Jaime Serra Puche,
El TLC y la formación de una región,
FCE, México, 2015.
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Jaime Serra Puche ha publicado un ensayo muy breve para evaluar si se cumplieron los objetivos del Tratado de Libre Comercio (TLC). Los lectores podrían sospechar que se trata de otro texto más de autoglorificación. No es el caso; estamos frente a un ensayo con rigor académico, sin deslices de vanidad o autoelogio. Hay en él aportaciones econométricas muy interesantes. No habla un político, sí un académico. La historia comienza con las dificultades y resistencias encaradas por Miguel de la Madrid para lograr la firma del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), ya suscrito en aquel momento por alrededor de 90 países. Se explica cómo funcionó el arancel máximo y la molestia que este provocó. Serra Puche se centra en los objetivos del TLC: a) incrementar las exportaciones no petroleras y b) lograr mayores flujos de inversión extranjera directa (IED). Por supuesto, habrá quien cuestione por qué no hablar del magro crecimiento de nuestra economía. Las respuestas también están parcialmente en el texto, pero la correlación entre apertura y crecimiento no es directa.
Los datos son demoledores: antes del TLC alrededor de 85% de las exportaciones mexicanas eran petroleras, hoy son alrededor de 15%. Dejamos de ser el típico país petrolero. En IED pasamos de alrededor de 2 mil mdd anuales a niveles de 20 mil. A finales de mayo se anunció que en este primer trimestre de 2015 llegamos a 7 mil 573 mdd. Pero hay otros efectos colaterales que no estuvieron contemplados del todo y que hoy forman parte de nuestro patrimonio institucional. Destacan tres: el primero, la convergencia de las tasas de interés, que hace un cuarto de siglo eran una pesadilla. El segundo, que esto mismo ocurre con el tipo de cambio. Los mexicanos jóvenes de hoy no pueden imaginar los traumas que generaban las devaluaciones. Allí hay otros factores centrales, la autonomía del Banco de México impulsada también por Salinas y su secretario de Hacienda Pedro Aspe y la flotación del peso que es mérito de la gestión de Ernesto Zedillo. Y, finalmente, el tercer efecto —muy relacionado—, una inflación controlada.
Una de las tesis de Serra Puche es que la balanza comercial, que era un factor de desestabilización recurrente, se convirtió en exactamente lo contrario. Estamos ante otro país y los efectos modernizadores de esa gran reforma de fondo están instalados en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, las actuales generaciones están equipando los nuevos hogares —casi 600 mil en 2014— en una economía abierta donde las opciones en línea blanca, electrodomésticos o ropa y calzado son múltiples y los precios mucho mejores. Pero quizá uno de los cambios más relevantes sea sociológico y no solo económico: situar al consumidor como eje de la economía.
De los 21 años de vigencia del TLC, en 12 la presidencia estuvo en manos del PAN, pero tanto Fox como Calderón dieron continuidad a la apertura ratificando la seriedad del compromiso de México con el tema. Ya hay beneficios. En las últimas páginas, Serra mira al futuro y recupera el carácter complementario de las tres naciones. Ante la proliferación de acuerdos comerciales, Norteamérica debe mirarse frente al mundo como región en sus ventajas y retos: pirámides poblacionales complementarias, energía, cercanía. Hay mucho en el horizonte del futuro comercial de la región. La lectura es muy estimulante.
NOTA: Una versión distinta de esta reseña fue publicada el 26 de mayo de 2015 en la columna del autor en el periódico Excélsior.