La agenda de América del Norte para 2017 y más allá
En la producción compartida, América del Norte encontró una fórmula exitosa para competir en los mercados internacionales. Los acuerdos alcanzados por los presidentes de México, Estados Unidos y Canadá en la reciente cumbre celebrada en Ottawa trazan la ruta para escalar la competitividad internacional de la región y mejorar el desempeño de las tres economías. En este artículo se explican los puntos prioritarios de la agenda de trabajo acordada.
Por: Gary Clyde Hufbauer y Earl Anthony Wayne

Al contrario de lo que afirman algunos actores en la actual contienda electoral estadounidense, bajo el Tratando de Libre Comercio de América del Nortes (TLCAN) la economía regional ha crecido significativamente y se ha adaptado con éxito a la fuerte competencia de los mercados globales. Norteamérica puede ser aún más competitiva en 2017 y hacia adelante, si el nuevo presidente de Estados Unidos se une a los líderes de Canadá y México para fortalecer aún más las redes regionales de producción y liberar de ataduras a sus recursos humanos y naturales de modo que contribuyan más a la prosperidad de la región.

Las redes comerciales de América del Norte y los lazos regionales de inversión generan millones de empleos. Norteamérica es la región que exhibe el mejor desempeño económico entre las economías avanzadas. No obstante, necesita crear más y mejores empleos, así como elevar los salarios. El crecimiento económico es demasiado lento, la infraestructura necesita una renovación urgente y el crecimiento de la productividad está muy por debajo de su potencial. Una agenda ambiciosa de colaboración puede impulsar las tres economías.

El comercio de bienes y servicios entre los tres vecinos se ha multiplicado por cuatro desde 1993 con el TLCAN. Canadá y México son los mayores compradores de productos de Estados Unidos en el mundo: las ventas a los dos vecinos representan 14 millones de empleos en Estados Unidos, lo que equivale a casi nueve por ciento del empleo total de este país. Canadá, en algunos casos, y México en otros, constituyen el mercado más grande para las exportaciones de muchos estados de la Unión Americana. De manera sorprendente, las importaciones estadounidenses de productos manufacturados terminados provenientes de México y Canadá son, a nivel mundial, las que incorporan el mayor porcentaje de insumos producidos en Estados Unidos: alrededor de 40% en el caso de los productos terminados mexicanos y más de 20% en el de los canadienses.

Las cadenas regionales de producción que vinculan a Canadá, Estados Unidos y México significan que mucho de lo que se produce en un país contiene insumos de sus vecinos. Por ejemplo, alrededor de 70% del valor de una camioneta CRV construida en Jalisco, México, corresponde a insumos de Estados Unidos y Canadá. Empresas privadas de cada uno de los tres países han realizado inversiones en los otros dos para desplegar esta red de abastecimiento y producción: empresas de Estados Unidos han invertido alrededor de 386 mil MDD en Canadá y 108 mil MDD en México; empresas canadienses han invertido 348 mil MDD en Estados Unidos y 12 mil MDD en México; las empresas mexicanas, a pesar de operar a una escala menor, han invertido alrededor de 19 mil MDD en Estados Unidos y Canadá, y el ritmo de su inversión se ha incrementado significativamente en los últimos años.

Cada uno de los tres gobiernos debe fortalecer el desempeño económico de su país mediante reformas internas en áreas clave como educación, capacitación laboral, inversión en infraestructura, apoyo a la innovación, desregulación y política impositiva. Estados Unidos, por ejemplo, necesita trabajar para mantener sus fortalezas en industrias avanzadas y de servicios; si se coordina con sus vecinos, puede también llevar a toda la economía de América del Norte a niveles superiores de desempeño.

La colaboración está bien establecida. Fue reforzada en la Cumbre de Líderes de Norteamérica realizada en Ottawa el 29 de junio de 2016. El documento denominado White House Fact Sheet recoge los compromisos para 2017 y hacia adelante. Muchos de estos acuerdos involucran trabajo en una amplia gama de temas que van desde aspectos sensibles del comercio internacional hasta los intercambios educativos, pasando por el apoyo a mujeres emprendedoras y la colaboración en foros internacionales. Sin embargo, algunos compromisos merecen destacarse por su injerencia en la competitividad económica, en caso de que el nuevo presidente de Estados Unidos tenga la voluntad de trabajar para hacer de Norteamérica una región aún más próspera. Dichos compromisos perfilan la agenda para 2017 y para los siguientes años.

 

Agilizar los cruces fronterizos

 

Las fronteras inevitablemente crean fricciones que pueden reducirse mediante la implementación coordinada de iniciativas. Actualmente, por ejemplo, operan programas de viajero confiable de manera independiente en cada uno de los tres países. Los líderes acordaron lanzar un portal norteamericano único para la atención de solicitudes, a más tardar, a finales de 2017. Hoy en día, cerca de cinco millones de norteamericanos participan en algún programa de viajeros confiables; sin embargo, más de 300 millones de personas cruzan legalmente la frontera Estados Unidos-México cada año y alrededor de 70 millones lo hacen en la frontera Estados Unidos-Canadá anualmente. Muchos de estos cruces corresponden a una misma persona que realiza múltiples viajes, pero con una población combinada en América del Norte de casi 500 millones, es razonable que al menos 20 millones puedan acreditarse como viajeros confiables. Construir portales en internet, agilizar los procesos de registro y asegurar que carriles exclusivos para viajeros confiables estén siempre disponibles facilitaría esta expansión. La misma lógica aplicaría a las empresas de “mensajería confiables” que estén dispuestas a cumplir con los requerimientos adicionales necesarios para asegurar que sus embarques están libres de contrabando. Varias iniciativas ya están en marcha y permiten agilizar el paso de la carga al tiempo que dan cumplimiento puntual a los estándares de seguridad.

Las agencias aduanales de los tres países deberían establecer una meta máxima de 30 minutos, en promedio, para que un viajero —regular o confiable— pueda cruzar la frontera. Cada punto fronterizo, incluidos aquí los aeropuertos internacionales, debe contar con un tablero electrónico en el que se exhiban los tiempos promedio de espera. El análisis sistemático de esta información deber ser la base para introducir mejoras continuas. El mismo tipo de metas y programas debe establecerse para el tráfico de camiones y trenes.

 

Ampliar la infraestructura fronteriza

 

Un gran paso sería la creación de un mecanismo trilateral virtual que tenga el mandato para desarrollar un Plan de Transporte de América del Norte y actualizarlo conjuntamente con los planes regionales fronterizos. Los gobiernos federales deben asociarse con las autoridades fronterizas estatales, provinciales y municipales para planificar nueva infraestructura fronteriza, establecer prioridades en función de los flujos comerciales y de viajeros, además de movilizar fuentes de financiamiento públicas y privadas. El Aeropuerto Internacional de Tijuana, al que desde 2015 pueden acceder los viajeros de San Diego mediante un corto puente peatonal y hacer uso de su amplio estacionamiento, provee un excelente modelo para la colaboración pública-privada. El único reproche es que a los procesos burocráticos les tomó demasiado tiempo permitir que Tijuana contribuyera a subsanar las limitaciones del aeropuerto de San Diego. Algunos visionarios hablaban de esta solución desde principios de los ochentas.

 

Reducir obstáculos al comercio Independientemente de que el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) se ratifique o no en 2017, los líderes deberían plantearse el objetivo de alcanzar, en 10 años, tarifas externas comunes de nación más favorecida para el 95% o más de las líneas de productos del Sistema Armonizado desagregadas a seis dígitos. Esto allanaría el camino para dispensar de las reglas de origen TLCAN/TPP a la mayoría del comercio (con excepción de rubros sensibles como automóviles, autopartes, textiles y ropa) y desincentivaría la “desviación comercial”; a saber, la importación de bienes desde terceros países hacia el país con la tarifa más baja, para de allí embarcarse, libre de tarifa, a sus vecinos en América del Norte.

 

Apoyar a empresas pequeñas

 

Esto puede realizarse elevando el umbral para que las declaraciones aduaneras en México y Canadá se simplifiquen y las importaciones queden exentas de impuestos y aranceles. Actualmente, el monto mínimo en Estados Unidos es de 800 dólares, el de Canadá de 20 dólares canadienses y el de México de 50 dólares estadounidenses. Elevar los límites canadiense y mexicano incentivaría los servicios de entrega inmediata, apoyaría el comercio electrónico e impulsaría la participación de las Pymes que, a menudo, exportan bienes de bajo valor. En el mismo espíritu, los tres gobiernos deberían crear páginas electrónicas trilingües y amigables para que las Pymes identifiquen compradores potenciales a lo largo y ancho de América del Norte. Los gobiernos también deberían incentivar a los bancos comerciales —mediante disposiciones generosas para la deducción de pérdidas esperadas en los préstamos— para que otorguen apoyos crediticios a las exportaciones de las Pymes.

 

Esforzarse por lograr la coherencia regulatoria

 

Además de impulsar las pláticas trilaterales en busca de un mayor equilibrio entre los tres países, sus gobiernos podrían acordar en principio que, antes de considerar la introducción de nuevos estándares, los entes reguladores de cada país tuvieran que examinar primero las disposiciones de sus contrapartes regionales en la materia (véase el documento US Executive Orden 13609 de mayo de 2012). A menos que un estándar o regulación existente sea notoriamente inadecuado, los otros países deberían aceptarlo. Para el conjunto existente de disposiciones y estándares relevantes, en los respectivos ámbitos federales, los socios de América del Norte tendrían que fijarse, como meta ambiciosa, la armonización o reconocimiento mutuo de al menos la mitad de estas normativas en un plazo de 10 años.

 

Construir una visión norteamericana en materia de energía y medio ambiente

 

En la cumbre de junio pasado, los líderes convinieron asociarse y establecer un plan de acción norteamericano en materia de clima, energía limpia y medio ambiente que contiene, entre otros compromisos, la meta de incrementar hasta el 50% el uso de fuentes de energía limpia para la generación de electricidad en América del Norte para 2025; la reducción de las emisiones de metano del sector de gas y petróleo entre 40% y 45% para 2025; elevar los estándares para eficiencia energética de emisiones vehiculares, y ampliar la colaboración para la protección de la vida silvestre, además de mejorar los sistemas de alerta temprana ante desastres naturales. Los tres países tienen la oportunidad de establecer un modelo de clase mundial para la cooperación regional en esas áreas, al tiempo que promueven la seguridad y sustentabilidad energética, y generan empleos y prosperidad.  

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Gary Clyde Hufbauer y Earl Anthony Wayne son, respectivamente, profesor emérito del Instituto Peterson de Economía Internacional y exembajador de Estados Unidos en México.