Los empresarios en la Alianza del Pacífico.
Además de la colaboración entre los cuatro gobiernos y la armonización de las políticas públicas en materia de desarrollo regional, la Alianza del Pacífico cuenta entre sus activos más relevantes la participación del sector privado. Para conocer la opinión de los empresarios, la manera como se han organizado en torno a este mecanismo y el peso que tienen en las negociaciones, Comercio Exterior entrevistó a Sergio Contreras, quien además de ser vicepresidente del Comce, es coordinador de los empresarios mexicanos en la Alianza del Pacífico.
Por: Gabriela Gándara

¿Cuál es el papel del Consejo Mexicano de Comercio Exterior en la Alianza del Pacífico?

Antes que nada, quiero presentar los antecedentes y poner en contexto la participación del Consejo Mexicano de Comercio Exterior (Comce) en la Alianza del Pacífico (AP).

Un año después de que se firmó el acuerdo de la AP, se formó el Consejo Empresarial, una iniciativa consensuada de los gobiernos de los cuatro socios. El objetivo era convocar a los empresarios para que ellos mismos crearan una estrategia conjunta. La gran novedad era que se buscaba que esta estrategia tuviera suficiente peso y fuera, de hecho, el centro medular del desarrollo de la AP. Los empresarios estarían liderados por las agencias de promoción de exportaciones de cada país. Pero en el caso de México se decidió que, para atender un principio de operación empresarial, fuera el Comce como ente privado el que encabezara la participación. Así, se dio al Comce la oportunidad de consolidar el grupo empresarial. Además, se planteó que ProMéxico, como agencia de promoción del país, se constituyera como Secretariado Técnico del capítulo mexicano del Consejo Empresarial.

Cada país nombró a un representante de los empresarios, denominado sherpa. En el caso de México, tengo el honor de ser yo; en el de los otros países, son los directores de las agencias de promoción.

Desde el inicio, se decidió que cada país nombraría cinco empresarios destacados o presidentes de asociaciones empresariales para representar los intereses del sector, un principio rector muy práctico y de carácter eminentemente operativo. Uno de los representantes, a su vez, tendría que fungir como presidente; en el caso de México, es Valentín Díez Morodo. La elección de los representantes empresariales fue diferente en cada país. Perú optó por incluir únicamente a presidentes de asociaciones, mientras que los demás países decidimos combinar empresarios destacados y presidentes gremiales. En el caso de México, se trata de cinco empresarios de reconocido liderazgo en su ámbito. Los grupos son importantes porque se encargan de establecer las estrategias, identificar los problemas y necesidades de cada sector, y negociar con sus homólogos para que, en concordancia, se formulen recomendaciones a sus gobiernos.

 

 

Usted participó como sherpa en esa reunión. ¿Que destacaría de su función?

Los sherpas somos una especie de coordinadores que nos encargamos de reunir las opiniones, inquietudes e intereses de los empresarios. Cada país convoca a las asociaciones empresariales que participarán en función del sector productivo que se revisa, y se hacen grupos de trabajo que reúnen todas las recomendaciones y propuestas para que se integren en los documentos oficiales de la AP.

El proceso para que nuestras sugerencias o recomendaciones lleguen a los cuatro jefes de Estado sigue varios pasos perfectamente establecidos y delimitados. Una vez que los empresarios de cada país han definido, separadamente, sus intereses por sector, se encuentran con sus homólogos para negociar y presentar propuestas consensuadas. En una primera instancia, nos reunimos con el Consejo de Expertos de la Alianza (CEA), que está formado por funcionarios de los cuatro países, para revisar, a nivel operativo, los planteamientos que hacemos como empresarios. Les entregamos la propuesta y, a continuación, la presentamos en el Grupo de Alto Nivel (GAN) —formado por los subsecretarios de economía y relaciones exteriores, y espero que pronto también por los de hacienda— con el fin de que nuestros planteamientos formen parte integral de las negociaciones entre los cuatro países.

Para alcanzar este objetivo, el Consejo Empresarial se divide en varios capítulos o temáticas, cada uno de ellos encabezado por un país distinto. Así, Chile lidera temas como la facilitación de la inversión, la integración financiera, las compras públicas, el emprendimiento y la innovación. Colombia es responsable de temas como el comercio ilícito y el control del contrabando. México, por su parte, preside temas de la agenda digital o sectores específicos como el de dispositivos médicos y el cosmético, entre otros. Finalmente, Perú lidera la propuesta de ventanillas únicas de comercio interior y la de sistemas de monitoreo de competitividad, así como el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, entre otros temas.

Me gustaría destacar que, conforme se avanza en los temas, aparecen planteamientos o necesidades distintos, de tal suerte que se incorporan nuevos asuntos. Ahora estamos proponiendo impulsar la línea de crédito comprador y la puesta en marcha del carnet empresarial de la AP, que consiste en una credencial que permita visitar y tener acceso a cualquiera de los cuatro países, así como la formación de comunidades portuarias, entre otras iniciativas.

 

La AP ha despertado el interés de muchos países. ¿A qué atribuye este reconocimiento?

La forma como se ha acordado la AP constituye una novedad absoluta en las negociaciones de acuerdos comerciales internacionales.

Además de los cuatro Países Socios y los cuatro Asociados (por cierto, hay que aclarar que son asociados solo para temas de intercambio comercial y de servicios), contamos con 55 Países Observadores que están muy pendientes del proceso que llevamos a cabo los empresarios y son testigos de la estrecha colaboración que existe, lo que nos ha traído un profundo reconocimiento. Tenemos las propuestas de colaboración con Mercosur y el acercamiento de Ecuador y España, y Corea y otros países asiáticos se han interesado en colaborar con la Alianza. En suma, la AP se ha posicionado muy bien a nivel internacional, y parte del reconocimiento se debe, creo, a la activa participación e involucramiento del sector privado.

Hace 57 años, cuando Europa empieza a trazar una estrategia para colaborar y conformar lo que hoy conocemos como la Unión Europea, había muchos cabos sueltos, pero los lineamientos iniciales se hicieron a partir de cuatro ejes: tránsito de servicios, bienes, capitales y personas, que son los mismos que hoy fundamentan la integración de la AP.

La Alianza surge para recuperar parte del famoso TPP que, en sus inicios, estaba integrado por doce países; a pesar de que ya estaba autorizado, cuando Estados Unidos decide retirarse, el tratado no prospera en su forma original. Tres de los países que conforman la Alianza cumplían con ser miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y la OCDE. Si añadimos los cuatro países asociados, son siete países de los once que hubieran conformado el TPP, lo que demuestra la relevancia de la AP, sobre todo ahora que empiezan a aparecer ciertas tendencias proteccionistas que desestabilizan el comercio.

 

“El comercio no ha avanzado todo lo que se quisiera; las metas están en el largo plazo y por esto hay que apostar.”

 

Desde el punto de vista empresarial, ¿cómo evalúa los avances de la AP?

La Alianza tiene avances reales importantísimos, empezando por la desgravación arancelaria de 92% de los productos. Pero el avance más importante es el consenso privado con el que se ha realizado. En otras negociaciones de acuerdos de libre comercio, las consultas con los empresarios corresponden a los funcionarios públicos de cada país. En este caso, se extiende el ámbito de las negociaciones y, en conjunto, los empresarios formulan recomendaciones a sus gobiernos, lo cual propicia una dinámica diferente.

Una cosa es estar en el “cuarto de junto”, como es el caso de los empresarios en las recientes negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y otra es ser operador directo, junto con los gobiernos, en la estructuración de los acuerdos. No somos consejeros de los negociadores: estamos negociando y decimos lo que requerimos. Es un esquema innovador y por eso ha tenido tanta proyección.

Se revisan las estrategias y, si hay sectores en algún país que, de alguna manera, se sienten amenazados, poco vinculados o que no están a la altura de las negociaciones, se les apoya. Para esto, hay una dinámica de compromiso dentro del sector empresarial que busca elevar los estándares y equilibrar las diferencias. Planteamos al GAN las diferencias de requisitos sanitarios, normas y procedimientos que no impulsan a sus sectores internos. Hemos establecido una dinámica y una relación muy cercana, digna de ser resaltada.

 

“Se decidió que cada país nombraría cinco empresarios destacados o presidentes de asociaciones empresariales para representar los intereses del sector.”

 

¿Qué espera el sector empresarial mexicano?

En primer lugar, tendríamos que hacer una autocrítica como grupo promotor de la AP. Hemos tenido contacto con numerosas asociaciones, pero nos falta difusión a nivel empresarial. Aún estamos estudiando y proponiendo alternativas. Hay grupos de trabajo sectorial que se están consolidando y nos permiten tener una mayor incidencia en la industria mexicana, pero otros requieren difusión entre los empresarios y yo diría que incluso entre la sociedad.

El comercio no ha avanzado todo lo que se quisiera; las metas están en el largo plazo y por esto hay que apostar. No así con la inversión, que sí se ha incrementado en los cuatro países; tanto la inversión intrarregional como la proveniente de otras regiones.

En México ya hay experiencia de colaboración con otras naciones; estamos más integrados a los mercados internacionales y tenemos esa ventaja respecto a nuestros socios. Los empresarios mexicanos están detectando oportunidades de inversión en esos países; todavía no de integración, quizá porque hemos descuidado la difusión entre las empresas medianas mexicanas. Este es el gran reto que tenemos todas las asociaciones y gremios empresariales que hemos participado en las negociaciones de la AP.

 

 

En su opinión, ¿qué sigue?

Uno de los objetivos es que los cuatro países juntos podamos ir con mayor fuerza a la región de Asia-Pacífico. El buen clima que se ha generado entre los empresarios de la AP facilita que se establezcan cadenas productivas con el objetivo de ir unidos a terceros países. Está ocurriendo una integración real; la participación de Estados asociados y los acuerdos con otras regiones aceleran el proceso.

La intención es doble: que los otros países acepten un arancel común para los cuatro miembros de la Alianza y que —cuando se firme el acuerdo adicional, que es lo que dará cuerpo al eje de comercio y servicios— se proponga un protocolo de integración financiera entre los cuatro países. Si lo logramos, la AP daría un paso gigante en la integración. Ya se está trabajando en este sentido; por eso se ha propuesto la participación de los ministerios de hacienda. Necesitamos hablar de bancos, fondos de pensiones, seguros, temas fiscales, aporte de capitales, etcétera. Este es el gran salto hacia el futuro de la Alianza.