La evolución de Malasia es uno de los casos de mayor éxito en el Sudeste Asiático. En el lapso de cuarenta años dejó de ser un productor especializado en materias primas para convertirse en un importante exportador de manufacturas avanzadas. Una potencia emergente a la que actualmente se le considera como la tercera economía más importante de aquella dinámica región.
La planeación a largo plazo es una de las razones que explican el buen desempeño observado por la economía malasia en las últimas décadas, señala Carlos Félix Corona, embajador de México en Malasia. Para el diplomático mexicano, el conjunto de medidas instrumentadas en las últimas décadas del siglo pasado por el entonces Primer Ministro Mahathir bin Mohamad —quien en 2018 regresó al cargo que había dejado en 2003— fueron determinantes para que Malasia ascendiera a fases más avanzadas dentro de las cadenas mundiales de valor, principalmente en la rama eléctrico-electrónica. Señala además: “Es un país que desarrolló una infraestructura con proyectos muy importantes y los siguió con consistencia. El objetivo de Malasia es alcanzar un estatus de país de altos ingresos en 2020. Por tanto, todos estos elementos se alinean a este objetivo concreto”.
¿Cuáles considera los rasgos más relevantes de la relación comercial entre México y Malasia?
En la economía globalizada del siglo XXI, donde predominan la fragmentación de los procesos productivos y su emplazamiento en distintas regiones del planeta, Malasia está jugando un papel relevante en la cadena de valor de la industria eléctrico-electrónica. De acuerdo con ProMéxico, ocupa el séptimo lugar como proveedor de la industria mexicana y buena parte del flujo comercial entre ambos países se concentra en dicha actividad.
Eso es una buena noticia, pues estamos importando de ese país componentes para la industria de electrodomésticos y electrónica de México. Según la Secretaría de Economía, las importaciones mexicanas provenientes de Malasia alcanzaron en 2017 un monto de 7 mil 887 millones de dólares, integradas principalmente por insumos estratégicos para las industrias electrónica y automotriz.
Muchas de las pantallas de plasma, de los teléfonos celulares, refrigeradores y lavadoras que México produce y exporta, tienen componentes electrónicos que provienen de Malasia. La conexión está muy clara en ese sentido.
¿Qué aspectos debe tomar en cuenta el empresario mexicano que quiere incursionar en el mercado asiático?
La lección que nos deja la coyuntura de la relación entre México y Estados Unidos, es que debemos intensificar nuestro esfuerzo de diversificación del comercio y de la inversión. Además, debemos considerar que la mayoría de los mercados nacionales están interconectados, por lo que nos conviene explorar oportunidades en otras regiones del planeta.
Asia tiene una importancia enorme para México, pero hablamos de una región muy grande. Estamos muy enfocados en China y en la relación que hemos desarrollado con Japón. También estamos apostando por Corea, pero estoy convencido de que México debe tener una estrategia de diversificación específica para aprovechar las oportunidades que nos brindan los mercados de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). Los empresarios deben conocer todas sus posibilidades, tanto de exportación de productos mexicanos como de coinversiones con empresas de dicha asociación.
“El primer ministro Mahathir bin Mohamad fue el arquitecto de la diversificación industrial de Malasia mediante una serie de políticas públicas que incentivaron la producción de manufacturas y la atracción de inversión extranjera”
¿A qué atribuye el reducido número de empresas mexicanas asentadas en Malasia y cuáles son los sectores clave para captar inversión?
Tenemos dos empresas importantes: Mission Foods, una filial de Gruma que hace año y medio inauguró una nueva planta en el país asiático, y La Costeña, que está entrando al mercado con la expectativa de capitalizar su potencial. Algunos empresarios tienen interés en promover el tequila, a pesar de que Malasia es un país asiático musulmán. Además, hay un segmento de altos ingresos de origen chino e indio que abre la posibilidad para muchos productos agroindustriales mexicanos.
La embajada estima que las entidades responsables de nuestra política comercial y de inversiones, junto con el sector privado, deben desarrollar una estrategia para las condiciones específicas del Sureste Asiático y de Malasia de manera particular. Estamos hablando de un factor que no hay en China, Corea o Japón: la certificación halal. Un distintivo de alimentos, medicamentos y cosméticos que cumplen con los preceptos del islam. México tiene mucho potencial para atender este mercado. Tenemos que ser más agresivos, pues lo que se consiga en Malasia puede dar la pauta para atender otros países de población musulmana.
¿Existe alguna iniciativa para lograr que más empresarios mexicanos volteen la mirada hacia ese país?
Hace año y medio se firmó un memorándum de entendimiento entre el Instituto Nacional del Emprendedor y el Instituto para la Pequeña y Mediana Industria de Malasia (SMITA, por sus siglas en inglés) para promover la participación de las Pymes en el comercio bilateral. Hay una enorme posibilidad hablando de cadenas productivas y de proveeduría.
Adicionalmente, la SMITA firmó un convenio de colaboración con la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, con la idea de facilitar la comunicación entre empresas medianas y pequeñas de ambos países y fomentar el conocimiento de las oportunidades existentes para las dos partes. Hay un interés recíproco por incrementar la presencia de bienes y servicios mexicanos y malasios en los mercados de ambos países.
“Muchas de las pantallas de plasma, de los teléfonos celulares, refrigeradores y lavadoras que México produce y exporta tienen componentes electrónicos de Malasia”
¿Qué cambios se perfilan en la relación bilateral México y Malasia una vez que entre en operación el nuevo acuerdo comercial transpacífico firmado recientemente y en el que participan ambos países?
En términos generales, hay una importante presencia de capital estadounidense en la industria electrónica de Malasia. Texas Instruments, por ejemplo, tiene dos plantas importantes en el país asiático y ahí está esa conexión con las cadenas mundiales de valor. Tras el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) habrá que estar muy atentos para saber qué impacto tendrá tanto esta decisión como la puesta en marcha del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) —firmado por México, Malasia y nueve países más—, en el desempeño de la cadena global de valor del sector eléctrico y electrónico.
Pero en el caso de la relación México-Malasia, si estamos hablando de un comercio bilateral de 8 mil 598 millones de dólares sin acuerdo comercial, es previsible que su puesta en marcha dinamice los flujos de comercio e inversión en ambos sentidos y que la salida de Estados Unidos no altere la dinámica de la relación comercial.
De hecho, Malasia está incursionando de manera muy agresiva en el sector automotriz, en el que tiene dos armadoras: Proton (una empresa estatal) y Perodua. Están muy interesados en embarcarse en una mayor inversión y en el desarrollo de su marca. Es precisamente en este sector y en el aeroespacial donde la relación bilateral tiene más potencial.
La experiencia probada de México en estas actividades y la proyección que se espera de las mismas en Malasia, seguramente abrirán atractivas oportunidades para hacer negocios.
“Debemos considerar que estamos avanzando en este sistema interconectado de economías del siglo XXI y que hay zonas de oportunidad en otras regiones del planeta”
¿Qué puede aprender México de la cultura de Malasia?
Mucho. El índice de competitividad global del Foro Económico Mundial ubica a México en el lugar 51, mientras Malasia ocupa el 18. En términos de facilidades de hacer negocios, según la clasificación del Banco Mundial, México también está a media tabla —en el 49; Malasia, por su parte, aparece en el lugar 24. Visto de manera integral, la experiencia de Malasia muestra una conexión muy estrecha entre la planeación a largo plazo y el desarrollo económico.