Cinco razones por las que
la economía colaborativa interesa
a América Latina y el Caribe
1. Para mejorar la confianza interpersonal
Sin confianza —y sin integridad, su complemento indispensable— no hay perspectivas de desarrollo económico. Las actividades sencillas se vuelven arduas en una sociedad con poca confianza.
América Latina es la región más desconfiada del mundo. Según el informe sobre “La confianza en América Latina 1995-2015”, solo un 17% de los latinoamericanos dice que se puede confiar en un tercero. Esta cifra se ha mantenido estable en los últimos 20 años, a pesar de las crisis económicas, los avances en educación o el nacimiento de la nueva clase media. La desconfianza en el otro es el piso que define a las sociedades latinoamericanas.
Ante este panorama, una de las grandes razones para promover soluciones de economía colaborativa en la región es poder establecer mecanismos tecnológicos que permitan mejorar poco a poco la confianza interpersonal. Ya sabemos que la confianza es la moneda en esta nueva economía.
2. Como herramienta para reducir la desigualdad
Por si el tema de la confianza no fuera suficiente, según varios informes, América Latina y el Caribe (ALC) es la región más desigual del mundo. Aunque la desigualdad del ingreso se ha reducido durante los últimos años, ALC sigue siendo la región más desigual del mundo, sobre todo cuando se incluyen factores como la disparidad de acceso a salud y educación.
Así pues, la economía colaborativa (EC) constituye un instrumento eficaz para enfrentar este reto, ya que los modelos de negocio digitales pueden abrir las puertas a oportunidades de inclusión social y económica. Se consigue democratizar la capacidad de generar ingresos con la capacidad de llegar a segmentos de población que difícilmente podrían encontrar otras oportunidades. Además, en muchos casos permite que la gente desarrolle una identidad y una reputación digitales que les permitan mejorar su situación.
Los modelos de negocio digitales pueden abrir las puertas a oportunidades de inclusión social y económica
En lo local y lo comunitario es seguramente donde existe una mayor posibilidad de impacto social de este tipo de economía, dado que permite satisfacer una necesidad social a la vez que genera una oportunidad económica. La EC también puede ayudar a la transformación de comunidades mediante el desarrollo de capacidades relacionadas con internet y las tecnologías móviles, que las lleva a una mayor autosuficiencia y a utilizar eficientemente sus escasos recursos.
Lo que es evidente es que por el momento buena parte de este potencial positivo de la economía colaborativa sigue sin desarrollarse.
3. Para formalizar la economía informal
En tercer lugar destacamos el potencial de la EC para reducir la informalidad de la economía en América Latina, que se acerca casi al 50% (ver la Gráfica 1).
La digitalización de las transacciones en las plataformas colaborativas representa una gran herramienta para formalizar esta economía. A la vez, con una buena regulación se puede dotar de mayores derechos y seguridad a los participantes.
4. Como motor de emprendimiento
¿Es la economía colaborativa una oportunidad o un riesgo al promover la innovación y el emprendimiento en ALC? Dado el acelerado crecimiento de las plataformas de economía colaborativa de carácter global, no resulta aventurado plantear que América Latina necesita de programas e intervenciones estratégicas enfocadas específicamente a promover emprendimientos autóctonos de startups de economía colaborativa.
La región cuenta con una población joven y dinámica que, mediante políticas públicas oportunas y una regulación que permita abrir los mercados a iniciativas digitales, puede aprovechar las oportunidades de negocio en EC —y los bajos costos de acceso a los mercados digitales— para que América Latina no solo se consolide como un mercado de consumo sino también de emprendimiento en materia de EC. Iniciativas como Cumplo (Chile), Biko (Colombia) y Mercado Libre (Argentina), por citar solo algunas, muestran que es posible desarrollar iniciativas regionales exitosas en el marco de la EC. Según el estudio de ie Business School, et ál., “La economía colaborativa en América Latina”, los países con más startups colaborativas locales son Brasil, México y Argentina (ver la Gráfica 2).
5. Para afrontar la urbanización de la región
La economía colaborativa puede contribuir eficazmente a atenuar problemas asociados con la urbanización creciente experimentada en la región. ALC es la segunda región más urbanizada del planeta y la tendencia indica que aproximadamente el 87% de su población estará viviendo en ciudades en las próximas décadas. Este rápido ritmo de urbanización crea enormes desafíos para los municipios y afecta su capacidad para gestionar la calidad de vida de los ciudadanos de forma eficaz.
Habrá que ser proactivos y pedir a los reguladores que operen con una mentalidad de startups
El concepto de ciudades colaborativas puede ser, sin duda, clave para dar respuestas a retos de movilidad, energía, acceso a bienes y servicios, financiación, etcétera. Sin ir más lejos, a principios de junio se celebró en Buenos Aires el evento “Hacia ciudades colaborativas”, promovido por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Igualdad y el Crecimiento (CIPPEC) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La oportunidad para liderar la mejor versión de la economía colaborativa
Una de las conclusiones del informe es que ALC cuenta con la ventaja de la experiencia previa en otras partes del mundo, sobre todo Estados Unidos y Europa. En esos lugares, durante los últimos años se ha pasado del enamoramiento inicial con las ideas del consumo y la economía colaborativa a una crítica (en algunos casos feroz) y un debate sobre el encaje de la economía colaborativa en el sistema normativo existente en ámbitos como la competencia en un sector, lo laboral, el pago de impuestos, la protección de los consumidores, etcétera.
Iniciar la reflexión en el contexto de 2017 y poder anticipar el impacto de la EC antes de que sea muy fuerte en el país (como está haciendo ya la Comisión Nacional de la Productividad en Chile) da la oportunidad de contar con la experiencia de organizaciones como Sharing España, informes de think tanks del Reino Unido como la rsa, o propuestas en el ámbito laboral como la del Gobierno de Ontario (Canadá).
Los países de América Latina y el Caribe deben ser valientes y resolver mejor los retos, pensando a largo plazo, y creando y definiendo una versión latinoamericana, más social, de la EC. Para que ocurra, habrá que ser proactivos y pedir a los reguladores que operen con una mentalidad de startups (aprendizaje rápido y a bajo costo mediante el uso de la tecnología y la innovación). Ya hay buenos ejemplos, como la regulación de Uber en Sao Paulo, y también hay puntos preocupantes, como la inexistente o incompleta legislación de protección de datos en muchos países.
No se dará un crecimiento organizado de la EC si no existe un diálogo y una regulación apropiados que permitan desarrollar todo su potencial: integrando de manera racional las plataformas internacionales, desarrollando y promoviendo soluciones locales, protegiendo los intereses de los usuarios, recolectando impuestos y planificando cómo mitigar los efectos de este nuevo modelo productivo en los negocios tradicionales.
¿Sabrá América Latina canalizar toda la energía interna y la velocidad de la EC para desarrollar una economía, unas ciudades y una sociedad mejores para todos?
1 Buenadicha Sánchez, César; Albert Cañigueral Bagó, e Ignacio L. de León, Retos y posibilidades de la economía colaborativa en América Latina y el Caribe, Banco Interamericano de Desarrollo, junio de 2017 .
* Este texto apareció originalmente en el sitio web Consumo colaborativo, https://publications.iadb.org/ handle/11319/8308#sthash.dpaOEK0s.dpuf, el 20 de junio de 2017. Lo reproducimos aquí con el permiso del autor.
Albert Cañigueral es ingeniero multimedia, conector de OuiShare para España y América Latina y parte del equipo de Global Curators de www.consumocolaborativo.com.