Oaxaca: nuevas oportunidades de desarrollo.
Por: Guillermo Máynez Gil

Como pocos estados de la República, Oaxaca plantea a las teorías del desarrollo económico retos y dilemas que demandan imaginación, además de iniciativa política y social para ser superados. El quinto estado más extenso y décimo más poblado del país cuenta con enormes activos: abundancia de recursos naturales, atractivos turísticos, posición geoestratégica como posible puente entre el Atlántico y el Pacífico, y una población emprendedora y trabajadora, que produce artesanías y textiles de la mayor calidad, así como otros productos apreciados en el mundo, como el mezcal.

Oaxaca aporta 1.6% del PIB nacional. En 2017, su renta per cápita retrocedió 3.4%, ampliando el rezago que mantiene su desempeño económico respecto al promedio nacional. Al mismo tiempo, presenta una de las tasas más bajas de desempleo abierto, alrededor de 1.5%, lo que sugiere una tasa bajísima de productividad del trabajo. No obstante, tiene también una de las estructuras poblacionales con más jóvenes: aproximadamente la mitad tiene menos de 24 años, un bono demográfico sustancial que deberá ser atendido con prontitud, equidad y oportunidades de calidad.

Esto significa que Oaxaca combina necesidad y oportunidad para recibir proyectos de inversión innovadores, que le permitan superar retos importantes en materia de infraestructura de transportes, mercadeo y distribución nacional de productos artesanales, conectividad, producción y distribución de energías, incluyendo renovables, ecoturismo, aprovechamiento forestal sustentable, pesca, salud y educación.

Al mismo tiempo que sus cifras de educación básica son pobres y la disidencia sindical de maestros es aguerrida y aparentemente refractaria a la modernidad, Oaxaca cuenta con una red destacada de universidades y otros centros de educación superior: además de la UABJO, están las universidades de la Sierra Sur, Tecnológica de la Mixteca, Tecnológica de los Valles Centrales, del Istmo, de la Cañada, el Instituto Tecnológico de Oaxaca y el Colegio de Bachilleres. Esto sugiere que el nudo central está en el paso de la educación básica a la superior: si no es por falta de oferta, ¿Qué impide al estado mejorar sus cifras educativas?

La administración federal entrante se ha planteado como prioridad promover el desarrollo del Sur-Sureste de México, algo que parece acertado cuando vemos indicadores de este tipo. El Corredor Transístmico promete ser la obra insignia en lo que a Oaxaca se refiere, y ciertamente podría convertirse en el detonador del desarrollo en la zona, pero la concentración en los megaproyectos no debería hacer olvidar la necesidad de otras ideas complementarias, más enfocadas en la enorme diversidad étnica, lingüística y biológica del estado: el reto es convertir a esta diversidad en activo y no en obstáculo para el desarrollo, siempre que la idea de desarrollo se adapte a las condiciones del Estado, en vez de querer amoldar éstas en concepciones universalistas y homogéneas.

Oaxaca tiene 570 municipios, o 25% del total nacional, y cuenta con al menos 14 grupos étnicos diferentes: amuzgos, cuicatecos, chatinos, chinantecos, chochos, chontales, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, triques, zapotecos y zoques. Es también el estado más biodiverso de México, de por sí un país megadiverso: por poner un ejemplo, en el estado hay más especies de aves que en todo Estados Unidos. Hay experiencias notables de organización autogestiva, con proyectos de manejo forestal comunitario que son referente mundial, así como comunidades costeras exitosas, ecoturismo, educación musical y organizaciones de artesanos y productores de mezcal.

El reto es convertir obras de gran calado, como el Corredor Transístmico, en ejes logísticos que, lejos de excluir a las comunidades, o pretender que se conviertan simplemente en mano de obra barata para la maquila, la industria y los servicios, les permitan incorporarse a los mercados nacionales e internacionales con productos que pueden marcar nuevas tendencias a nivel mundial, como los textiles. En este caso, por ejemplo, el gobierno mexicano podría hacer mucho más por apoyar a las artesanas oaxaqueñas en la protección de sus derechos de propiedad, que con frecuencia son violados por diseñadores de otros países, así como con redes logísticas y asesoría en mercadeo, a partir de una mayor conectividad que les permita obtener mejores ingresos por su trabajo, con frecuencia reconocido en otros países. Algo similar debe hacerse con la producción artesanal de mezcales y productos gastronómicos.

Otro factor indispensable para el desarrollo en cualquiera de sus concepciones, que debe atenderse con urgencia, es el combate a la corrupción: el INEGI ha reportado que, en 2017, la tasa de actos de corrupción en Oaxaca aumentó 27.6% respecto a la medición realizada en 2015; al igual que la percepción sobre la frecuencia de la corrupción, que pasó de 92.2% a 94.3%. El fenómeno ocurre con mayor intensidad en tres ámbitos: trámites municipales, contacto con autoridades de seguridad pública, y trámites en juzgados o tribunales. En 2017, el costo promedio de incurrir en actos de corrupción fue de 2 mil pesos por persona, o un total de más de 783 millones de pesos. A estas cifras hay que agregar la alta insatisfacción de los oaxaqueños con los servicios públicos (64.5%) y la pobre satisfacción con las policías (27%).

En conclusión, Oaxaca necesita urgentemente acciones decisivas para su desarrollo. El enfoque de la nueva administración parece ir en la dirección correcta y el Corredor Transístmico y las energías renovables tienen un alto potencial para detonar el desarrollo. Para que éste sea integral y no excluyente, es indispensable atender la infraestructura institucional, física y humana del Estado, desde una perspectiva de aprovechamiento sustentable de los muchos activos con que cuenta, basados en la diversidad de todo tipo. Oaxaca puede y debe mejorar sustancialmente sus indicadores de desarrollo humano, y las propuestas están ahí para el análisis y la discusión.