Aunque las relaciones entre México y Canadá se remontan a mediados del siglo XX, el TLCAN inauguró una nueva etapa. ¿Cómo la describiría y cómo ha evolucionado desde 1994? ¿Hay algún factor adicional que debamos tener en cuenta?
Este punto de partida es muy relevante. El TLCAN da inicio al descubrimiento mutuo, al proceso de ponernos atención entre ambas sociedades. En Canadá había una noción pobre y estereotipada de México. Norteamérica se acababa en el Río Bravo, pero el TLCAN cambió esa percepción. Además del crecimiento comercial, empezaron a cambiar otras dinámicas en un proceso largo y lento. Lo mismo pasaba del lado de México, donde se ponía mucha atención a Estados Unidos y poca a Canadá.
Sin embargo, al paso de los años fue quedando claro que el TLCAN no generó una integración regional, sino dos integraciones bilaterales: las de Canadá y México, por separado, con Estados Unidos.
¿Cómo evalúa los resultados del TLCAN en cuanto a la relación, referente al intercambio comercial, las inversiones mutuas, los temas migratorios y de cooperación de otra índole, así como en lo cultural?
Los resultados del TLCAN son muy positivos. Desató una dinámica nueva que, por ejemplo, a nivel gubernamental, inauguró muchos vasos comunicantes en campos como el cultural, la política exterior, energía, ciencia y tecnología. En estos y otros temas se fue construyendo una relación bilateral importante.
Lo mismo ocurrió a nivel social. Es notable el crecimiento del turismo en los dos sentidos, salvo el bache de los tres o cuatro años en que Canadá impuso visa a los mexicanos. El interés en México de los turistas canadienses creció más allá de los destinos de sol y playa, y se acercó a descubrir Ciudad de México, las ciudades coloniales, los festivales culturales y las áreas de turismo ecológico. Algo similar ocurrió con los mexicanos: fueron más allá de los destinos canadienses tradicionales. Vale la pena destacar también el crecimiento en los intercambios educativos.
En algunos momentos se ha señalado que la relación con Canadá se queda por debajo de su potencial. ¿Qué opina?
Absolutamente cierto, pero no como resultado de omisiones. Hemos ido escalando hacia el aprovechamiento de las oportunidades mutuas, pero el potencial es muy grande y empezamos a descubrirlo recientemente. Nos hemos quedado por debajo de ese potencial, porque para sacar toda la ventaja que supone se requiere tiempo y varios procesos sociales que no surgen rápidamente.
En este sentido, el nuevo T-MEC es una gran oportunidad. Tan solo en el comercio, veamos el potencial: el intercambio entre México y Estados Unidos es de casi 600 mil millones de dólares al año; el de Canadá con Estados Unidos, un poco menos. Pero el intercambio bilateral entre México y Canadá es de solo 30 mil millones de dólares, es microscópico en comparación. Empero, no es tanto un subdesempeño, sino que la fuerza gravitacional de Estados Unidos es enorme. Por lo tanto, la relación bilateral es una gran área de oportunidad. Para aprovecharla, desde luego, hay que movilizar al sector privado de ambos países. El T-MEC potenciará estas fuerzas.
JUAN JOSÉ GÓMEZ CAMACHO
La administración Trump lanzó unilateralmente una renegociación del TLCAN. ¿Cuáles fueron los puntos en común y cuáles las diferencias entre México y Canadá a lo largo del proceso?
Efectivamente así ocurrió, pero no hay que perder de vista que los tres gobiernos ya hablaban de la necesidad de modernizarlo. Algo muy importante es que esto se deriva del TPP, que puso al día las reglas en una amplia gama de temas. Así que era necesario modernizar, independientemente de Trump. Un primer factor es la necesidad de dejar atrás el esquema de relaciones bilaterales con Estados Unidos, de México y Canadá. Es decir que debemos reforzar la integración trilateral y los mecanismos de consulta entre estas dos naciones.
En el proceso de negociación del T-MEC hubo tanto temas donde teníamos acuerdos, como otros donde no los había. Desde luego, la mayor parte de los temas se relacionaba con Estados Unidos, pero en todos ellos hubo siempre un canal de comunicación con Canadá. Esto generó mucho mayor confianza, cercanía y sentido de alianza.
¿Cómo queda la relación bilateral tras la renegociación?
Queda mucho mejor: pone una nueva plataforma en todos los sentidos. Para empezar, hay un cambio cualitativo en las percepciones. Como mencioné, en Canadá se han ido superando los estereotipos sobre México, que aunque no necesariamente son negativos, son estereotipos al fin y al cabo. Cada vez está más claro en Canadá, sobre todo entre los sectores más informados, que México es un país grande, con una gran economía y mucho potencial; que es mucho más moderno de lo que se suele creer, y que tiene una fuerza cultural más allá de sol y playa. Esto es muy importante.
¿Cómo se puede ir más allá del ámbito comercial, para promover más inversiones mutuas y una mayor cooperación en ámbitos como el educativo, científico, deportivo o cultural?
Ambos gobiernos estamos ampliando los sectores de cooperación, muy enfocados en los intercambios educativos y culturales bidireccionales. La idea es liberar todas esas fuerzas sociales y que empiecen a generar sus propias dinámicas. Recientemente hemos tenido un promedio anual de 2.3 millones de turistas canadienses en México y, como decía, no solo incrementó el número, sino que los destinos se han ido diversificando. Hay un interés muy grande por descubrir el México real. Al mismo tiempo, hay más de 500 mil turistas mexicanos que buscan conocer y comprender a Canadá.
En otros rubros también vamos viento en popa, con cifras al alza y cada vez más empresarios mexicanos explorando el mercado canadiense. Hay, desde luego, todavía un largo camino por recorrer. A su vez, los fondos de pensiones canadienses buscan oportunidades de inversión en México.
En la relación bilateral, ¿qué papel juegan los escenarios alternativos de una victoria de Biden o una reelección de Trump?
Juegan parcialmente o nada. En un principio, las condiciones políticas en Estados Unidos desempeñaron un papel, pero ya entramos en una dinámica irreversible México-Canadá. Ahora falta ver qué tanto presionamos el acelerador, y aquí entra en juego la diplomacia. Puedo afirmar que mi mejor aliado es el embajador de Canadá en México y que hay un gran esfuerzo del gobierno canadiense por acercarse a nuestro país y viceversa. Para mí, como embajador, ha sido fácil acercarme y abrir puertas, porque hay mucho interés.
¿Cómo ha sido la estrategia de acercamiento de la presente administración de México a la relación con Canadá?
Ha tenido mucho vigor, pues existe la convicción de que se trata de una sociedad importante. Desde el periodo de transición, el presidente ha mencionado con frecuencia a Canadá y el canciller ha procurado una relación estrecha y fluida a lo largo de todo el proceso de negociación del T-MEC. Hay que recordar que, en ese periodo de transición, el canciller Ebrard encabezó una misión de futuros secretarios a Canadá.