Comercio Exterior y David Ibarra: a hombros de gigantes
Por: Rafael González Rubí

 

A lo largo de casi siete décadas de travesía, Comercio Exterior ha surcado por aguas serenas y agitadas, con vientos a favor y en contra, en mar abierto o con escollos, bajo cielos claros o nublados, sin desviar su curso original de contribución permanente al estudio del intercambio de México con otras naciones y a la transformación del conocimiento económico en un bien público. Sin perder identidad institucional, la revista del Bancomext ha sido también un foro prominente para la discusión abierta, plural, oportuna y rigurosa de cuestiones medulares para el desarrollo económico nacional, latinoamericano e internacional.

 

Detrás de esa rica trayectoria histórica se halla el arduo trabajo intelectual de la multitud de mujeres y hombres que, en las páginas de Comercio Exterior, ha compartido generosamente sus ideas, reflexiones y los frutos de sus investigaciones. En la larga lista de autoras y autores notables que han colaborado en la revista, sobresale David Ibarra Muñoz, de fecunda y bien conocida obra forjada desde la academia, las cúspides del gobierno y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

 

Como autor, la comunión de Ibarra con la revista pronto cumplirá medio siglo. Se remonta al otoño de 1971, cuando publicó en ella un sugerente artículo sobre la integración económica regional. Luego de un brillante paso por la administración federal, en la que de 1974 a 1976 dirigió Nacional Financiera y de 1977 a 1982 estuvo a cargo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) durante 1988, se incorporó al comité editorial de Comercio Exterior, en el que coincidió con otros distinguidos economistas mexicanos como Emilio Alanís Patiño (pionero de las cuentas económicas nacionales), Víctor L. Urquidi (expresidente de El Colegio de México) y Sergio Ortiz Hernán (entonces director de la revista).

 

 
RETRATO: IGNACIO GALAR

 

La presencia entrañable de Ibarra en Comercio Exterior no se agota en sus escritos ni en las ricas opiniones, orientaciones y propuestas que planteó, por más de una década, en las sesiones del comité editorial. Aunque es menos visible, su firme defensa de la revista —cuya labor constante a favor del saber económico, del quehacer sectorial del Bancomext y de la calidad de las políticas públicas— ha dejado una huella honda, a pesar de que no siempre fue bien entendida por algunas autoridades. Un episodio ilustrativo ocurrió en vísperas de los años ochenta, en ocasión de los debates públicos acerca del ingreso o no de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por su siglas en inglés).

 

A principios de 1979, vale recordar, comenzaron las negociaciones del protocolo de acceso del país a esa organización multilateral, creada en 1947 para reducir las barreras en el comercio mundial. Pero la decisión última quedó pendiente y se convocó a la discusión abierta del tema que, en el fondo, confrontó dos visiones opuestas sobre la estrategia de desarrollo nacional. Los especialistas, actores sociales y funcionarios públicos partidarios de la entrada al GATT sostuvieron que esta acción permitiría abandonar el proteccionismo típico del modelo sustitutivo de importaciones que, al cerrar puertas a la competencia externa, provocaba la ineficiencia productiva interna; además, la consideraron necesaria para defender mejor los intereses comerciales propios, aprovechar las ventajas negociadas de manera preliminar y forzar reestructuraciones productivas con ganancias en el largo plazo.
 

Desde el bando opuesto, se argumentó que el ingreso al GATT limitaría la determinación soberana de las estrategias económicas del país, afectaría a gran parte de la planta productiva interna (sin preparación para encarar a competidores externos), restaría margen de acción frente a presiones comerciales estadounidenses, incorporaría al país a un acuerdo multilateral con reglas asimétricas a favor de las naciones desarrolladas y lo alejaría de esfuerzos internacionales en aras de un intercambio mundial justo, como los de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

 

En ese debate mayor, Comercio Exterior participó tanto como foro plural para los diversos argumentos esgrimidos, como con una posición propia. En el espacio de opinión editorial, vigente desde el nacimiento de la publicación en 1951, el equipo responsable se pronunció en contra del ingreso al GATT. El aplazamiento indefinido de la medida, anunciado en marzo de 1980, cerró el debate y abrió, paradójicamente, un episodio de incertidumbre para la revista.

 

El director general del Bancomext en aquel tiempo, Adrián Lajous Martínez, se había pronunciado por la incorporación al GATT y, tras el desenlace adverso, ordenó eliminar las opiniones editoriales de la revista so pretexto de no dar lugar a confusiones con las posturas institucionales del banco. Esta medida fulminante rayó en la censura y se interpretó como el principio del fin de la autonomía relativa en la labor editorial que cimentó el prestigio de la revista. Los responsables de la publicación reaccionaron con la presentación de sus renuncias laborales; el conflicto, sin embargo, escaló hasta la presidencia de la República y desde ella se determinó la búsqueda de una mejor salida.

 

La instrucción presidencial atendió a las voces de funcionarios de primera línea seguidores de Comercio Exterior, aunque ninguno con el rango y la estatura intelectual de David Ibarra, titular de la SHCP y, en consecuencia, presidente del Consejo de Administración del Bancomext. El arreglo final negociado ratificó la desaparición de las opiniones editoriales por parte del equipo de Comercio Exterior y, en contrapartida, se instituyó un comité editorial que desde enero de 1981 fue garante del contenido y la calidad de cada número; siete años más tarde, Ibarra se integró a él por invitación de Alfredo Phillips Olmedo, titular en turno del Bancomext, y sus fértiles aportaciones continuaron por otros derroteros.

 

 
RETRATO: IGNACIO GALAR

 

Los años noventa atestiguaron nuevos lances de Ibarra en favor de la revista. En 1994, al presentar la versión pionera en disco compacto del enorme acervo de ideas e información publicado hasta entonces, el maestro de generaciones enteras de economistas subrayó una vez más el valor indiscutible de la difusión del conocimiento labrado con rigor, pluralidad y visión de futuro. Esta defensa incansable de la publicación del Bancomext se extendió, en las primeras décadas del siglo XXI, a la defensa de la propia institución y del resto de la banca de desarrollo.

 

Quizá una de las enseñanzas más preciadas de la inmensa obra intelectual de David Ibarra quedó grabada en el título de un texto que Comercio Exterior publicó en agosto de 1980, cuando compartió páginas con otros estudiosos de la talla de Raúl Prebisch, Paul A. Samuelson, Fernando Henrique Cardoso, Horacio Flores de la Peña, Fernando Fajnzylber, Maria da Conceição Tavares y Nicholas Kaldor. La idea fuerza de que “La ciencia económica sigue siendo economía política” resume bien la mirada profunda e inteligente con la que Ibarra ha cultivado su obra extraordinaria, sin concesiones a las interpretaciones abstractas de la realidad económica y con reconocimiento pleno de los factores tanto políticos como institucionales, del peso de la historia y de los valores perennes de la equidad y la democracia.