PERSPECTIVAS DEL COMERCIO EXTERIOR DE MÉXICO EN LA ERA TRUMP.
La retórica del Gobierno actual de Estados Unidos, así como algunas de sus acciones, han puesto en jaque al comercio exterior mexicano, pero constituyen también un acicate a la diversificación de nuestros mercados y una toma de conciencia sobre la importancia de crear nuevas alianzas para el intercambio internacional de bienes y servicios.
Por: Luz María de la Mora Sánchez

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 La  llegada  de  Donald  Trump  a  la  Casa  Blanca,  el  20  de  enero  de  2017,  puso  en  jaque  al  comercio  mundial  y  al  de  México  en  particular,  dados  los  estrechos  vínculos  de  nuestro  país  con  el  mercado  del  vecino  del  norte.  El  lema  de  campaña  del  entonces  candidato  Trump,  “Hacer  grande  a  Estados  Unidos  nuevamente”,  se  ha  traducido  en  una  agenda  comercial  de  corte  populista  y  aislacionista,  basada  en  un  nacionalismo  económico  que  propone  reescribir  las  re-glas  del  comercio  internacional  en  beneficio  de  Estados  Unidos.  Las  claras  amenazas  de  denunciar  el  Tratado  de  Libre  Comercio  de  América  del  Norte  (TLCAN)  chocan  con  el  modelo  de  desarrollo  económico  de  México  que,  desde  los  años  ochenta,  tiene  en  las  exportaciones  —particularmente  las  que  se  envían  a  Estados  Unidos—  una  de  sus  principales  fuentes  de  crecimiento. La  respuesta  de  México  a  la  agenda  comercial  de  Trump  no  ha  sido  construir  barreras  o  adoptar  una  política  espejo  de  protección,  sino  fortalecer  y  profundizar  el  modelo  de  integración  mediante  la  actualización  del  TLCAN  así  como  la  modernización,  ampliación  y  negociación  de  acuerdos  que  afiancen  la  presencia  de  México  en  los  mercados  de  América  Latina,  Europa  y  Asia.

El  pasado  16  de  agosto  de  2017,  Canadá,  Estados  Unidos  y  México  iniciaron  la  renegociación  del  TLCAN,  en  un  entorno  no  exento  de  retos  y  obstáculos  dadas  las  distintas  valoraciones  de  los  gobiernos  sobre  los  resultados  del  acuerdo  trilateral.  Mientras  que  desde  la  perspectiva  de  Canadá  y  México,  el  TLCAN  arroja  un  balance  positivo  y  sus  resultados  han  excedido  las  expectativas  iniciales,  el  presidente  Trump  lo  ha  calificado  como  “un  desastre”  y  como el “peor acuerdo” mercantil, pues lo responsabiliza del déficit comercial estadounidense y de la pérdida de empleos manufactureros en su país.

En contraste, el 20 de agosto de 2017, al cierre de la primera ronda de negociaciones, el secretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo, señaló que “el TLCAN ha sido un éxito rotundo para todas las partes”. El tratado ha hecho de los tres países socios comerciales prioritarios entre sí. Canadá destina 76% de sus exportaciones a Estados Unidos, que le abastece 51.3% de sus importaciones. En el caso de México, 81% de las exportaciones van a Estados Unidos, de donde adquirimos 46.5% de nuestras importaciones totales. Para México y Canadá, Estados Unidos es el principal mercado de exportaciones y la principal fuente de importaciones. Por su parte, en 2017, Estados Unidos envió 18.3% de sus exportaciones a Canadá y 15.7% a México, mientras que 12.7% de sus importaciones provinieron de Canadá y 13.2% de México. Lo anterior ha sido resultado de una profunda integración de las cadenas productivas de la región.

 

 

La respuesta de México a la agenda comercial de Trump no ha sido construir barreras o adoptar una política espejo de protección, sino profundizar el modelo de integración.

 

La renegociación del TLCAN: temas álgidos

En el marco de la renegociación del TLCAN, Estados Unidos ha planteado una serie de propuestas, algunas modernizadoras, otras controvertidas, que México se ha visto en la necesidad de valorar aunque en ocasiones vayan en contra del interés de los tres países. Para los fines de este análisis, dividimos las propuestas de Estados Unidos en tres grupos. En el primero colocamos las propuestas inviables o “píldoras venenosas”, que amenazan con erosionar la esencia misma del TLCAN. Este grupo incluye planteamientos como la cláusula de extinción que haría que el TLCAN se revise y ratifique cada cinco años, lo que acabaría con la certidumbre, una de las cualidades esenciales del acuerdo. Igualmente, están aquellas con las que Estados Unidos busca debilitar o eliminar mecanismos como: (1) los de solución de controversias para disputas entre inversionistas y el Estado (Capítulo 11, Sección B); (2) los que permiten revisar decisiones sobre la aplicación de remedios comerciales (Capítulo 19), y (3) los que sirven para dirimir diferencias entre Estados (Capítulo 20). Se acabaría, así, con mecanismos vinculantes para resolver diferencias, pilares fundamentales del acuerdo. Otra idea explosiva es la que permitiría iniciar investigaciones por dumping y subsidio para productos agropecuarios a solicitud de productores de una región o con base en la participación estacional de un producto, lo que impondría una barrera al comercio agropecuario entre México y Estados Unidos. De igual manera, la propuesta de que un vehículo automotor deba integrar 85% de contenido regional y 50% de insumos estadounidenses para calificar como originario parecería buscar el fracaso de la negociación: son niveles extremadamente altos y, además, van en contra de la lógica de la producción regional para favorecer, supuestamente, la producción en un país.

 

Días después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el presidente Peña Nieto anunció un plan de diversificación del comercio mexicano

 

En un segundo grupo encontramos aquellas propuestas de Estados Unidos que buscan debilitar la integración restándole ambición a las reglas del TLCAN de 1994. Es el caso de los temas relativos a la liberalización de servicios de transporte terrestre; la entrada temporal de personas de negocios, y las compras gubernamentales. Por último, en un tercer grupo identificamos ideas que efectivamente llevarían a una modernización del TLCAN, como las relativas a pymes, competencia, facilitación aduanera, comercio electrónico o asuntos laborales y ambientales, entre otras. Ante la posibilidad real de que Estados Unidos decida retirarse del TLCAN, México activó una intensa agenda de negociaciones comerciales internacionales a fin de fortalecer su ya amplia red de 12 tratados de libre comercio con 46 países y 8 acuerdos comerciales con 6 países de América Latina. Así, nuestro país busca diversificar los mercados en el exterior para sus exportaciones, importaciones e inversiones.

 

 

 

Otros mercados

Días después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el 20 de enero de 2017, el presidente Peña Nieto anunció un plan de diversificación del comercio mexicano. Para mejorar el acceso a las exportaciones del país en América Latina, señaló el interés por fortalecer la integración regional con nuestros socios de la Alianza del Pacífico (AP) —Chile, Colombia y Perú—, así como por promover negociaciones comerciales para ampliar los acuerdos de complementación económica con Argentina (ACE 6) y Brasil (ACE 53), en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). De contarse con mejores acuerdos, se podrían incrementar las exportaciones mexicanas tanto Argentina como Brasil, cuyos montos en 2016 alcanzaron mil 408 millones y 3 mil 55 millones de dólares, respectivamente; juntos, esos países representan apenas 1.19% de nuestras ventas al mundo. Con ellos, también, México podría diversificar sus importaciones de alimentos como trigo, soya y maíz, que actualmente provienen principalmente de Estados Unidos. Asimismo, el Gobierno de Peña Nieto se propuso concluir la actualización del Acuerdo Global cuyo pilar comercial es el Tratado de Libre Comercio Unión Europea México (TLCUEM), en vigor desde 2000, y del TLC con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés), implementado en 2001. Aunque entre 2001 y 2016 las exportaciones mexicanas a los 28 países miembros de la Unión Europea crecieron casi 250%, al pasar de 5 mil 641 millones de dólares a casi 19 mil 362 millones de dólares, la participación de ese bloque en las exportaciones mexicanas al mundo aún es baja: en 2016 representó 5.2%, comparado con 3.56% en 2001. El proceso de modernización del TLCUEM inició en junio de 2016 y se espera que concluya antes del cambio de administración. En febrero de 2017, los responsables de la negociación por parte de México y la Unión Europea señalaron que “juntos hemos visto con preocupación el actual ascenso del proteccionismo alrededor del mundo, [por lo que] aceleraremos el ritmo de las negociaciones para obtener sus beneficios lo más pronto posible”.

 

Al mantenerse en el CPTPP, México lanza una clara señal política de su compromiso con una agenda comercial innovadora y de vanguardia

 

Cuando, el 23 de enero de 2017, el presidente Trump retiró a Estados Unidos del Tratado de Asociación Transpacífico (TPP), México siguió trabajando con los otros 10 países participantes. Con el liderazgo de Japón, se relanzó el TPP bajo la denominación de Acuerdo Integral y Progresivo para el TPP (CPTPP, por sus siglas en inglés) y fue firmado el pasado 8 de marzo. Al mantenerse en este tratado, México lanza una clara señal política de su compromiso con una agenda comercial innovadora y de vanguardia. Asimismo, contrarresta el proteccionismo comercial de la administración Trump. En ausencia de Estados Unidos, México podría convertirse en la plataforma de exportación para las empresas de ese país establecidas en México.

 

 

Con el objetivo también de contrarrestar —al menos en términos políticos— la política comercial unilateral y proteccionista de la administración Trump, en junio de 2017 México y sus socios de la Alianza del Pacífico (AP) acordaron negociar un TLC con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur, que se integrarían como Estados asociados. Las negociaciones comenzaron en octubre de 2017 en Colombia y la segunda reunión se llevó a cabo en enero de 2018 en Australia. Aunque en 2016 se destinó a la AP solo 1.7% de las exportaciones mexicanas, y apenas 0.47% (mil 778 millones de dólares) a Australia, Nueva Zelanda y Singapur, las diversas iniciativas en las que México participa apuntalan una visión de mayor apertura que claramente se opone a la tentación de normalizar políticas proteccionistas que podrían tener elevados costos para nuestro país y para el mundo.

 

Uno de los principales retos para el comercio exterior mexicano es la falta de una oferta que permita reducir el grado en que dependen nuestras exportaciones de Estados Unidos.

 

 

Conclusión

La era Trump ha confrontado a México con su excesiva vulnerabilidad y su dependencia del mercado estadounidense. El país se ha trazado una ambiciosa agenda de negociaciones comerciales para afianzar no solo su política comercial sino también su modelo de desarrollo nacional. Si bien el andamiaje institucional y los acuerdos comerciales son esenciales para la viabilidad del modelo de desarrollo mexicano basado en las exportaciones, este es solo el punto de partida. Tras cuatro décadas de apertura, uno de los principales retos para el comercio exterior mexicano es, sin duda, la falta de una oferta nacional que permita reducir en alguna medida el grado en que dependen nuestras exportaciones de Estados Unidos, así como aprovechar las oportunidades de mercado que ofrecen los acuerdos comerciales vigentes o que podrían llegar a concretarse en el futuro cercano. Un efecto positivo de la era Trump sería que México, al fin, impulsara decididamente el desarrollo de esa oferta exportable hacia otros países y regiones, más allá de Estados Unidos, y afianzara relaciones en mercados con perspectivas de crecimiento y visiones afines a la nuestra en cuanto a los beneficios de la integración.