El Acuerdo de Asociación Económica, Coordinación Política y Cooperación firmado por México y la Unión Europea (mejor conocido como Acuerdo Global, AG) fue el primer y más audaz instrumento negociado por la Unión Europea con un país latinoamericano. Pero desde su puesta en marcha hace 17 años, el mundo cambió; padeció y superó la mayor crisis económica desde 1929; el contenido del comercio y, con él, los objetivos de acuerdos comercia-les también cambiaron. Su renegociación, actualmente en proceso, coincide con el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y su interés por revisar los acuerdos comerciales de su país, el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) entre ellos. En este contexto, México enfrenta el doble reto de modernizar su acuerdo comercial con el poderoso y complicado vecino del norte y, al mismo tiempo, darle cauce a la necesidad de reorientar sus flujos de comercio e inversión hacia otras regiones del planeta. Para responder a este doble de-safío, la renegociación del AG con la Unión Europea resulta estratégica. La revisión del AG tiene una naturaleza distinta a la de otras negociaciones que México sostiene actualmente con países asiáticos o latinoamericanos. Evidentemente, se trata de promover el comercio y, mediante él, incrementar la competitividad, mejorar los precios para los consumidores y, en última instancia, promover el crecimiento económico. Pero los europeos también buscan identificar aliados potenciales en negociaciones internacionales y promover sus valores en materia de desarrollo sostenible y defensa de los derechos humanos.
En la primera parte de este artículo, describiremos los aspectos más sobresalientes de la renegociación y del nuevo acuerdo entre la Unión Europea y México. Después, intentaremos ampliar y contextualizar el significado del acuerdo más allá de las ventajas económicas inmediatas para las partes. Finalmente, buscaremos enmarcarlo en los cambios económicos de los últimos años y en la defensa del multilateralismo.
Razones para la modernización del acuerdo existente
Ante los embates asestados por Estados Unidos al comercio internacional, la renegociación con Europa no podía ser más oportuna. Aunque en 2013, durante la Cumbre Unión Europea-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), México y la Unión Europea se habían comprometido a modernizar el AG, los meses siguientes transcurrieron sin avances sustanciales en esta tarea. Las razones son varias y de naturaleza diversa: entre las negativas, destacan los problemas económicos que enfrentaron las partes a partir de 2009; entre las positivas, el buen desempeño observado por el Acuerdo y el cumplimiento satisfactorio de sus objetivos más generales.
México enfrenta el doble reto de modernizar su tratado con el poderoso y complicado vecino del norte y, al mismo tiempo, reorientar sus flujos de comercio e inversión hacia otras regiones
En el caso de la Unión Europea, aunque el TLCAN favoreció el comercio intrarregional Estados Unidos-México-Canadá y su entrada en vigor coincidió con el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), consiguió mantener su presencia en el mercado mexicano, incluso mejorarla marginalmente. Hoy en día, es el tercer socio comercial más importante de México. En cuanto a México, si bien su participación en el mercado europeo es aún exigua, ha logrado mejorar ligeramente su posición y se mantiene como quinceavo socio comercial de la Unión Europea. Sin embargo, es en materia de inversiones donde el acuerdo encontró mayor éxito para el país. Como se muestra en la Gráfica, la Unión Europea es la segunda fuente más importante de inversión extranjera directa de México (ver la Gráfica). A pesar de sus avances, el AG se consideró incompleto y evolutivo desde sus inicios. Numerosos sectores importantes no estaban del todo cubiertos por el Acuerdo, como es el caso de la agricultura y los servicios. Asimismo, los procedimientos aduaneros y las reglas de origen, dos puntos fundamentales del acuerdo, se habían vuelto obsoletos, por lo que la necesidad de alinearlos a las nuevas reglas de la OMC e incluso mejorarlos resultaba evidente. Además, diversas investigaciones mostraban la conveniencia de perfeccionar las provisiones para luchar contra las barreras no arancelarias. Estudios hechos o pagados por la Comisión Europea estimaban que el comercio bilateral entre la Unión Europea y México podía multiplicarse por cuatro si las partes eran capaces de alcanzar un arreglo que les permitiera reducir los aranceles, así como eliminar las barreras no arancelarias y otras medidas de efecto equivalente. Por otra parte, el sector de los servicios había quedado prácticamente al margen del AG original, salvo algunas provisiones en materia de comercio de servicios financieros y transporte marítimo. Su relevante peso en el producto nacional bruto de la Unión Europea, de 70%, constituía un poderoso aliciente para replantear sus alcances dentro del Acuerdo. La protección de la propiedad intelectual y el respeto de las apelaciones de origen en materia agrícola también se convirtieron en temas urgentes para los europeos. Más allá de las limitaciones propias del AG, existían razones importantes para modernizar y fortalecer el marco normativo de las inversiones.
Es en materia de inversiones donde el acuerdo encontró su mayor éxito para el país: la Unión Europea es la segunda fuente más importante de inversión extranjera directa de México
Entre ellos, la adhesión a la Unión Europea de 13 nuevos países —principalmente de Europa central y oriental—, que no tenían acuerdos previos con México en esta materia, y el traslado de competencias en temas de inversiones extranjeras desde el ámbito de los Estados al de las instituciones comunitarias, conforme a lo establecido en el Tratado de Lisboa. Desde la perspectiva mexicana, también existían importantes motivaciones para modernizar el Acuerdo Global, entre ellas, la necesidad de ajustarlo a las transformaciones derivadas de los convenios comerciales suscritos en los últimos años, a las ambiciosas reformas económicas y a la creciente participación del país en las cadenas mundiales de valor. Se buscaba, asimismo, mejorar el acceso a los mercados de compras públicas con disposiciones que garantizaran a las empresas un trato no discriminatorio en el ámbito federal y, especialmente, en el subfederal. También, se preveía la incorporación de cláusulas especiales para facilitar el acceso y la participación de las pequeñas y medianas empresas.
El acuerdo renovado podría contener un instrumento de solución de controversias revolucionario
Finalmente, la ruptura de las negociaciones de la Asociación Transatlántica para el Comercio y las Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y la Unión Europea, así como las grandes dificultades en la revisión del TLCAN, crearon un entorno propicio para el arranque de las negociaciones. Más allá de la necesidad de dinamizar su relación bilateral con la Unión Europea, México busca intensificar sus esfuerzos de diversificación de los flujos de comercio e inversión, así como enviar al resto del mundo una señal clara de apoyo al multilateralismo económico.
Un nuevo modelo de relaciones económicas internacionales
Las renegociaciones en marcha del TLCAN y del AG ponen de manifiesto la diferencia de aproximación entre los dos socios económicos más importantes del país. En el caso de las negociaciones con el Gobierno de Estados Unidos, no se ha conseguido anclar un compromiso, política e institucionalmente sólido, capaz de resistir a los hombres y las crisis coyunturales. En el caso de Europa, es particularmente notable la voluntad de luchar contra las prácticas anticompetitivas y crear un ambicioso mecanismo de solución de controversias. En estos ámbitos, el Acuerdo actual es muy limitado y, en otras esferas, el único recurso susceptible de mediación es el de la OMC. De ahí el interés europeo de explorar procedimientos alternativos de mediación. El acuerdo renovado podría contener un instrumento de solución de controversias revolucionario si los europeos logran persuadir a México de incorporar en el AG un marco normativo para las inversiones, similar al negociado en su momento con Canadá como parte del Acuerdo Integral sobre Economía y Comercio (más conocido por sus siglas en inglés, CETA).
La renegociación tiene objetivos de largo alcance. Además de intensificar los flujos comerciales, se busca mejorar la calidad de la relación en materia ambiental y social
Tanto el CETA como el TLCAN contienen dos mecanismos para la solución de controversias en materia de inversión: uno para disputas Estado-Estado y otro para disputas entre particulares y el Estado. Para este segundo tipo de disputas, en el TLCAN se instituyó un arbitraje ad hoc de diferencias inversor-Estado (más conocido por sus siglas en inglés, ISDS). Aunque el ISDS fue útil para proteger las inversiones establecidas en países en vías de desarrollo y se aplica actualmente en más de 3 mil tratados de inversiones, ha sido objeto de fuertes críticas por el poder que otorga a las compañías para poner en tela de juicio las decisiones de los Estados en materia de medio ambiente, salud pública y otros temas relevantes.
El CETA descarta el mecanismo ISDS tal y como existe en el TLCAN y en miles de acuerdos más, y en su lugar se establece un tribunal permanente relacionado con las inversiones (investment court system o ICS). En el ISDS los árbitros son seleccionados por las partes sin requerimiento de independencia ni de competencia, siempre pertenecen a un mismo grupo pequeño y se turnan en los papeles de árbitros o abogados de una de las partes. El CETA, en cambio, estipula la conformación de un panel de 15 jueces permanentes nombrados por mandatos de 5 o 10 años, mitad canadienses y mitad europeos, y seleccionados por un consejo mixto de jueces y juristas nacionales de reconocida competencia en materia de inversiones. Una vez en funciones los miembros del tribunal no pueden desempeñarse como abogados en otros casos. También se prevé por primera vez en este tipo de juicios, la posibilidad de apelación en cuanto a la interpretación de la ley, para evitar que los jueces tengan distintas interpretaciones de los tratados. En aras de transparencia, los documentos serán públicos, al igual que las audiencias. Los remedios que decida el panel deberán limitarse al pago de daños y la restitución de la propiedad, y el Tribunal no podrá pronunciarse sobre el cambio de leyes o políticas. Antes de iniciar el proceso arbitral, se deberá intentar solucionar el conflicto por consultas y proporcionar la información necesaria a la acusación. El inversionista que participa en un arbitraje renuncia a su derecho de utilizar cortes locales para resolver su queja. El mecanismo representa un progreso sustancial en cuanto al respeto de los derechos de los ciudadanos y a la soberanía de los Estados. Concuerda con la idea europea de que el libre comercio, en sí mismo, no es la única prioridad. Actualmente, la Unión Europea negocia el mismo tipo de mecanismo con México, Japón y Vietnam.
México fue uno de los primeros países en tener relaciones oficiales con las instituciones comunitarias europeas hace 50 años y el primer país latinoamericano en firmar un acuerdo global
Negociaciones que van más allá del comercio
La actualización del AG con la Unión Europea tiene una naturaleza distinta a las de otras negociaciones que se realizan simultáneamente para modernizar la red de tratados comerciales de México. No obedece a la urgencia de reducir tensiones inesperadas sino, al contrario, a un entorno político favorable. La relación comercial está anclada en un marco jurídico e institucional sólido, en la tradición de Europa continental. La renegociación tiene objetivos de largo alcance. Además de intensificar los flujos comerciales, se intenta mejorar la calidad de la relación en materia ambiental y social. Los europeos buscan modificar las reglas del juego, a fin de que la libre competencia sea un objetivo primordial pero no único de las relaciones económicas internacionales. Intenta establecer nuevas reglas en materias agrícolas y de apelación de origen o de resolución de controversias. En el marco de esta estrategia, la negociación con México constituiría un hito. La culminación de las negociaciones comerciales entre México y la Unión Europea tendría una relevancia particular en la inserción internacional de nuestro país. Más allá de los clichés sobre la inevitabilidad de una relación casi exclusiva con Estados Unidos o de la emergencia de China como la alternativa más viable para nuestra diversificación, la realidad es que México siempre ha sido pionero de las relaciones estrechas con la Unión Europea. Fue uno de los primeros países en tener relaciones oficiales con las instituciones comunitarias europeas hace 50 años y el primer país latinoamericano en firmar un acuerdo global. La Unión Europea sigue siendo el pilar más sólido para una inserción estable y diversificada al mundo, tanto en términos de comercio como de inversión. Lo es también para la definición de reglas comerciales más claras y justas a nivel internacional y para dejar de estar constantemente a merced de multinacionales o de los países más poderosos, hoy Estados Unidos, quizá mañana China.