La inestabilidad financiera y la competitividad en México
El siguiente es un análisis lúcido del momento económico en el que está México. Explica la devaluación del peso, pronostica su cotización a mediano plazo, mira las implicaciones de los bajos precios del petróleo e identifica las oportunidades que todo esto puede traer al comercio exterior.
Por: Enrique Quintana

1. Introducción

 

Los mercados financieros internacionales entraron a una etapa de fuerte inestabilidad en la segunda mitad de 2015 y especialmente en los primeros meses de 2016, lo que causó, entre otras cosas, una depreciación generalizada de las divisas de los mercados emergentes. Una de las más afectadas en 2016 fue el peso mexicano. Las perspectivas de los mercados señalan que nuestra divisa mantendrá una devaluación real respecto a los niveles de 2014 en los siguientes meses y quizás en los próximos años. Esto ofrece oportunidades para el sector exportador mexicano, siempre y cuando se amplíe la provisión de insumos locales y se genere más valor agregado en pesos. Pero, al mismo tiempo, plantea el reto de una economía norteamericana cuyo sector industrial se ha detenido ante la pérdida de competitividad por un dólar muy fuerte y por la desaceleración de economías como la de China. En este texto se exponen los principales elementos que configuran esta perspectiva y se describen los retos que tienen las empresas y las autoridades para enfrentarla exitosamente y sacarle provecho.

 

2. La inestabilidad financiera internacional

 

Durante 2015 y los primeros meses de 2016, el mundo vivió una nueva etapa de inestabilidad financiera y un aumento en las percepciones de riesgo en la economía mundial. El resultado fue un descenso generalizado de los principales mercados accionarios; el desplome de los precios de las materias primas, especialmente del petróleo; el encarecimiento del dólar frente a la mayoría de las otras divisas, y una asincronía en las políticas monetarias de los principales bloques económicos del mundo.

El índice Global Dow, que refleja el comportamiento de 150 empresas globales en 25 países, retrocedió 17% en los 12 meses previos a la tercera semana de febrero de 2016. El precio del WTI, uno de los crudos de referencia más importantes del mundo, se desplomó 50% en ese mismo lapso. Y el dólar se encareció contra la mayor parte de las monedas en ese periodo. Frente al peso mexicano el alza fue de 21%; contra el real brasileño, de 40%; contra el rublo ruso, de 21%, por referir tan solo algunos ejemplos.

En el caso de las políticas monetarias, mientras que el Banco de Japón y el Banco Central Europeo han iniciado programas expansivos, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó su ciclo alcista de tasas de interés en diciembre de 2015, aunque hay dudas ya de que vengan nuevas alzas en 2016.

La inestabilidad financiera ha conducido a un aumento en la percepción de riesgo entre la mayor parte de los inversionistas a escala mundial, con énfasis en la situación de los mercados emergentes. El índice del seguro contra incumplimiento de pago de deuda (CDS) para México aumentó de 111 puntos base en febrero de 2015 a 202 en la tercera semana de febrero de 2016. En el caso de Brasil, el incremento fue de 242 puntos a 477 puntos en el mismo lapso. Para Colombia, el salto fue de 150 a 287.

¿Qué significa este comportamiento de los indicadores señalados? Para la mayor parte de los economistas, lo que estamos viviendo es todavía parte de las secuelas de la gran crisis de 2008-2009. Sin embargo, hay factores de diversa naturaleza que se han conjugado para acentuar esta situación de mayor riesgo y deterioro financiero:

1. La incertidumbre respecto a la “normalización” de la política monetaria en Estados Unidos (EU). Al término de febrero, el comportamiento de los futuros de los fondos federales en EU señala que ya no habrá aumento de tasas en 2016, lo que va en contrasentido de lo que se percibía a finales del 2015.

2. La caída de los precios del petróleo tiene componentes tecnológicos y políticos, lo que genera incertidumbre. Por un lado, está el boom del shale en EU y, por otro, el posible incremento de la oferta de Irán, tras los acuerdos con Occidente.

3. La desaceleración china no solo ha reducido la demanda de materias primas en ese país sino que ha gestado una situación de incertidumbre respecto al futuro de la segunda economía del mundo.

4. La caída de los precios de las materias primas ha causado un freno económico en algunos de los grandes países emergentes exportadores de tales materias, como Brasil o Rusia.

5. El fortalecimiento del dólar ha generado una pérdida de competitividad de las exportaciones de EU y ha frenado a su industria.

6. Se han generado dudas respecto al futuro de los bancos europeos ante la aparición de tasas de interés nominales negativas, lo que ha propiciado una fuerte caída de las acciones de estas instituciones.

 

Este conjunto de elementos configura un escenario en el que se estima un menor crecimiento para la economía mundial. Las estimaciones de la ocde actualizadas en la tercera semana de febrero indican que la economía mundial crecería en 2016 apenas 3% (lo mismo que en 2015), un 0.3% menos que en su estimación previa. Incluso, la mayor parte de las grandes economías crecerá en 2016 menos que los estimados de cierre de 2015.

Este entorno internacional define un conjunto de retos para la economía mexicana y, específicamente, para sus empresas exportadoras (ver cuadro 1).

 

 

3. Los impactos en México

 

En una economía abierta como la mexicana, es prácticamente imposible sustraerse a los impactos generados por la inestabilidad. A lo largo de 2015 y en los primeros meses de 2016, los impactos más fuertes tuvieron que ver con tres variables: el tipo de cambio, los precios del petróleo y el crecimiento de las exportaciones.

Los factores que incidieron en cada una de esas variables, sin embargo, fueron diferentes.

En cuanto al tipo de cambio, ya comentábamos que hubo una depreciación del peso frente al dólar, al igual que de la mayoría de las monedas de los mercados emergentes. No obstante, hay que ubicar dos etapas en esa depreciación. A lo largo del primer semestre de 2015, nuestra moneda se devaluó 5.6% frente al dólar —en contraste, por ejemplo, con el real brasileño, que se devaluó 14.9%. A lo largo de la primera mitad de 2015, la divisa mexicana resultó de las menos depreciadas. Esta diferenciación se rompió marcadamente en 2016. En el primer mes y medio del año, la depreciación del peso fue de 9.5% y, en contraste, la del real brasileño fue de 3%.

Lo que sucedió en los últimos meses del año pasado y acusadamente en las primeras semanas de 2016 fue el uso del peso mexicano como cobertura, como un activo de alta liquidez que era el primero en ser vendido cuando venían oleadas de aversión al riesgo. Y ese comportamiento dio lugar a que algunos inversionistas de corto plazo apostaran en operaciones por la devaluación del peso, generando un impulso adicional a su encarecimiento, y aprovecharan la liquidez provista por las subastas de dólares de Banxico.

En febrero, la Comisión de Cambios anunció la suspensión de las subastas programadas de dólares, y el Banxico, un alza inesperada en las tasas de interés, con objeto de generar un mayor riesgo para el grupo de inversionistas que apostaron a la depreciación de nuestra moneda. Al escribir estas líneas aún estamos en proceso de evaluación de mediano plazo de la eficacia de la medida anunciada.

Respecto a la caída del precio del petróleo, el impacto más importante es sobre las finanzas de Pemex. El presupuesto del Gobierno federal en 2016 tiene dos amortiguadores al impacto de la caída de los precios del crudo. El primero son las coberturas, que aseguraron 212 millones de barriles a un precio promedio de 49 dólares, con una prima que costó 17 mil 503 millones de pesos y que se cargó al gasto de 2015. Aun considerando un precio promedio de la mezcla mexicana de exportación, optimistamente, de 30 dólares por barril, el ingreso que México obtendrá por esta operación se puede estimar entre 72 mil y 77 mil millones de pesos. Será mayor si el precio promedio es más bajo.

El otro amortiguador es el ieps a las gasolinas. En el presupuesto para 2016 se estimó un monto de 209 mil millones de pesos por este concepto. Si el diferencial de precios entre las gasolinas de México y EU se ensancha en virtud de la caída de los precios de los combustibles, el monto obtenido también crecerá.

Sin embargo, Pemex no tiene estos efectos amortiguadores. Por esa razón, el Gobierno federal anunció una reducción de 100 mil millones de pesos a los gastos de la petrolera en 2016.

El otro impacto relevante, que es la caída de las exportaciones, deriva tanto de la pérdida de los ingresos petroleros como del freno de las exportaciones manufactureras. A ello contribuye fuertemente el freno de la propia actividad industrial de los EU. En diciembre de 2015, la producción industrial de EU cayó 1.9% respecto al mismo mes del año previo. Y las exportaciones mexicanas dependen en alto grado de la evolución de la industria norteamericana.

Además del impacto que el propio sector petrolero doméstico de EU tuvo por la caída de los precios, afectó la pérdida de competitividad de las exportaciones de EU, que cayeron 7.3% en 2015, caída derivada en buena medida de la apreciación de su moneda respecto a casi todas las demás.

En materia de crecimiento, el entorno económico más complejo para México ha reducido los estimados de crecimiento para 2016 y 2017. Para este año, a tasas cercanas a 2.5%, con tendencia a reducirse más, quizás para converger en 2%. Para 2017, no se ve la posibilidad de un crecimiento superior al 3% (ver cuadro 2).

 

 

4. El efecto de la inestabilidad sobre la competitividad y el comercio exterior

 

¿Cuál es el efecto que tiene este episodio de inestabilidad internacional sobre la competitividad de las empresas mexicanas y sobre el comportamiento de sus exportaciones? Los efectos son positivos por el efecto cambiario y negativos por el freno a la actividad económica.

El efecto cambiario. Uno de los efectos más inmediatos tiene que ver con el tipo de cambio del peso frente al dólar. La depreciación promedio del peso frente a la divisa norteamericana fue de 19.2% en 2015 y había sido de 4% en 2014. Considerando los dos años, la depreciación acumula 23.9%. Este cambio, en principio, debiera propiciar un aumento de competitividad de las exportaciones mexicanas. Pero esto hay que relativizarlo en función de la estructura de costos de las empresas.

El análisis del inegi del valor agregado nacional de la industria manufacturera exportadora global en 2014 indica un porcentaje de 42.9% de la producción total. Si bien esta cifra ha aumentado del 36.2% que tuvimos en 2009, implica que más de la mitad de los insumos de las empresas manufactureras son importados, lo que en conjunto limita el efecto positivo de la devaluación.

En la producción de automóviles, este porcentaje llega hasta 63%, mientras que, por ejemplo, en equipo de audio y video queda en 14.3%. El impacto positivo de la depreciación del peso se hará más visible en los sectores con mayor valor agregado nacional y con una estructura de costos en pesos.

En el ámbito de los servicios, el sector turismo podrá ser uno de los beneficiarios importantes. Sucede lo mismo para una parte importante de las exportaciones agropecuarias. Sin embargo, es probable que este impacto no sea visible en el corto plazo y dependa de la permanencia de la depreciación. Los pronósticos más recientes para el cierre de 2016 señalan una paridad de 17.78, por lo que es factible que la depreciación promedio de todo este año sea de alrededor de 16%, lo que hace pensar en un impacto favorable a las exportaciones no petroleras para 2017 y los años siguientes, así como un incentivo adicional a la sustitución de proveedores importados por proveedores nacionales.

El efecto de la menor actividad económica. Mientras que la depreciación del peso frente al dólar tendrá un efecto positivo en las exportaciones con mayor valor agregado nacional en el mediano plazo, la menor actividad industrial de EU tendrá un efecto negativo en el corto plazo. Como comentamos, en diciembre de 2015 la actividad industrial en EU retrocedió 1.9%, una tasa que repercutió en un crecimiento de las exportaciones manufactureras, que apenas crecieron 0.8% en el año y retrocedieron 6.1% en diciembre. En 2016, la previsión es que el crecimiento industrial de EU no se recupere significativamente, por lo que también habrá un efecto negativo en las exportaciones. Este efecto probablemente termine hasta que la apreciación del dólar concluya y tengamos una situación de mayor estabilidad internacional, que permita la recuperación industrial de EU.

 

La caída de la exportación petrolera. El impacto negativo más directo sobre las exportaciones mexicanas se da sin duda en el sector petrolero. La caída de los ingresos por exportación petrolera fue de 45% en 2015 respecto al año previo, y acumula una reducción de 53% respecto a 2013. Paradójicamente, en términos de la balanza petrolera, a partir de los últimos meses de 2015, en que México ya tuvo déficit en este rubro, la caída de los precios globales de los hidrocarburos generará un efecto positivo en la balanza comercial del sector.

 

En conclusión: en un contexto internacional de inestabilidad e incertidumbre, será difícil ver un incremento sustancial de las exportaciones no petroleras de México en lo inmediato. Sin embargo, es probable que se aceleren los procesos de inversión en sectores como el del automóvil y sus partes, así como otros de alto valor agregado nacional, puesto que el horizonte con el que se toman las decisiones de inversión es de mediano plazo y las previsiones cambiarias señalan una mayor competitividad de las exportaciones mexicanas en esos sectores. Por lo tanto, es de esperar que la tendencia del crecimiento de las exportaciones manufactureras se normalice o incluso que se acelere en el mediano plazo (ver los cuadros 3 y 4).

 

 

 

 

5. Los retos para los exportadores

 

La mayor parte de las estimaciones de intermediarios financieros y consultorías establecen un tipo de cambio del peso frente al dólar relativamente débil para 2016 y 2017. El promedio de la encuesta de Banamex indica un estimado de 17.78 para el cierre de 2016 y de 17.48 para 2017.

Aunque la depreciación promedio sería menor este año y habría un fortalecimiento de nuestra moneda en el año 2017, la estructura relativa de los costos y los ingresos habrá cambiado significativamente respecto a años previos. Es decir, no se trata de un fenómeno episódico sino de un cambio duradero.

La actual perspectiva de los mercados en los movimientos de la Fed, que considera que en 2016 podría ya no haber aumentos adicionales de tasas de interés, no dibuja un escenario de menor apreciación del dólar frente a otras monedas, que podría contribuir a sacar de su estancamiento a la producción industrial en Estados Unidos.

Con estos elementos en el escenario, las empresas exportadoras tienen el reto de tomar un porcentaje mayor del mercado norteamericano. Para ello se requieren, a mi parecer, de algunas condiciones:

1. Una mayor provisión nacional. En la medida en que las empresas exportadoras se muevan hacia estructuras de costos con predominio de pesos y no de dólares, podrán hacer efectiva la mayor competitividad de sus productos y servicios, sea a través de márgenes mayores que incentiven la inversión y la reinversión, o de reducción de los precios finales en dólares en sus productos.

2. Impulso a los proveedores nacionales. Para hacer realidad la condición previa, se requiere de políticas activas de respaldo a exportadores nacionales indirectos. No se trata solamente de ampliar el crédito para ellos, sino también de apoyar en los cambios organizacionales que requieren, con objeto de que puedan cumplir los estándares exigidos por muchos exportadores.

3. Mayor participación de la banca privada en el negocio exportador. Los apoyos financieros a los exportadores de la banca de desarrollo no son suficientes, por lo que se requiere que entre en mayor grado la banca comercial. En un contexto de astringencia de recursos en mercados de capitales y bonos para economías emergentes, el papel de la banca comercial se hace todavía más relevante en el financiamiento exportador.

 

6. Conclusiones

 

Las crisis son casi siempre también oportunidades. La sacudida financiera que ha golpeado a México puede propiciar una serie de cambios que, paradójicamente, pueden fortalecer la posición de México en el mediano plazo y ampliar sus capacidades de crecimiento.

Por un lado, puede empujar a tener finanzas públicas más sanas y una empresa petrolera estatal reorganizada, con capacidad para crecer ante la competencia y cuando cambie la dirección de los precios de los hidrocarburos. Y también puede contar con un sector exportador con ventajas que consolide la posición de México como uno de los protagonistas más importantes del mundo en el comercio exterior.

Si a ello aunamos la posibilidad de que en el mediano plazo, por la vía del Acuerdo Transpacífico (TPP), se relance el comercio mundial, nuestro país está colocado en una posición privilegiada para tener un mayor crecimiento en la próxima década.

Sin embargo, realizar este potencial no es algo automático y requiere de decisiones en políticas públicas para apoyar la proveeduría nacional de las exportaciones, así como de la determinación de un segmento de inversionistas para apostar a la exportación de bienes y servicios como una vocación duradera y una gran apuesta para el crecimiento de nuestra economía en el largo plazo.