a las 48 horas del primer anuncio de las autoridades sanitarias ya lo hacíamos al 100%. Nos hemos dado cuenta, sin embargo, de cuánto extrañamos la convivencia con otras personas y de lo importante que es esta interacción para nuestra salud mental. Hemos ganado calidad de vida, sobre todo en ciudades muy grandes donde los desplazamientos son largos y complejos; pero, por otro lado, hemos perdido la calidez de la interacción personal. De manera que, una vez que estemos protegidos contra el virus, sí va a sobrevivir algo de este mundo absolutamente digital, pero vamos a tender a volver al mundo en que vivíamos antes. El que un año o dos hayamos tenido que hacer estos cambios a la fuerza, no nos va a cambiar estructuralmente. Lo que es un hecho es que, con la pandemia, muchas empresas se han dado cuenta de las bondades del teletrabajo y seguramente habrá ajustes en las jornadas de trabajo y mayor libertad para escoger qué días ir a la oficina y cuáles no. Me refiero, por supuesto, a los trabajos que no requieren una presencia física en el lugar de trabajo, como sí ocurre en el comercio o las fábricas. En nuestro caso ya íbamos en una trayectoria de trabajo remoto. Es probable que muchas empresas evolucionen hacia espacios que parezcan menos oficinas y más lugares de convivencia, de reuniones programadas en fechas específicas para el intercambio de ideas.

 

En el caso de los FIBRAS, por ejemplo: se avecinan cambios en los patrones de oferta y demanda de oficinas, vivienda, centros comerciales y otros giros. ¿Cómo afectará esto a este tipo de mercados?

Dependerá de la composición del portafolios de cada compañía: las que tengan muchas propiedades van a sufrir con los cambios, sus acciones van a perder valor. En cuanto a las nuevas colocaciones, sin duda tomarán en cuenta esos cambios para adaptarse. Se va a reconfigurar el uso de los bienes raíces y, en consecuencia, su valuación de mercado.

 

¿Qué tipo de empresas saldrán ganando en los mercados financieros con estos cambios, y cuáles perderán?

Sin duda gana todo lo que tenga que ver con comercio digital; igualmente, lo que ofrezca soluciones para el trabajo y el consumo digital. Por el contrario, la oferta de servicios en la ubicación, como restaurantes y entretenimiento, han sufrido gravemente y van a seguir sufriendo en 2021. Será muy interesante ver qué pasa hacia adelante con los medios de transporte, que probablemente verán reducida su demanda en segmentos importantes, como el de los viajes de negocios.

 

Usted ha escrito artículos sobre nuevas formas de invertir, sobre nuevas herramientas que abren posibilidades a más personas de invertir en los mercados financieros. Sin embargo, esa no es la imagen que proyectan las casas de bolsa en la actualidad. ¿Qué tanto se ha democratizado el acceso a estos instrumentos?

Creo que en Kuspit hemos sido los primeros en democratizar el acceso a las inversiones. Desde que abrimos, la cuota de entrada era de cien pesos, que en realidad representa una cantidad simbólica para dar el mensaje de que cualquiera puede invertir. Desde el punto de vista de oferta de producto, el sector está democratizado: el acceso es abierto, es muy fácil entrar y cualquier adulto puede abrir una cuenta. Es totalmente digital. El reto ahora es lograr que la gente abandone esas ideas sobre las casas de bolsa. Parte de nuestro esfuerzo consiste en que la gente se atienda sola, sin intermediarios. Nosotros ofrecemos todo el espectro, desde deuda gubernamental hasta un robot de inversiones que toma decisiones por el cliente. Esa es la tarea de los que participamos en estos mercados, comunicar cada vez mejor para contar con clientes mejor preparado. Para este propósito, la educación financiera desde la escuela es fundamental, como lo reconoce la propia OCDE.

 

¿Cómo se integran y definen Kuspit y casas de bolsa similares en el ecosistema de los intermediarios financieros en México?

Para empezar, somos un ente regulado y supervisado como el resto de las casas de bolsa del país. Una garantía para nuestros clientes de que sus recursos están protegidos. En cuanto a nuestra esencia, somos una empresa de tecnología; contamos con más profesionales de tecnología que financieros. Somos fundadores de la Asociación Fintech de México, de cuyo primer consejo formé parte. Es decir, somos una empresa de tecnología que opera en el sistema financiero formal. Somos la única casa de bolsa totalmente digital, no hay otra forma de atender a los clientes.

 

Platíquenos de cuentas administradas, algoritmos, robots de inversiones. ¿Qué son y de qué manera contribuyen a que más personas puedan invertir en la Bolsa?

Las cuentas administradas son la ruta que tomó la gestión patrimonial para que los clientes dejaran de escoger acciones en lo individual. A partir de la identificación del perfil del cliente, se diseñan tres o cuatro cajones distintos, con diferentes niveles de riesgo, que se pueden combinar de distintas maneras. Es una forma de invertir un tanto estática y hay todavía muchos humanos involucrados, lo que incrementa las comisiones.

Los algoritmos son un mundo aparte que puede ser muy grande. Los que diseñan algoritmos afirman que pueden hacer algo mejor que el mercado, vencerlo con mayores utilidades y menor volatilidad y riesgo. El algoritmo puede ir desde un modelo matemático complejísimo, con redes neuronales e inteligencia artificial, hasta otros muy sencillos. El reto es probarle al cliente que el algoritmo funciona. Esto depende de la historia, con la salvedad de que lo que funcionó en el pasado no necesariamente va a funcionar en el futuro. Hay todo tipo de algoritmos: de deuda, de energía, de divisas o metales preciosos. El mercado es infinito.

En cuanto a los robots de inversiones, a diferencia de los algoritmos, están generalmente diseñados para ofrecer rendimientos de mercado, no para vencerlo. Por eso son más baratos en sus comisiones, porque lo que hacen es observar cómo se mueve el mercado y actuar en consecuencia. Lo que hace el robot es diseñar un portafolios óptimo para cada nivel de riesgo. Le quitan al cliente el esfuerzo de estar seleccionando, ofrecen el nivel de riesgo deseado y lo hacen de manera dinámica para ajustarse y cumplir el objetivo. Si hay que hacer un ajuste mayor, el robot le pregunta al cliente. Nosotros tenemos el único robot en México que trabaja de esa manera, y de hecho es un asesor financiero registrado. Somos el único asesor financiero digital del país. Se llama RIK (Robot de Inversión Kuspit) y su función es ayudar a las personas a poner a trabajar lo que les cuesta mucho trabajo ganar: su dinero. Incluso si no entienden las matemáticas de la inversión o no les gustan. La forma más inteligente de ahorrar es invertir.

 

¿Cómo interactúan las casas de bolsa con la banca de desarrollo? ¿Qué áreas de oportunidad ve para esta relación en México?

Para empezar, pensar juntos en cómo podemos llevar más empresas a los mercados financieros. No sé si se pueda hacer con las bolsas actuales o haya que pensar en un mercado distinto, pero sería fascinante que la banca de desarrollo pudiera aportar en los temas de estandarización de información de las empresas. Ese es el reto más grande para poder listar más empresas. Hay muchas empresas medianas y pequeñas que quieren hacer más líquidas sus acciones, pero no cuentan con esa información estandarizada. Ojalá la banca de desarrollo ayudara a establecer unas reglas mínimas de información. Hay herramientas tecnológicas que podrían facilitar ese esfuerzo. Entre casas de bolsa y banca de desarrollo podríamos desarrollar estos mercados intermedios de manera que, si una empresa pequeña se quiere listar en bolsa, no tenga que gastar dos millones de pesos en el proceso. Sería un poco “hágalo usted mismo”: use estas herramientas para organizar su información. Podría haber una bolsa pyme, si se supera el reto más importante, que es justo la organización de la información.

 

Tradicionalmente la canalización de créditos bancarios a las micro y pequeñas empresas ha representado un auténtico desafío para las instituciones bancarias. ¿Cómo podrían las herramientas digitales ampliar el universo de empresas acreditadas?

Está muy conectado con la pregunta anterior, porque al final el crédito fluye a las empresas que tienen información transparente. Es común confundir crédito con capital de riesgo. El crédito se le da a quien se percibe que puede pagarlo con lo que genera hoy, no con lo que va a generar dentro de cinco años. Nadie te va a dar crédito para que abras una empresa; vas a tener que abrirla con recursos propios o con capital de riesgo. La fase uno es encontrar quién le apueste a tu negocio; la fase dos llega si tu empresa comienza a funcionar: entonces vas a recibir ofertas de crédito porque ya tienes con qué pagar. Aquí el reto es el mismo: la falta de información ordenada para evaluar el riesgo. El banco no se va a poner a ordenar tu información, se la tienes que llevar ya ordenada.

 

¿Qué podemos esperar para los siguientes años? ¿Qué escenarios avizora para los servicios financieros digitales en el país?

Sin duda, va a seguir creciendo la tendencia a la digitalización. Tenemos una herramienta muy potente: lo que fue el teléfono celular es ahora realmente un gestor personal. Iremos viendo cada vez menos sucursales, y las que queden se van a especializar en resolver determinado tipo de problemas. Falta mucho por hacer y la capacidad de innovación de las tecnologías digitales seguirá sorprendiéndonos por muchos años más.