Hay que aprovechar la "empresarialidad" de los mexicanos
Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) ocupan en México espacios económicos y sociales fundamentales. El bienestar del país y la prosperidad de sus habitantes están atados, en buena medida, al desempeño y proyección de este tipo de unidades económicas. Ana Bárbara Mungaray, jefa de la Unidad de Desarrollo Productivo (UDP) de la Secretaría de Economía (SE), comparte en esta entrevista con Comercio Exterior la visión y los programas que impulsa la actual administración federal para el florecimiento de este segmento del tejido empresarial. “Tiros de precisión” en función de su tamaño, sector, región y vocación productiva.
Por: Ariel Ruiz Mondragón / Retrato Ignacio Galar

READ IN ENGLISH

 

¿Cuál es la trascendencia de las micro y pequeñas empresas en la actual coyuntura del país? ¿Cuáles son sus principales fortalezas y sus debilidades?
Las mipymes son muy importantes, porque en número de establecimientos constituyen más de 99% del tejido empresarial del país. Su aportación al empleo es muy grande: casi 75% del total. Asimismo, generan más de una tercera parte de la producción nacional. Si las observamos así, son un sector de enorme relevancia para la economía nacional, y también uno de enorme potencial para la reactivación de la economía en el largo plazo.

Entre sus fortalezas contamos que son grandes generadoras de empleo, están en todos los sectores y tienen una perspectiva de crecimiento muy relevante. En las mipymes puede estar el motor de crecimiento de la productividad del país, si las respaldamos para que incorporen las mejores prácticas empresariales.

Entre sus debilidades está que solamente 15% de esas empresas tienen procesos de capacitación y de mejora continua. Algunas de ellas nacen por vocación productiva, pero en general obedecen a procesos de autoempleo o preservación de tradición familiar. A pesar de que sus fundadores son empresarios, muchos de ellos o ellas no se ven a sí mismos como tales. Allí tenemos un reto de capacitación y de acompañamiento muy importante: darles las herramientas necesarias para que identifiquen de manera clara la lógica de su negocio y las variables que les afectan, y el por qué y cómo pueden crecer.

Otro desafío muy grande es que hoy en día solo 26% de las mipymes aceptarían un crédito bancario si se los ofrecieran, aun cuando enfrentan la necesidad de financiamiento. Un reto adicional es que cuando logran conseguir algún tipo de crédito, muchas empresas suelen utilizarlo para resolver problemas de corto plazo: comprar insumos, pagar otros créditos o la nómina. La inversión que amplía sus horizontes empresariales es más bien escasa.

¿El país cuenta con un ecosistema propicio para que este tipo de establecimientos se propague?
Las empresas ya existen, pero necesitamos que se fortalezcan y extiendan por el país y fuera de él. Eso es una realidad. Lo que requerimos es mejorar su capacidad de acceso a financiamiento, a capacitación, a asistencia técnica y a certificaciones, y dotarlas de las herramientas necesarias para crecer y multiplicarse. Frecuentemente, cuando hablamos de empresas y su contribución a la economía, pensamos sobre todo en las empresas más grandes, las que participan activamente en los grandes flujos de comercio a nivel global. Ciertamente este tipo de empresas son fundamentales para cualquier economía abierta, pero en el caso de México ellas representan menos del 1% de todas las empresas del país, y tienden a concentrar su actividad en zonas muy limitadas del territorio nacional. Las mipymes, en cambio, están literalmente en cada rincón del territorio; son el sostén de millones de personas y familias, y representan la vía más importante para la circulación constante de bienes y servicios. Es por ello que la política pública tiene la obligación de tenerlas en el centro de su atención.

¿Hay espacio para que el estado participe en la construcción y consolidación de un ecosistema fértil para el desarrollo de este tipo de unidades productivas?
Para el caso de las mipymes el papel del estado es imprescindible. Tiene que estar allí porque el país es muy desigual y necesitamos tener procesos compensatorios que coadyuven a la sobrevivencia de este tipo de unidades económicas. Construir un ecosistema propicio para que puedan profesionalizarse, innovar y crecer. Entonces la política industrial es importante, y en la agenda de este gobierno las mipymes ocupan un lugar preponderante.

Debemos tener políticas que puedan distinguir tamaños: programas que sean específicos para microempresas, otros para pequeñas y algunos más para firmas medianas. En el ámbito sectorial hay importantes diferencias que también deben atenderse: no es lo mismo una pequeña empresa de base tecnológica que una empresa de base social o una cocina económica.

Desde la política industrial también hay que pensar en cuáles son los sectores más importantes, con mayor potencial de contribución a un crecimiento incluyente para el país, y cómo podemos estimular aquellos cuya demanda tiene un horizonte más promisorio.

Las disparidades regionales constituyen otro ámbito relevante para el diseño de las políticas públicas. Definitivamente la política industrial y la participación del estado tienen un papel clave en la promoción de un desarrollo regional equilibrado.

¿Qué lugar ocupan las micro y pequeñas empresas en la estrategia de la actual administración federal?
Las mipymes ocupan uno de los lugares más importantes en nuestra estrategia actual. Las microempresas de base social que se encuentran en la base de la pirámide empresarial cuentan con un proyecto estratégico para su atención: las Tandas para el Bienestar, que constituyen un programa enfocado a la atención de estos pequeños establecimientos y son una suerte de primer crédito a la palabra. A ellas les sigue una estrategia de apoyo escalonado, en la que hay créditos y otra serie de programas para impulsar a las empresas que son un poco más grandes y formales.

ANA BÁRBARA MUNGARAY

¿Esta es una estrategia con esquemas diferenciados en función del tamaño de las empresas?
En efecto, contemplamos tres herramientas básicas: el financiamiento, la capacitación y la asistencia técnica. Como parte del esfuerzo de acompañamiento, el Fondo Nacional Emprendedor tiene una convocatoria abierta a las empresas que estén buscando apoyo para capacitación, asistencia técnica y certificación. Para nosotras en la Secretaría de Economía, el financiamiento, la capacitación y la asistencia técnica representan recursos que se complementan entre sí. El financiamiento puede ser un arma de doble filo cuando no se cuenta con conocimientos para su uso adecuado; el sobreendeudamiento es el ejemplo clásico de cómo el financiamiento sin información y sin acompañamiento pueden terminar dañando de manera profunda la viabilidad de cualquier empresa. Al mismo tiempo, queremos que las mipymes del país tengan acceso a capacidades empresariales clave para su sostenibilidad y su crecimiento; para las más pequeñas, es fundamental conocer de costos, precios, inventarios y ventas, por citar solo algunos ejemplos típicos. Para las más grandes, sobre todo las que cuentan con un potencial de crecimiento que puede llevarlas a abastecer nuevos mercados dentro y fuera del país, acceder a asistencia técnica, mejora continua y certificaciones puede marcar toda la diferencia del mundo.

Para el caso del financiamiento tenemos diferentes esquemas; uno es el de “Microcréditos o Tandas para el Bienestar”, destinado a las empresas más pequeñas, como ya mencionaba antes. Después, en la Unidad de Desarrollo Productivo trabajamos con créditos para microempresas formales, pero todavía muy pequeñas, que van de 20 mil a 50 mil pesos. Es un programa piloto que estamos desarrollando en coordinación con el Banco del Bienestar, para que las empresas logren capitalizarse en el corto plazo y fortalezcan su potencial de operación y crecimiento.

Luego trabajamos con Nacional Financiera y el Banco Nacional de Comercio Exterior en programas de garantías. Se trata de que la Secretaría de Economía, la banca de desarrollo y la banca comercial sumen esfuerzos para ofrecer, sobre todo a las empresas pequeñas y medianas, productos crediticios que respondan a sus condiciones y necesidades específicas de financiamiento.

Lo que tratamos de hacer es que la banca comercial ponga a disposición de estas empresas créditos desde 300 mil y hasta diez millones de pesos. Resalto aquí dos productos muy importantes: un producto crediticio para mujeres empresarias, de reciente creación, que es de hasta 300 mil pesos y ofrece una tasa de interés muy atractiva, y otro producto de hasta cinco millones, también para mujeres, pero con empresas que ya estén habilitadas para exportar o que tengan planes de comercializar sus productos mediante plataformas en línea de gran escala. Hay otro producto muy parecido que es para jóvenes empresarios.

Lo que queremos es que en los bancos haya opciones de crédito para los diferentes tamaños y vocaciones productivas de las empresas, y con una visión de equidad que promueva y fortalezca la participación de las mujeres en la vida económico-empresarial de nuestro país.

¿Qué hay del Pronafin? ¿Cuáles son las novedades?

El Pronafim continúa su trabajo de atención a las empresas de menor tamaño y, junto con el Fondo Nacional Emprendedor constituye un elemento central de nuestra estrategia de atención a esas empresas. Una cosa muy importante es que en ambos programas, al igual que en todo el gobierno federal, nos estamos concentrando en operar de formas innovadoras que nos permitan llegar de manera directa a las beneficiarias, eliminando por completo la intermediación, democratizando la distribución de los recursos para que estos lleguen a donde más se necesitan, y operando con base en análisis técnicos rigurosos y con total transparencia y rendición de cuentas, de cara a la ciudadanía.

¿Qué participación tienen las mujeres en esos apoyos?

Las mujeres ocupan un lugar central en nuestras acciones. Desde Pronafim, por ejemplo, de 170 mil créditos que dispersamos en un bimestre, 160 mil fueron para mujeres. Es altísimo el número de mujeres que son atendidas por el programa y, como los recursos provienen del Fondo de Microfinanciamiento a Mujeres Rurales, la gran mayoría de esos apoyos son para mujeres del campo.

El compromiso de la SE con las mujeres implica trabajo propio y en alianzas estratégicas; por ejemplo, con el Instituto Nacional de las Mujeres, y es que resulta que históricamente las mujeres son precisamente las acreditadas más confiables y una mitad de toda la población, que tiene un enorme potencial productivo con qué contribuir a nuestra sociedad. Muchas de ellas saben, desde distintos contextos y condiciones sociales, que un crédito puede ser una oportunidad única para tener una actividad productiva que les permita no nada más alimentar a sus hijos e hijas, sino también convivir con ellos, pues la mayoría de estos pequeños negocios opera dentro de los hogares. Le estamos apostando a las mujeres, pero también estamos conscientes de que no podemos poner sobre ellas, desde la política pública, el peso de dobles o triples cargas que se sumen a las labores de cuidados y del hogar, que tradicionalmente les asigna la división sexual del trabajo que predomina en nuestras sociedades. En alianza con distintos actores sociales, incluyendo a entidades de distintos niveles de gobierno, estamos buscando fórmulas creativas para fortalecer el empoderamiento económico de mujeres de muy distintos entornos sociales, sin que esto signifique precarizar cada vez más la vida de todas, pero particularmente de las que viven con mayor vulnerabilidad.

¿Es la informalidad un obstáculo para allegar financiamiento a las pequeñas y las microempresas?
En nuestro país, la informalidad es el espacio donde nacen muchas microempresas; es como un paso casi natural, porque representa un espacio de aprendizaje. La informalidad es al mismo tiempo uno de nuestros grandes retos, pero nosotros lo vemos de manera positiva y sin estigmatizar al sector. Además, estamos trabajando de manera proactiva para generar, con nuevos programas, una estructura de incentivos para que las microempresas informales se formalicen.

La oportunidad de recibir un microcrédito forma parte de dichos incentivos. Hay muchas unidades productivas que son de autoempleo, pero la mayoría tiene una vocación empresarial, aunque no se hayan dado cuenta de ello de manera consciente, o aunque muchas personas no lo vean así. El hecho de que estén en el mercado indica que ya tienen algo que ofrecer. A partir de eso es que podemos, con una estrategia clara y definida de acompañamiento y financiamiento, sacar provecho de la “empresarialidad” que tenemos los y las mexicanas.

Muchas personas dicen que en esas empresas no hay innovación, pero el esfuerzo que realizan todos los días por mantenerse en el mercado da muestras de su carácter y espíritu emprendedor. ¡Por supuesto que allí hay potencial de crecimiento e innovación!

¿Qué hacer para respaldar la profesionalización de este tipo de unidades económicas?
Eso es muy importante, y creo que es ahí donde está nuestro mayor interés como secretaría. Con ese propósito, entre otros, es que creamos el Padrón de Desarrolladoras de Capacidades Empresariales (Padce), que es uno de los elementos más novedosos de la política pública de la actual administración.

El presidente nos puso el gran reto de llegar de manera directa a los empresarios, a los beneficiarios de los programas gubernamentales. Entonces nos preguntamos: si vamos a darle el apoyo directo a las empresas, ¿cómo vamos a asegurar que van a contratar la capacitación adecuada y que no van a ser víctimas de la improvisación o el coyotaje?

Lo que hicimos fue lanzar una convocatoria a organizaciones, instituciones de educación superior y a empresas, con miras a integrar el Padce, y fijamos estándares de calidad para acreditar la capacidad de las empresas que ofrecen servicios de capacitación y acompañamiento. Ya estamos en la fase final del proceso de certificación; tuvimos 257 solicitudes de posibles desarrolladoras de capacidades empresariales de todo el país, que fueron muchas más de las que esperábamos.

Lo que queremos es profesionalizar la capacitación empresarial, e incentivar la competencia entre las capacitadoras, para que le den mejor servicio a las pequeñas y microempresas. Estamos tratando de generar una estructura de incentivos que haga más transparente y eficiente el mercado de la capacitación.

Con la convocatoria al Fondo Nacional Emprendedor llamamos a empresas formales que quieran crecer y requieran capacitación y asistencia técnica. Hay un momento en el que se hace el match entre la empresa que está buscando la capacitación y el proveedor que la suministra. Con esta estrategia integral, las empresas no solo reciben los recursos para la contratación directa de los servicios, sino que también cuentan con un padrón confiable de proveedores, entre los que pueden seleccionar aquel que se ajusta mejor a sus requerimientos. Para la conformación de este listado de proveedores nos inspiramos en el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad. Más adelante, con la evaluación de la primera generación de capacitadoras, queremos construir un ranking, para que las capacitadoras vayan creando un historial de reputación que distinga a las que proporcionen mejor asistencia y capacitación.

Nuestra idea es justamente profesionalizar a las empresas, y para ello hemos encontrado capacitadoras muy buenas, pero también otras que todavía podrían lograr mejoras sustanciales en sus propias capacidades.

¿Cómo incorporar a las pequeñas empresas a la dinámica virtuosa de la innovación y el desarrollo tecnológico?

Hablamos de los escalones más altos de la cadena cuando ciertas empresas logran sobresalir tras la capacitación. Estamos trabajando en la identificación de esas potenciales cadenas de valor, aquellas que nos permitan incorporar a un universo más amplio de empresas.

Luego tenemos los procesos de certificación. Lo que ahora estamos subsidiando con el Fondo Nacional Emprendedor son, precisamente, las certificaciones a empresas que ya cuenta con un comprador potencial. Por ejemplo, una pequeña empresa de software de unos chavos salidos de una universidad que, a partir de una certificación, pueden integrarse a la cartera de proveedores de una empresa más grande. Si la empresa nos confirma su interés por contratar al proveedor y nosotros constatamos la utilidad de la certificación, el fondo subsidia parte del proceso. Esto abre una vía para que las empresas se incorporen a las cadenas de valor. Les cambia la perspectiva, porque son certificaciones para las que posiblemente se requiere invertir medio millón de pesos en el corto plazo, y que sin este programa podrían ser demasiado costosas o quedar francamente fuera de su alcance.

Y en materia de comercio exterior, ¿qué hacer para incorporar a un mayor número de empresas?
Hay certificaciones para cadenas locales y nacionales de valor, y otras relacionadas con las empresas internacionales. La
SE tiene la Unidad de Inteligencia Económica Global que selecciona, país por país, los sectores más dinámicos y con mayores oportunidades de negocios. Luego, en México, se ubica a las empresas que pueden atender esa demanda potencial de exportación. La idea es que cuando ya estén identificadas, a través de una política de acompañamiento y de asistencia técnica, podamos ir con tiros de precisión y promover la incorporación de más empresas a los mercados de exportación.