La pandemia y su impacto en la Economía y el comercio exterior de México
Entre los factores que podemos emplear para intentar dimensionar las secuelas económicas de la pandemia se encuentra la memoria que preservamos de crisis pasadas, así como las tendencias en las cadenas globales de valor, como ocurre con la guerra económica que se libra entre Estados Unidos y China, o la reciente entrada en vigor del T-MEC. En conversación con Comercio Exterior, el director general del IDIC José Luis de la Cruz, autor del libro México frente a su crisis, plantea un abanico de temas que invitan a reflexionar sobre el rumbo a seguir.
Por: Susana Sáenz

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¿Cuál es su valoración del comportamiento de la económica mexicana en esta compleja coyuntura mundial?

Con información a abril se puede observar que la caída de la economía mexicana, de casi 20% a tasa anual, es la más severa desde que se cuenta con registros mensuales; es decir, 1993. También es de una magnitud superior a la registrada a principios de los ochenta que marca el inicio del periodo conocido como “década perdida”. Así que, considerando los treinta años de crecimiento económico ininterrumpido del llamado “desarrollo estabilizador” (1940-1970), tendremos que remontarnos a la Gran Depresión del 29 para ubicar una crisis de proporciones similares a la que, con base en los datos disponibles, se está perfilando en el país. ¿En qué se diferencian la crisis actual y la de 1929? En aquel momento, la crisis fue provocada por un crac bursátil, al que siguió una prolongada desaceleración de la actividad económica. La de ahora tiene su origen en un problema de salud pública no visto en más de 100 años, por lo que las políticas monetarias y fiscales habituales serán insuficientes para atacar el problema.

 

 

Para algunos analistas la evolución de la actividad económica seguirá una curva en forma de “V”; otros, más cautos, asumen que tendrá la forma de una “U”, o incluso de “L” para los más pesimistas. ¿Qué tan prolongada será esta crisis?

Históricamente a México le toma un periodo de entre dos y cuatro años para remontar una crisis y recuperar el nivel previo de actividad económica. En esta ocasión, sin embargo, habrá de enfrentar una situación todavía más adversa. Estados Unidos, un motor habitual para el crecimiento de la económica mexicana y particularmente relevante en episodios como el de la crisis de 1995, experimenta una profunda recesión —la mayor de los últimos cincuenta años—. La emergencia sanitaria sigue en curso y el reciente repunte en el número de contagios ha frenado o revertido los procesos de desconfinamiento en varias ciudades estadounidenses. Esta situación tan incierta, afectará aún más la actividad económica del vecino del norte, la dinámica de su comercio exterior y, por ende, tendrá un impacto negativo en la recuperación de la economía mexicana. Aún con la entrada en vigor del T-MEC, me parece que a México le tomará entre 3 y 5 años para remontar esta crisis. Vamos a ver si la política económica del país es capaz de trazar una ruta más rápida para la recuperación.

 

Para establecer un marco de referencia, ¿qué destacaría del desempeño de la industria del país en 2019, el año previo a la pandemia?

Evidentemente la economía mexicana llegó a 2020 con signos de debilidad: en 2019 la economía cayó 0.3% y, en diciembre de ese año, la producción industrial acumulaba ya 15 retrocesos consecutivos. La tendencia a la baja era notoria. En un horizonte temporal más amplio, se puede apreciar que el crecimiento promedio de la industria en los últimos 18 años es de 0.5%: una expansión muy limitada, a pesar de que exportamos muchas manufacturas. El problema es que, en ausencia de una política industrial, el valor que se agrega internamente a las exportaciones mexicanas es muy bajo. Los débiles encadenamientos productivos del sector exportador con el resto del tejido industrial limitan la dinámica industrial del país. El panorama tampoco luce alentador en otros sectores productivos: el de la construcción exhibe un comportamiento muy débil y el extractivo resiente la caída muy significativa de la producción de petróleo y gas.

 

 

¿Qué otros elementos deberían considerarse para tener una imagen más completa de la situación económica actual del país?

En este complejo panorama mundial, hay un conjunto de variables clave de la economía mexicana que muestran una evolución aceptable. Hay estabilidad en precios; el tipo de cambio ha resistido los embates internos y externos, y se logró contener la depreciación observada en las primeras semanas de la emergencia sanitaria. Las finanzas públicas tuvieron buenos resultados en el primer trimestre del año, aunque a partir de abril los ingresos gubernamentales perdieron fuerza. Su prueba de fuego vendrá a partir del segundo trimestre del año. La evolución de estas variables va a incidir en el desempeño de actividades relevantes para el rumbo económico del país; entre otras, el comercio al menudeo —por el sustento que brinda a miles de familias mexicanas—, el comercio al mayoreo —importante indicador de la dinámica empresarial del país—, el transporte y otros servicios como los educativos, los de salud y los profesionales.

 

 

¿Cuál es la evolución de otras regiones del planeta? ¿Hay constancia de estrategias exitosas de recuperación económica?

Los mayores éxitos se están viendo en Asia. China, por ejemplo, ya lleva dos meses de crecimiento en su sector industrial. Después de las fuertes caídas de enero y febrero, en marzo logró frenar el descenso, y en abril y mayo ya registra tasas de crecimiento que están promediando 4.3 por ciento.

 

Corea del Sur también logró contener y remontar los retrocesos moderados que experimentó su actividad económica. En otros países del área de influencia china, como Taiwán y Hong Kong, la evolución económica muestra aún resultados mixtos, pero ya se aprecian signos de estabilización. Impulsada por la solidez de su industria, Alemania va a ser probablemente la primera economía europea en recuperarse y lo hará junto con Francia, país con el que estableció una alianza de política industrial para reactivar sus economías. En el continente americano, Canadá logró estabilizar su económica y se enfila a la senda del crecimiento. Cabe apuntar, sin embargo, que la incierta evolución de la pandemia pondrá a prueba la fortaleza de la recuperación económica en todos los países.

 

 

¿Cómo incidirá el arranque del T-MEC en la evolución de la economía mexicana?

El impacto del T-MEC en la evolución de la economía mexicana se verá con mayor claridad en un lapso de dos años, habrá que dar tiempo a que maduren las inversiones y los proyectos que están realizando las empresas en previsión a la entrada en vigor de la nueva normativa comercial. Así sucede en todos los acuerdos comerciales y, en el caso particular del T-MEC, deberá tenerse en cuenta, además, que muchas de las desgravaciones arancelarias para el comercio intrarregional ya estaban consideradas en el TLCAN, el acuerdo comercial previo. Por tanto, los efectos del nuevo tratado difícilmente se materializarán en el corto plazo.

 

Otro elemento a considerar es la recesión que experimentan los tres socios comerciales del Norteamérica, sobre todo México y Estados Unidos. Seguramente las inversiones y proyectos en marcha, así como los programados con antelación y que deberían ejecutarse en los próximos meses tendrán que adecuarse al nuevo entorno recesivo. Hay cautela entre los inversionistas, porque la evolución reciente de la pandemia no permite establecer un tiempo aproximado para la normalización de las actividades económicas.

 

Otro factor que gravitará en la evolución del T-MEC es la cada vez más próxima elección presidencial en Estados Unidos. Ya que sabemos que el nuevo tratado es un proyecto del presidente Trump y los inversionista actuarán con mayor cautela ante un eventual relevo en la jefatura de gobierno. No porque el tratado corra peligro —yo creo que no—, pero hasta ahora se desconoce el matiz que pudiera incorporarle al acuerdo trilateral Joe Biden, en caso de llegar a la presidencia. Esta eventualidad seguramente abrirá un compás de espera en las decisiones de inversión de las empresas. Y, finalmente, agregaría otro elemento, que justamente señaló Alejandro Werner, directivo del Fondo Monetario Internacional: México debe trabajar para apuntalar la confianza y la certidumbre entre los inversionistas. De no prosperar en este empeño, el T-MEC abonará poco a la reactivación de la economía mexicana.

 

 

Dentro de los planteamientos y propuestas de su libro México frente a su crisis: el reto de la 4ta transformación, ¿cuáles considera que son los aspectos más destacados de un respuesta integral y virtuosa a la crisis económica en marcha?

Lo primero es generar un gran acuerdo nacional. El gobierno no cuenta con los suficientes recursos financieros para hacerse cargo, por sí solo, de la necesaria recuperación de la economía mexicana, de la preservación del empleo y del tejido empresarial. Así que un gran acuerdo nacional resulta imprescindible. Ese gran pacto nacional deberá garantizar que la inversión y el gasto público repercutan positivamente en el valor agregado internamente a los bienes y servicios producidos en el país; es decir, impulsar lo hecho en México. El objetivo de elevar la productividad y la competitividad también debería formar parte de este acuerdo nacional y estar en línea con la preservación del empleo y del bienestar social. En la ejecución de este gran acuerdo nacional, la banca de desarrollo tiene un papel preponderante, pero debe asumir un papel más activo en el financiamiento del sector productivo, especialmente de las pequeñas y medianas empresas. Es fundamental, por último, que se incremente la inversión pública en materia de infraestructura y se apoye en forma decidida al sector de la construcción, porque es uno de los motores más dinámicos con que se cuenta para revertir la recesión de la economía mexicana.

 

 

¿Cómo repercutirán la emergencia sanitaria y las medidas para restringir la movilidad en espacios públicos en la digitalización y automatización de las empresas del país?

México, en principio, debe reconocer que la cuarta revolución industrial, de alguna forma, va ya muy adelantada. Difícilmente está en condiciones de ejercer algún tipo de liderazgo innovador porque la mayor parte de ese avance ya se produjo. Tiene, por tanto, que democratizar la revolución tecnológica, poner al alcance de la inmensa mayoría de las empresas los avances de la cuarta revolución industrial, la parte de tecnificación, de digitalización, el uso de telecomunicaciones, los procesos llevados a la nube, así como los avances en robótica, mecatrónica, microelectrónica, por citar algunos ejemplos.

 

Y evidentemente el sistema educativo, que tiene que ir hacia procesos de mayor calidad en la enseñanza de matemáticas, de física, de ciencia y tecnología para que los niños y los jóvenes estén listos para adaptarse a la cuarta revolución industrial, especialmente para tener la capacidad de incidir en los procesos tecnológicos que le seguirán.

 

 

¿Cómo evolucionarán las cadenas de valor internacionalmente muy segmentadas, como la automotriz y la aeroespacial?

El T-MEC genera un nuevo marco de referencia para la industria automotriz en Norteamérica. Es claro que las reglas de contenido regional y las regulaciones laborales y salariales contenidas en el nuevo tratado sí representan un cambio sustancial en su dinámica productiva. Con el impulso del TLCAN, México se consolidó como una plataforma de producción y exportación de automóviles y autopartes muy dinámica, con Estados Unidos como mercado de destino muy relevante. Ahora existen algunas dudas sobre el destino de las nuevas inversiones productivas de la industria automotriz norteamericana: si van a seguir llegando a México o si alguna porción va a redireccionarse a Estados Unidos o Canadá. Seguramente estas decisiones ya están en la mesa de los directivos de las empresas automotrices con intereses en la región y creo con buena oportunidad para que las inversiones lleguen a México y contribuyan a la recuperación de su economía. En cuanto a la aeronáutica, es una industria relativamente nueva en el país, pero con una evolución muy positiva. Para mantener su dinamismo, México deberá redoblar sus esfuerzos para generar un entorno propicio para el arribo de más inversiones. Hay que considerar que, en este entorno recesivo, algunos proyectos se redimensionarán a la baja, sobre todo los vinculados al turismo y al tráfico aéreo, dos actividades muy afectadas por la pandemia y las medidas que restringen la movilidad.

 

 

Desde antes de la pandemia se desarrollaba una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo. Ya se había logrado firmar la fase uno de un acuerdo entre Estados Unidos y China, pero las tensiones se incrementaron tras el brote de la covid-19. ¿Cómo repercutirá la crisis sanitaria en la coyuntura internacional?

La guerra geopolítica y geoeconómica que sostienen Estados Unidos y China no va a cambiar, y seguirán gravitando en la política exterior del presidente Trump. Con la elección en puerta y un eventual relevo en la presidencia, está política podría incorporar algunos matices, pero no cambiaría sustancialmente porque, al final del día y más allá del presidente Trump, el objetivo de Estados Unidos es recapturar parte de los procesos de manufactura que se fueron a China y traerlos de regreso hacia América del Norte, particularmente a Estados Unidos.

 

Una eventual reelección del presidente Trump, agudizaría esta confrontación. Entonces México, Estados Unidos y Canadá, buscarían sustituir con producción regional parte de los insumos intermedios, maquinaria, equipo y bienes de consumo final que hoy se importan de China. Probablemente, los propios chinos decidirían instalar parte de su producción en Norteamérica, sobre todo en México, para tratar de salvar las restricciones que les impondría esta guerra comercial.

 

 

China tiene una presencia muy destacada en las cadenas globales de valor. ¿Cómo incidirá esta crisis en la dinámica productiva global y en la de los flujos internacionales de comercio e inversión?

Es un punto muy relevante porque hoy en día China produce 1 de cada 4 dólares de valor agregado en las manufacturas, es decir que el 25% de las manufacturas mundiales se producen en China, y evidentemente esto implica que hay una alta dependencia de lo que se fabrica allí. Si Trump se reelige, seguramente presenciaremos un cambio en esa arquitectura internacional, porque el presidente presionará para que eso ocurra y seguramente, en un segundo mandato, podría concretar la reconfiguración de la Organización Mundial del Comercio y de otros organismos reguladores a nivel internacional para ejercer una mayor presión sobre China.

 

 

Como conclusión, ¿qué podemos esperar del segundo semestre del año? Se ha dicho que la resiliencia será un factor clave para la recuperación.

La capacidad de recuperación de la economía mexicana ha quedado demostrada en las distintas crisis que ha enfrentado en los últimos 40 años. Lo importante en esta nueva coyuntura, es que no solo se consiga recuperar el nivel anterior, sino emprender un verdadero proceso de transformación que nos permita generar una dinámica de crecimiento económico superior a 4% y mantener esa dinámica. La manera de hacerlo es recuperar nuestra capacidad de desarrollo, de inversión propia, y ahí el único mecanismo que ha demostrado ser viable en los últimos 40 años es la industria. El desarrollo industrial está en la raíz del despegue de Corea, China, Indonesia y a Singapur. México tendría que seguir por ese camino, incrementar sustancialmente sus capacidades productivas y llevarlas a un nuevo nivel de crecimiento y de desarrollo social para los próximos 15 años.

 

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