Vínculos universidad-empresa: actores y procesos claves en los sistemas regionales de innovación de México
Más que planes, las agendas de innovación estatal y regional en México parecen ser descripciones de potenciales innovaciones disruptivas de alto impacto socioeconómico, con base en la idea de que las innovaciones incrementales producirán eventualmente innovaciones radicales, al contrario de lo que indica la experiencia en regiones de países desarrollados.
Por: Maciel García Fuentes

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En general, se acepta que regiones altamente innovadoras localizadas en naciones desarrolladas, como Silicon Valley, Ruta 128, North Jutland y Baden-Württemberg, inciden fuertemente en el crecimiento económico de sus países y generan externalidades positivas para la economía global. Lo hacen a través de innovaciones disruptivas que resultan sobre todo de interacciones fuertes y frecuentes entre actores regionales claves, como universidades, empresas, centros de investigación y gobiernos.1

En el caso de este tipo de regiones en países en desarrollo como México la experiencia es muy diferente, tanto en términos de maduración tecnológica como de procesos de innovación. Es común que regiones con un grado significativo de industrialización y competitividad coexistan con otras que presentan evidentes rezagos tecnológicos. Además, hay fallas estructurales en los sistemas regionales de innovación, lo que abre una gran brecha, en este rubro, entre las regiones de los países en desarrollo y las de los desarrollados. En México, algunas regiones carecen de organizaciones, empresas, instituciones y vínculos que son claves para la conformación de sistemas de innovación robustos. Adicionalmente, en los sistemas existentes los vínculos entre los actores son débiles, lo que da lugar a fallas sistemáticas en los procesos de acumulación de capacidades tecnológicas y de innovación.2

Frente a este panorama, cabe realizar una valoración del enfoque teórico-analítico de los sistemas regionales de innovación (SRI). Desde hace algunos años, este enfoque se ha empleado en México para explicar, principalmente, la localización y el impacto socioeconómico de la industria de alta tecnología en distintas regiones, principalmente la centro-occidente y las del norte del país. El análisis se ha concentrado en los vínculos e interacciones que establecen los actores y en las políticas de ciencia, tecnología e innovación (CTI) que se implementan para impulsar o detonar procesos endógenos (estrategia top-down). Diversos estudios muestran que esta ha sido la forma de abordar la cuestión: el análisis de la industria del software en los estados de Baja California y Jalisco,3 las experiencias de sistemas regionales de innovación en Guanajuato y Querétaro,4 y las agendas estatales y regionales de innovación elaboradas por el Conacyt5 y —en cuanto a experiencias estatales y transfronterizas de innovación— por Carrillo y Contreras.6


SEDE DEL CONACYT

A pesar de su amplia difusión por parte de organismos tales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco Interamericano de Desarrollo, el enfoque de SRI es criticable debido a su aplicación en regiones de países en desarrollo, cuando en realidad surgió del análisis longitudinal de regiones en países desarrollados, como Japón, Alemania y Estados Unidos. De acuerdo a estos estudios, los SRI se desarrollaron gracias a dinámicas propiciadas por sus propios actores (estrategia bottom-up), principalmente la vinculación entre universidades y empresas, y solo después se formularon políticas públicas de impulso o fomento.

A continuación, se presenta brevemente el enfoque de sistemas de innovación en su vertiente regional y posteriormente se exponen algunas reflexiones sobre uno de los procesos claves dentro del sistema: los vínculos interactivos universidad-empresa.

De acuerdo con Christopher Freeman,7 la primera vez que se utilizó el concepto de sistema nacional de innovación (SNI) fue en un libro editado por Bengt-Åke Lundvall en 1992, mientras que Lundvall8 afirma que fue el propio Freeman quien lo propuso en 1987 en su estudio sobre la innovación en Japón. En cualquier caso, el enfoque de sistemas de innovación (SI) surge en economías desarrolladas como Japón y de grupos de investigación asentados en países avanzados, como la Science Policy Research Unit de Inglaterra y el IKE Group de Dinamarca. Es decir, este enfoque fue concebido para analizar procesos en economías caracterizadas por un alto grado de industrialización, redes densas de actores que cooperan y construyen lazos de confianza, instituciones eficientes y estructuras funcionales.

El núcleo de estos sistemas es la innovación, entendida como “nuevas combinaciones”. Solo cuando un emprendedor introduce una invención en el mercado y crea nuevas empresas, o cuando una empresa, con capacidad para realizar investigación y desarrollo, busca nuevas soluciones tecnológicas y las implementa, hablamos de innovación.9 Para Lundvall,10 la innovación es un proceso que abarca desde la introducción de la solución en el mercado hasta la difusión y el uso de nuevas combinaciones, mientras que el manual de Oslo11 establece cuatro tipos de innovaciones: de producto, de proceso, organizativas y de mercadotecnia.

Los elementos claves del enfoque de SI son:

1. El conocimiento está embebido en el territorio;

2. Algunos componentes del conocimiento se han integrado a las mentes y cuerpos de las personas (en forma de rutinas) y a las relaciones entre personas y entre organizaciones;

3. El aprendizaje y la innovación son procesos sociales que resultan de la interacción entre agentes;

4. Los si difieren tanto en términos de especialización productiva y comercial como del conocimiento que les sirve de base;

5. Los si son sistémicos: la interdependencia y las relaciones son cruciales para la innovación, y

6. El aprendizaje y la innovación están interconectados, pero son procesos distintos.12

Freeman,13 Lundvall14 y Edquist15 coinciden en que el proceso de innovación es sistémico: resulta de complejas interacciones. Las principales interacciones son (1) entre empresas, (2) entre empresas y universidades, (3) entre empresas y centros de investigación, (4) las que se deben a políticas para la difusión de conocimientos y tecnologías, y (4) las que se asocian al movimiento de personas.

Una vez que se reconoce que las regiones de un país son heterogéneas, el análisis sociológico y económico de la innovación desde la perspectiva de los SRI resulta más apropiado. Al respecto, Cooke16 señala que los elementos clave de los SRI son:

1. Las regiones, como unidades políticas de nivel medio entre el Gobierno nacional y el local; son diferentes de las unidades político-administrativas, como los estados, que pueden tener homogeneidad histórica y cultural y detentar poderes estatutarios para apoyar el desarrollo económico y la innovación;

2. El arreglo institucional, que comprende las normas, rutinas y convenciones orientadas a la competitividad regional;

3. Las redes informales y las organizaciones formales que propician relaciones de confianza necesarias para la innovación;

4. La proximidad geográfica, para intercambios interactivos;

5. El aprendizaje organizacional e institucional mediante el cual los conocimientos, habilidades y capacidades se incorporan en rutinas colectivas que facilitan la innovación, y

6. La interacción, en el sentido de reuniones regulares o comunicaciones formales e informales enfocadas en la innovación, de tal manera que empresas y universidades, centros de investigación y organizaciones de la red puedan asociarse para aprender, criticar e ir en pos de proyectos específicos o prácticas colectivas.17

A continuación, unas breves reflexiones sobre algunos de estos elementos, destacando los vínculos entre universidad y empresa.

Para Cooke y Morgan,18 la región es un territorio menor que el estado al que pertenece, y tiene poder y cohesión supralocales significativos. Este poder y esta cohesión pueden ser de carácter administrativo, cultural, político y económico. Un región, entonces, es distinta de su estado y de otras regiones. Las fronteras de las regiones no permanecen fijas a lo largo del tiempo y los procesos regionalistas no necesariamente obedecen a rasgos diferenciadores como la historia, la cultura y la lengua. Son impuestos, más bien, por una entidad administrativo-política.19

En México, el uso del enfoque de los SRI es problemático, como lo observan Contreras y Carrillo,20 ya que la información relevante está organizada por entidades federativas, es decir, la definición de las regiones es administrativo-política, en lugar de resultar de la demarcación de localidades y zonas vinculadas económica, social, funcional y culturalmente.

Más aún, los gobiernos federal y estatales han llevado a cabo procesos de “regionalización” en la forma de 32 agendas estatales de innovación y tres agendas regionales de innovación elaboradas por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,21 es decir, han aplicado una visión de arriba hacia abajo. Estas agendas tenían como objetivo apoyar a los estados y regiones en la definición de estrategias de especialización que permitieran impulsar el progreso científico, tecnológico y de innovación con base en sus vocaciones económicas y capacidades locales. Si bien se identificaron actores claves —como empresas, universidades y gobiernos locales— para definir los nichos de especialización y las líneas de acción, este procedimiento contradice la experiencia de países desarrollados, donde se ha buscado mejorar las interacciones que ya existen de manera “natural” entre los actores para, de esta manera, impulsar los procesos de innovación radical y ayudar a que la región y el país mantengan su liderazgo. Además, en México se realizaron esfuerzos de arriba hacia abajo con el fin de generar interacciones y vínculos entre actores que no necesariamente cuentan con las capacidades, incentivos o intereses para cooperar. Los resultados de estos esfuerzos, inciertos, podrían ser incluso contraproducentes, dada la asignación de recursos técnicos y financieros a actores y sectores cuyas innovaciones tienen un impacto social y tasas de retorno bajos. Al pretender emular las experiencias de regiones avanzadas, los instrumentos de política de ciencia, tecnología e innovación (CTI) que se han empleado terminan siendo incompatibles con el territorio, la historia y la cultura de las regiones, lo que se traduce en un proceso de enajenación. Muy al contrario de lo que se busca, tiene lugar una especie de desmantelamiento de regiones, por más incipientes que estas sean.

En México, las agendas de innovación estatales y regionales adoptaron una definición amplia de innovación, que abarca no solo la destrucción creativa o innovaciones radicales, sino también las innovaciones que pueden ocurrir en sectores de baja y media tecnología, estirando el concepto hasta el punto de poder incluir innovaciones de procesos, organizacionales, de mercado y sociales. El uso de una definición amplia de innovación, en lugar de una acotada, como la que se utiliza en países desarrollados, implica que se pueda identificar procesos de innovación que son principalmente de tipo incremental, no radical. Los procesos de innovación radical son los que resultan de labores de investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) realizados por empresas y universidades que cuentan con capacidades tecnológicas y cuyas interacciones estimulan la disrupción.

Más que planes, las agendas de innovación estatal y regional en México parecen ser descripciones de potenciales innovaciones disruptivas de alto impacto socioeconómico, con base en la idea de que las innovaciones incrementales producirán eventualmente innovaciones radicales, al contrario de lo que indica la experiencia en regiones de países desarrollados.

El concepto de sistema ha sido particularmente problemático en el análisis de los SRI de México. De acuerdo con la teoría moderna de sistemas, Bathelt22 señala que los sistemas deben ser definidos primeramente en función del potencial que tienen de reproducir su estructura básica y de la capacidad para mantener activamente una distinción entre el interior y el exterior. Al respecto, se ha señalado también que los sistemas nacionales de innovación se caracterizan por la capacidad de reproducir su estructura básica y diferenciar entre su estructura interna y el medioambiente. En los SRI, sin embargo, no es sencillo definir sistema de una forma similar, dado que las configuraciones regionales de producción e innovación rara vez mantienen su independencia estructural, especialmente cuando la identificación de las instituciones clave ocurre a nivel suprarregional o desde políticas centralistas o nacionales.

Esto no niega que en México existan SRI amalgamados de abajo hacia arriba. Por el contrario, se reconoce la existencia de dinámicas que permiten la emergencia, el fortalecimiento y la maduración de algunos SRI (centro-occidente, el Bajío y regiones del norte del país), impulsadas sobre todo por los vínculos entre universidades y empresas. Además, la formulación de las políticas industrial, comercial y de cti atraviesan por cambios significativos en este sexenio.

A pesar de la desarticulación entre la mayoría de los actores, cuyas interacciones y vínculos son débiles, la colaboración entre empresas y universidades dentro de los SRI produce externalidades económicas positivas, como la creación de pymes intensivas en conocimiento, con dinámicas de innovación incremental que resultan de desprendimientos de grandes empresas, principalmente por procesos de transferencia tecnológica. Recientemente, las interacciones universidad-empresa han producido iniciativas interesantes: observatorios tecnológicos y de innovación empresarial, centros de competitividad empresarial, living labs o laboratorios de diseño e innovación empresarial, mapas curriculares que incorporan la formación dual universidad-empresa, licenciaturas en negocios e ingenierías en sectores de media y alta tecnología principalmente, y transferencias tecnológicas desde empresas multinacionales que vinculan los SRI con redes globales de conocimientos y crean condiciones para la formación de spin-offs empresariales y startups tecnológicas.

 

1 Philip Cooke y Kevin Morgan, “The Regional Innovation System in Baden-Württemberg”, International Journal of Technology Management, Geneve, vol. 9, núm. 3-4, 1994, pp. 394-429; Anna Lee Saxenian, “Inside-Out: Regional Networks and Industrial Adaptation in Silicon Valley and Route 128”, Cityscape: A Journal of Policy Development and Research, vol. 2, núm. 2, mayo de 1996, pp. 41-61; Martin Kenney y Urs von Burg, “Technology, Entrepreneurship and Path Dependence: Industrial Clustering in Silicon Valley and Route 128”, Industrial and Corporate Change, vol. 8, núm. 1, 1998, pp. 67-103; Steven Klepper y Sally Sleeper, “Entry by Spinoffs”, Management Science, vol. 51, núm. 8, 2005, pp. 1291-1306, y Michael Dahl, Christian R. Østergaard y Bent Dalum, “Emergence of Regional Clusters: The Role of Spinoffs in the Early Growth Process”, en Ron Boschma y Ron Martin (editores), The Handbook of Evolutionary Economic Geography, Cheltenham, Edward Elgar Publishing, 2010, pp. 205-221.

2 Charles Edquist, “Design of Innovation Policy through Diagnostic Analysis: Identification of Systemic Problems (or Failures)”, Industrial and Corporate Change, Oxford University Press, vol. 20, núm. 5, 2001, pp. 1725-53; Gabriela Dutrénit, et al., El sistema nacional de innovación mexicano: Instituciones, políticas, desempeño y desafíos, UAM/Textual, México, 2010; Óscar Contreras, Jorge Carrillo y Jaime Olea, “Desprendimientos de las multinacionales: ¿Una vía para el aprendizaje y la innovación en empresas locales?”, en Jorge Carrillo, Alfredo Hualde y Daniel Villavicencio (Coord.), Dinámicas de la innovación en México: Dinámicas sectoriales, territoriales e institucionales, El Colef/Conacyt, México, 2012, pp. 303-336, y Óscar Contreras y Jorge Carrillo, “Los enfoques analíticos y las políticas de innovación en el norte de México”, en Jorge Carrillo y Óscar Contreras (Coord.), Experiencias estatales y transfronterizas de innovación en México, El Colef/Comecso, México, 2015, pp. 25-50.

3 Alfredo Hualde Alfaro (Coord.), Pymes y sistemas regionales de innovación: La industria del software en Baja California y Jalisco, Universidad Autónoma Metropolitana/Textual, México, 2010.

4 Juan José Llisterri, Carlo Pietrobelli y Mikael Larsson (Eds.), Los sistemas regionales de innovación en América Latina, BID, Washington, D. C., 2011.

5 Agendas estatales y regionales de innovación, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México, 2015.

6 Óscar Contreras y Jorge Carrillo, “Los enfoques analíticos…, op. Cit.

7 Christopher Freeman, Technology Policy and Economic Performance: Lessons from Japan, Pinter Publishers, Londres, 1987.

8 Bengt-Åke Lundvall, Innovation, Growth and Social Cohesion: The Danish Model, Cheltenham, Edward Elgar Publishing, 2002.

9 Joseph A. Schumpeter, The Theory of Economic Development: An Inquiry into Profits, Capital, Credit, Interest, and the Business Cycle, Harvard University Press, Cambridge, 1934, y Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, Harper & Brothers, Nueva York/Londres, 1942.

10 Bengt-Åke Lundvall, “National Innovation Systems–Analytical Concept and Development Tool”, Industry and Innovation, vol. 14, núm. 1, 2007, pp. 95-119.

11 Oslo Manual: Guidelines for Collecting and Interpreting Innovation Data, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 3a. ed., Comunidades Europeas/OCDE, París, 2005.

12 Bengt-Åke Lundvall, “National Innovation…, op. cit.

13 Christopher Freeman, Technology Policy…, op. cit.

14 Bengt-Åke Lundvall, “National Innovation…, op. cit.

15 Charles Edquist, 2006.

16 Philip Cooke, “Regional Innovation Systems: Competitive Regulation in the New Europe”, Geoforum, vol. 23, núm. 3, 1992, pp. 365-382.

17 Philip Cooke, Mikel Gomez Uranga y Goio Etxebarria, “Regional Innovation Systems: Institutional and Organisational Dimensions”, Research Policy, vol. 26, núm. 4-5, 1997, pp. 475-491; Cooke y Morgan, 1998.

18 Philip Cooke y Kevin Morgan, op. cit.

19 Philip Cooke, “Regional Innovation Systems, Clusters, and the Knowledge Economy”, Industrial and Corporate Change, vol. 10, núm. 4, pp. 945-974, 2001.

20 Óscar Contreras y Jorge Carrillo, “Los enfoques analíticos..., op. cit.

21 Agendas estatales y regionales de innovación…, op. Cit.

22 Harald Bathelt, “Geographies of Production: Growth Regimes in Spatial Perspective. 1. Innovation, Institutions and Social Systems”, Progress in Human Geography, vol. 27, núm. 6, Nueva York, 2003, pp. 763-778.