A lo largo de casi siete décadas de fértil quehacer editorial, uno de los rasgos más significativos de Comercio Exterior ha sido el empeño por contribuir a la construcción de un pensamiento propio en México y el resto de América Latina para el examen, el debate y la búsqueda de soluciones de los problemas del desarrollo compartidos. Esta identidad histórica latinoamericana, visible desde la aparición de la revista en 1951, descansó en buena medida en los planteamientos teóricos tempranos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), fundada tres años antes, que abordaron el estudio de las economías de la región a partir de los obstáculos estructurales para su transformación y desarrollo, entre ellos su secular condición periférica en el sistema económico mundial.
Muchas de las mejores páginas de la publicación del Banco Nacional de Comercio Exterior diseminaron las aportaciones e ideas de grandes exponentes de la escuela estructuralista cepalina, entre ellos Raúl Prebisch, Celso Furtado, Fernando Fajnzylber, Osvaldo Sunkel, Octavio Ianni, Aníbal Pinto, Aldo Ferrer, David Ibarra, Fernando Henrique Cardoso y Pedro Vuscovic. Por su vasta presencia en la revista, manifiesta en alrededor de una treintena de artículos publicados durante cuarenta años de fructífera colaboración, Aldo Ferrer ocupa un lugar especial en esa lista de autores notables.
ALDO FERRER
Economista y contador público por la Universidad de Buenos Aires, ciudad donde nació en 1928, Ferrer se incorporó a comienzos de los años cincuenta a la sede en Nueva York de la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas. Desde allí siguió de cerca el surgimiento de la economía del desarrollo, corriente teórica que refutó la pertinencia de las visiones ortodoxas tanto para el avance de los países subdesarrollados, término acuñado en un informe de la ONU de 1951, como para la reorganización económica mundial en la posguerra; también pudo atestiguar la gestión del polaco Michal Kalecki al frente del Departamento Económico de la misma Secretaría General, trabar amistad con otros jóvenes estudiosos latinoamericanos, como Furtado, Horacio Flores de la Peña y Víctor Urquidi, y reanudar el contacto con Prebisch, profesor suyo en tiempos universitarios y guía mayor de su futuro derrotero intelectual.
De regreso en Buenos Aires, Ferrer presentó en 1954 su tesis doctoral ya enriquecida por la estancia neoyorkina y que, un par de años después, se publicó con el título de El Estado y el desarrollo económico, primero de numerosos libros más que dejaron testimonio de un formidable espíritu de trabajo y de una sólida coherencia analítica que concilió la observación atenta e interpretación cuidadosa de los acontecimientos con la reafirmación y maduración de las ideas tejidas desde la heterodoxia económica. En esa obra juvenil se perfilaron con claridad varias cuestiones a las que Ferrer confirió una importancia clave en los propósitos de desarrollo de América Latina, entre ellas la vulnerabilidad externa de las economías de la región, la composición de las importaciones, la diversificación productiva, el fomento industrial, el papel activo del Estado, las limitaciones del mercado, la complementariedad de las inversiones extranjeras y la integración regional.
De este último tema trató Ferrer en el artículo “Integración latinoamericana y desarrollo nacional”, publicado por Comercio Exterior en marzo de 1967 y que marcó el inicio de una fecunda colaboración durante cuatro décadas; como secuela, el siguiente texto del gran maestro argentino en la revista, aparecido en el número de mayo de 1968, se enfocó en los mecanismos de integración sectorial. Por aquellos años, tocó a Ferrer encabezar y poner en marcha el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, organización no gubernamental en el que a la fecha participan cientos de entidades académicas, asociaciones y redes de investigación en más de 40 países.
La incorporación de Ferrer al gabinete del gobierno federal argentino, primero como ministro de Obras y Servicios Públicos y luego de Economía, abrió a principios de los años setenta un breve compás de espera en sus actividades de investigación. Terminados sus encargos ministeriales, Ferrer dio rienda suelta a su vocación analítica y prestó particular atención a las vicisitudes de la economía argentina y al reordenamiento internacional precipitado por el fin de la convertibilidad del dólar y el alza del petróleo. No tardó en reanudar sus colaboraciones en Comercio Exterior e, incluso, tres nuevos libros suyos se comentaron en las páginas de la revista; la disección bibliográfica más completa fue la de Carlos Ábalo, quien en el número de agosto de 1978 ofreció una interesante reseña crítica del libro Crisis y alternativas de la política económica de Argentina, al que resumió como un aporte relevante, no exento de polémicas, para “despejar el camino a la apasionante e inevitable tarea de comprender la realidad”.
El certero apunte de Ábalo, también economista argentino e integrante por algunos años del equipo de redactores de Comercio Exterior, calibró bien el alcance de las colaboraciones de Ferrer como visiones críticas oportunas de los cambiantes tiempos de la economía y la sociedad. El ascenso del discurso y las prescripciones de corte neoliberal en el umbral de los años ochenta, por ejemplo, tuvo una pronta respuesta en dos artículos de debate teórico sobre el monetarismo y la respuesta necesaria desde el pensamiento estructuralista. Sin embargo, en ese tiempo la mayor preocupación de Ferrer, expresada en varios números de la revista, fue la irrupción de la crisis de la deuda externa que causó la “década perdida” en América Latina.
Desde la explicación de las raíces del endeudamiento regional hasta la formulación de propuestas de solución sin menoscabo de las soberanías nacionales, Ferrer abordó el problema con la convicción plena de que “el futuro de América Latina está en manos de los latinoamericanos”. Este reconocimiento no le impidió abogar desde la Comisión del Sur, organismo internacional independiente creado en 1987 a iniciativa del Movimiento de Países No Alineados, a favor de una nueva solidaridad planetaria ante los desafíos monumentales planteados por “la pobreza extrema, la defensa del ambiente y los profundos desequilibrios de la economía mundial”.
Hacia el final del siglo XX la atención de Ferrer se extendió a las cuestiones del desarrollo sostenible, los paradigmas tecnológicos emergentes (merced a la informática, la biociencia y las telecomunicaciones), los nuevos rumbos de la integración regional (con el Mercosur al frente), las encrucijadas finiseculares de la economía argentina y los dilemas de la globalización, cuya omnipresencia, sostuvo, no ha cambiado la naturaleza del proceso de desarrollo y que aún radica “en la capacidad de cada país de participar en la creación y difusión de conocimientos y tecnologías y de incorporarlos en el conjunto de su actividad económica y relaciones sociales”.
En su último artículo en Comercio Exterior, publicado en septiembre de 2006, Ferrer abordó la difícil situación de la economía argentina tras el fracaso de las políticas neoliberales, precipitado por el desdibujamiento de las fronteras entre los intereses privados y la función pública, y exploró las posibilidades de reorientarla hacia un desarrollo sostenible con equidad y gobernabilidad democrática. En ese texto postrero figura el concepto de densidad nacional, con el que el autor incorporó en definitiva las dimensiones sociopolíticas e institucionales como factores del ansiado desarrollo y reivindicó el cabal significado de la economía política.
Solo la muerte interrumpió, en marzo de 2016, la fecunda actividad de Ferrer y sus incitaciones a entender el mundo desde la mirada de la economía política. El caudal de saberes procedentes de la vida universitaria, la alta administración pública y las organizaciones internacionales, dotó a Ferrer de una extraordinaria lucidez que puso al servicio de la construcción de un pensamiento económico en América Latina y el Caribe, capaz de aportar respuestas válidas y desde dentro a los grandes problemas del desarrollo. Si Aldo Ferrer encontró en Comercio Exterior una casa con las puertas siempre abiertas para difundir sus conocimientos e ideas, la revista del Bancomext recibió a cambio los refrescantes vientos intelectuales atraídos del Sur por el inolvidable maestro argentino.