Edición 18
Usted participa en una serie de investigaciones comparadas sobre desarrollo. ¿En qué consiste el proyecto?
Nos preocupa tener una visión amplia de los esfuerzos que realizan los países para su desarrollo, en particular, de las lecciones que pueden aprenderse de aquellas naciones que han tenido un desarrollo más rápido en la historia reciente. Formo parte de un grupo de investigadores que estudia y realiza seminarios sobre el Estado desarrollador. Hemos trabajado en el sector académico y también tenemos experiencia en la administración pública, sobre todo en política económica.
La reflexión sobre este asunto es muy pertinente porque México tuvo un gran crecimiento entre los años cuarenta y principios de los ochenta, y después cayó terriblemente: en los últimos 35 años hemos crecido, en promedio, dos por ciento anual. Tomamos el modelo del Estado desarrollador, que parte de las experiencias exitosas, primero, de Estados Unidos en su etapa inicial, y de la Alemania de fines del siglo XIX. En los años de la restauración de los Meiji, Japón adoptó el esquema alemán con mucho éxito. Ambos países retomaron el crecimiento, y de manera importante, tras la Segunda Guerra Mundial. En la posguerra hay ejemplos muy conocidos, como China y Corea del Sur. Yo me concentré en Vietnam, el caso más reciente de desarrollo rápido e integral. El nivel de vida de su población ha mejorado significativamente.
Esto dio lugar a una serie de seminarios en El Colegio de México, en los que se ha buscado comparar a México con países en diferentes momentos de la historia. Desde la perspectiva de la economía política, buscamos qué tienen en común los casos de países que han conseguido ese desarrollo, con tasas muy altas de crecimiento que bene cian a la mayor parte de la población. Luego proponemos estrategias para retomar la senda del desarrollo rápido, sostenido, sustentable, incluyente y equitativo.
¿Hay recetas para promover el desarrollo económico?
Hay una serie de elementos comunes y hay otros que varían. Todos los países que han logrado crecer durante varias décadas a tasas aceleradas (casi siempre de siete por ciento o más) parten de una coyuntura histórica y política que permite un gran salto hacia delante. Detrás del éxito hay mucha planeación pero también la capacidad de aprovechar los momentos de oportunidad. De los conflictos armados, de procesos de renovación nacional, de periodos económicos y sociales difíciles, tanto externos como internos, surgen los modelos de crecimiento estabilizador.
Un segundo elemento en común es la integración regional, que obedece a condiciones tanto internas como externas, y la construcción política de un Estado nacional que aspire a la unidad dentro de la diversidad. Al mismo tiempo, surgen liderazgos políticos con visión de largo plazo y la voluntad de un cambio de fondo. Se construye un Gobierno fuerte que reconoce las aspiraciones del conglomerado nacional y cuenta con el respaldo mayoritario de la sociedad.
Hemos observado que en esos países se aspira a un crecimiento económico sostenido pero también a mejorar la situación de la población en general, de tal modo que la solidaridad de la sociedad se pueda mantener en el largo plazo.
Un factor adicional son los valores sociales que implican cierto nivel de disciplina, impuesta a veces por el Gobierno fuerte. Hay valores locales de austeridad, disposición al trabajo y ahorro: la idea de que se debe trabajar muy duro ahora y generar ingresos adiciona- les para poder invertirlos de manera sostenida, aunque ello implique un sacrificio largo. Conseguir esto es muy difícil. Por eso, en muchos de los países que he mencionado ha habido gobiernos autoritarios; tal es caso de China y Vietnam, donde un partido comunista fuerte fue capaz de movilizar a la población y llevarla por un camino de austeridad y sacrificio que permitió mejorar las condiciones de vida.
Otro elemento central son las instituciones fuertes y servidores públicos convencidos de la importancia de hacer bien las cosas en función del interés nacional.
Hay algunos factores más: el impulso fiscal y financiero, para hacerse de los recursos necesarios para alcanzar las metas, y la capacidad de generar ahorro, movilizarlo para la inversión y sostenerlo durante mucho tiempo. Así lo hicieron Alemania y Japón, mediante distintas mezclas de instituciones públicas y privadas, pero siempre con un papel central, rector, del Gobierno.
¿Cómo logró un país como Vietnam alcanzar el éxito en su desarrollo económico?
El caso de Vietnam es muy interesante porque, durante más de 10 siglos estuvo dominado por los chinos, aunque siempre conservó su identidad nacional. Vietnam se quitó a China de encima, pero muy rápidamente, en el siglo xix, cayeron en manos de los franceses, quienes impusieron su sistema hasta el siglo xx.
En la Segunda Guerra Mundial, Vietnam fue invadido por Japón. Al concluir el conflicto, Francia recuperó su posición colonial. Pero Vietnam nunca se rindió y se liberó de ese dominio en un momento en que se le vinieron encima los soviéticos, por un lado, y los estadounidenses, por el otro, lo que desembocó en la guerra de Vietnam. Era la época de la Guerra Fría.
Por su deseo de independencia, los vietnamitas fueron muy pragmáticos y siguieron un proceso, iniciado por el Partido Comunista (PC). En esa organización se dio una disputa. Ante lo ocurrido en China y el ejemplo de Corea, los vietnamitas decidieron ir por un camino similar al del gigante asiático: liderazgo político del PC pero con economía de mercado. Fue entonces que los vietnamitas lanzaron el doi moi, “el gran cambio”, para sacar adelante a la población después de varias décadas de guerra. Como única alternativa, crearon un Estado fuerte que pudiera unir a un territorio extenso.
Arrancó un proceso de planeación de largo plazo, pero muy flexible. A lo largo de los últimos 30 años construyeron instituciones que habían visto en otros países, pero adaptadas a sus necesidades y particularidades. Lo primero fue subsistir, porque la guerra había destruido al país. El proceso permitió construir alianzas internas a favor del desarrollo y establecer planes quinquenales e, incluso, a diez años. La estabilidad política ha permitido la renovación de líderes y presidentes cada cinco años, con metas muy concretas para ellos. En los últimos 25 años, Vietnam ha sido el país con mayor crecimiento después de China: 7.2% en promedio durante varios periodos.
Destacan dos aspectos del proceso: desde el punto de vista estructural, Vietnam entendió que tenía que pasar por diferentes etapas bien organizadas y empezar por satisfacer necesidades básicas, lo que implicó retomar el desarrollo agropecuario, que ahora es un sector muy próspero. Para lograrlo no sólo necesitó inversión extranjera; también creó pequeños y medianos empresarios locales y, al mismo tiempo, mantuvo empresas estatales que aún tienen un papel importante pero decreciente. Después vino el impulso a la industrialización como elemento clave para dar valor agregado a sus materias primas.
El segundo aspecto: de los procesos de largo plazo que ha habido en Asia, el de Vietnam es el más equitativo. En estos años, el 40% más pobre de la población ha mejorado su nivel de ingresos. Para ello, tomaron importantes medidas de desarrollo regional y establecieron un nivel básico de ingresos que permite el acceso a las oportunidades de bienestar.
Es el único caso que conozco (y lo admite el Banco Mundial) donde el 40% más pobre de la población ha mejorado su posición pese a un crecimiento tan alto. En otros países, el crecimiento alto ha ido acompañado de una peor distribución del ingreso. Lo que Vietnam ha entendido muy bien es que, en la medida que haya mejores ingresos, salarios y oportunidades para la población, habrá también una demanda local. Esto es clave para un país que quiere invertir sus propios recursos y, al mismo tiempo, usar su mano de obra barata para la exportación.
Mauricio de Maria y Campos
La industria automotriz de Vietnam apenas está en sus primeras etapas. ¿A qué se debe?
¿Qué necesitaba Vietnam para facilitar la movilidad de la gente? Bicicletas. No había recursos porque la gente tenía que ahorrar para invertir. Después, empezó a desarrollar el sector de las motocicletas, los camiones y autobuses, y ahora está dando el salto a la industria automotriz. Tienen plantas ensambladoras, pero son relativamente pequeñas.
Aunque en un principio los vietnamitas estuvieron tentados a producir vehículos ensamblados para la exportación, consideraron que no tenían los recursos tecnológicos necesarios en un mercado internacional muy complicado. Su ventaja era la mano de obra barata calificada; como maquiladora, podían tener un papel muy importante.
Luego se dieron cuenta de que podían agregar valor a su producción. Destacan, al respecto, la producción de motocicletas y la industria naviera. Con su mano de obra barata, Vietnam ayudó a la industria naviera coreana en ciertas fases de la construcción, pero después desarrolló sus propios astilleros, donde hacen varios tipos de barcos. De reciente creación, Vingroup responde a la asignatura pendiente de contar con industrias nacionales fuertes.
Ahora el país ha tenido que abrirse más al exterior, no únicamente a las inversiones estadounidenses y europeas sino también a las chinas, coreanas y de otros países, para así integrarse más que antes, cuando seguía el camino de la maquila. Viene la etapa de una población grande con ingresos suficientes para comprar automóviles.
Aunque ha habido cierta presión para importar, la contuvieron. Empresas como General Motors y las japonesas han estado operando en Vietnam, pero las autoridades han visto que al país le conviene crear una industria automotriz propia y fuerte que empiece a operar desde el mercado interno. Han decidido producir automóviles con una estrategia propia. Un hombre muy rico decidió incursionar en la industria. Hizo un cálculo muy audaz y arriesgado: sabe que, además de contar con un mercado local potencial, puede competir si logra tener tecnologías y marcas propias para exportar. Además, debe estar al tanto de la transformación de la industria automotriz mundial, que aún tiene inversiones enormes en vehículos con motores de combustión interna.
Vingroup vio que existe la oportunidad de dar un salto adelante. Compró a General Motors las instalaciones que tenía en Vietnam para empezar a producir, y ahora piensa cómo desarrollar sus propios productos, para lo que han puesto los ojos en los vehículos eléctricos. Así se formó el grupo, que también apuesta por el sector de las motocicletas y motonetas, pero de propulsión eléctrica, en asociación, para fines tecnológicos, con una firma alemana.
Existen problemas y la competencia no va a ser sencilla, pero el que un país así sepa aprovechar el vasto mercado interno mediante la producción local, con empresas, tecnología y marcas propias, tiene un valor enorme.
El Estado desarrollador sigue actuando porque sin su apoyo este proyecto no sale adelante. Destaca, sin embargo, que Vingroup pertenece a un empresario particular y que, como parte del esfuerzo, se desarrollarán proveedores privados, lo que es un cambio importante en un país en el que el sector paraestatal todavía es importante.
También se requerirá una red de carreteras moderna, y para eso se tiene el equivalente a un banco de desarrollo de la infraestructura.
¿Qué lecciones del desarrollo de Vietnam considera usted que pueda utilizar México?
México debe recuperar una buena estructura pública y privada. La meta sería tener un Estado rector que invierta no en las empresas industriales sino en la infraestructura física y social, lo que es fundamental para que prospere la inversión privada.
La segunda lección es que necesitamos un mecanismo para prever y planear a largo plazo. Se requiere un Estado fuerte que pueda aliarse con un sector privado que sepa arriesgar y que no viva de las ventajas de tener amigos en el sector público o ciertos mercados asegurados.
Se abrió de par en par la economía. Así era la situación, aunque ahora hay más interdependencia. Esto lo entienden los vietnamitas y por ello siguen un modelo distinto al chino y al coreano, sin dejar de dar su importancia a la construcción de instituciones y de infraestructura para las inversiones privadas. En México, hay que duplicar estas inversiones: el nivel de inversión como porcentaje del PIB (2.5%) es el más bajo desde 1946, y cayó sistemáticamente en las últimas décadas, particularmente en el último sexenio. Si el sector público no hace una inversión fuerte en la infraestructura física y social, bien repartida regionalmente, no va a ser posible lograr una tasa de crecimiento del cuatro por ciento.
Una lección fundamental más es generar ahorro y convertirlo en inversión privada, lo que no hemos logrado hasta el momento. El mexicano ha sido tradicionalmente más gastalón y menos ahorrador, aunque es un trabajador diligente.
Otra enseñanza de Vietnam es la de desarrollar nuevas tecnologías propias mediante asociaciones con el extranjero. El programa de inversiones del nuevo Gobierno y obras como la del Tren Maya y el complejo del istmo de Tehuantepec representan una oportunidad. En el caso del Tren Maya, debe procurarse que lo construyan empresas nacionales. Vamos a hacer ese proyecto. La inversión extranjera puede tener un papel complementario muy importante, pero responde a sus propios objetivos, y el país receptor debe hacer prevalecer los propios. Lo más importante es el aprendizaje tecnológico, industrial y administrativo que se puede obtener.