¿Cuál es su valoración de la creciente rivalidad que exhibe la relación entre China y Estados Unidos?
Vivimos tiempos extraordinarios y complejos. Los cambios se aprecian en todos los ámbitos de la vida y, de manera particular, en la dinámica de las relaciones internacionales. Lo que sustenta la rivalidad y la correlación de fuerzas e intereses entre China y Estados Unidos es la geopolítica. No es que yo sea pro-China, pero la realidad es que Estados Unidos se aferra al liderazgo mundial, sin tener hasta ahora una estrategia sólida para conservarlo.
China tiene una estrategia consistente, de acercamiento y mejor trato en la esfera política, económica, cultural y, desde luego, en la regional. Inclusive, hoy en día, también lo hace en lo militar y ya tiene su primera base en África para proteger sus inversiones. En Estados Unidos, en cambio, la política de acercamiento que instrumentó el presidente Obama, por ejemplo, tuvo un viraje muy significativo en la Administración encabezada por Donald Trump.
¿Hacia dónde se dirigen las relaciones entre China y Estados Unidos, y cómo impactará su evolución en el comercio internacional?
Hagamos memoria. Las relaciones diplomáticas en Estados Unidos y China se reanudaron en 1973, poco antes de la apertura china. Desde entonces, ningún presidente estadounidense, ni republicano ni demócrata, se ha ocupado de darle seguimiento a la iniciativa de Nixon y construir una agenda estratégica de largo plazo. Con Trump, de hecho, han proliferado las amenazas y una política comercial hostil que busca a toda costa contener la expansión de China en el mercado estadounidense y en los de otros países y regiones. Trump, además, arremete en contra las instituciones multilaterales y de los acuerdos alcanzados por estas, como en el caso del de París contra el cambio climático.
El caso chino es distinto. Han sacado de la pobreza a más de 500 millones de ciudadanos y en los últimos 30 años ha registrado un crecimiento anual promedio de 9%. Esto lo han logrado gracias a su sistema político, un socialismo con características chinas, que muchas veces no alcanzamos a entender y que quedó plasmado en su Constitución en 1999. El propio gobierno estadounidense aún no termina de asimilarlo.
A Estados Unidos le preocupa el objetivo chino de ser líderes mundiales en tecnología para 2025 y la expansión de las empresas chinas, tanto en el mercado estadounidense como en los de otros países y regiones. En el caso de la soya, por ejemplo, los chinos ya la producen en Brasil y Argentina, donde es más barato cosecharla que en la propia China. El comercio de carne de puerco es otro ejemplo: mediante una inversión de ocho mil millones de dólares los chinos adquirieron la empresa estadounidense Smithfield y mejoraron el suministro de este producto
China realmente ha hecho bien su trabajo y ha marcado la agenda. En Latinoamérica, por ejemplo, creó la Cumbre China-América Latina hace doce años. Estableció el Plan 1+3+6: un plan, tres ejes, seis vertientes. Participa activamente en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe y es miembro del Banco Interamericano de Desarrollo. Su más grande esfuerzo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta, en la que participan más de setenta países, le ha permitido ampliar su margen de acción global.
¿Qué oportunidades y qué desafíos se perfilan para la economía mexicana en esta coyuntura internacional tan peculiar?
Desde luego, la relación entre México y China ha avanzado, pero no lo suficiente. México es el cuarto país entre los que más riqueza le generan a China, después de Estados Unidos, Japón y Rusia, pero nuestra relación comercial es deficitaria en una proporción de diez a uno, sin considerar a Hong Kong, Macao o Taiwán. Las empresas estatales chinas llevan ya varios años en América Latina y participan en importantes proyectos de infraestructura. En México, sin embargo, no han tenido éxito, como lo ejemplifican la cancelación de los proyectos del tren México-Querétaro y del Dragon Mart en Quintana Roo. En otros casos han logrado presencia, como en el Tren Maya o la venta de unidades para el Metrobús de Ciudad de México.
¿Cómo describiría el estado actual de la relación bilateral México-China?
En términos generales, es buena. Podría decirse que somos amigos, aliados e incluso socios, pero sin una estrategia de largo plazo. La decisión de mantener al presidente Xi Jinping indefinidamente en el cargo abre una oportunidad para avanzar en este propósito.
¿Cuáles considera que son los sectores productivos del país con más potencial para participar en la reconfiguración de las cadenas globales de producción?
El alimentario, el minero y el manufacturero, en primer lugar; pero también, el aeroespacial, el biomédico, el de artículos deportivos y el de los servicios. Nosotros hemos presentado al secretario de Relaciones Exteriores de México varias propuestas como parte de una estrategia integral de relaciones políticas, comerciales, turísticas y educativas. Le hemos ofrecido que la Cámara de Comercio México-China, con ocho oficinas en ese país, promueva los proyectos de hasta mil pymes mexicanas. La idea, en lugar de canibalizarnos con empresas brasileñas o chilenas —que cuentan con tratados de libre comercio—, sería enfocarnos en ciudades chinas de segundo nivel o de tercero.
EFRÉN CALVO
¿Qué deberíamos hacer para incrementar los flujos de inversión directa entre China y México?
Lo más importante es establecer políticas de reciprocidad. México es un país muy abierto, pero China solamente lo es cuando las condiciones de inversión la favorecen con contratación de personal local y transferencias de tecnología. En cambio, cuando los chinos llegan aquí, no buscan socios mexicanos. Deberíamos buscar que sus inversiones traigan tecnología de vanguardia, no tecnologías atrasadas, que es lo que está pasando.
¿Qué medidas deberían tomarse para promover una mayor integración de las empresas foráneas con el aparato productivo nacional?
Desgraciadamente, México se ha convertido en maquilador, aunque estamos en capacidad de integrar mayor valor agregado nacional. El interés de muchas empresas estadounidenses y europeas para trasladar a territorio mexicano parte de la producción que realizan en China constituye una buena oportunidad para avanzar en este propósito. La pandemia ha reforzado este interés y México debería hacer más para aprovecharlo.
¿Cómo vislumbra la relación Estados Unidos-China y la de Estados Unidos-México ante un eventual relevo en la presidencia de Estados Unidos? ¿Cómo podría afectar eso a la relación México-China?
Gane quien gane, la rivalidad geopolítica seguirá marcando la relación entre las dos potencias, aunque las formas seguramente serán diferentes. Algo similar ocurre en el caso de nuestra relación con Estados Unidos: sea quien sea, debemos fomentar la cooperación, como lo hemos hecho en el pasado con presidentes demócratas y republicanos. El T-MEC prohíbe la firma por separado de acuerdos comerciales con países de corte socialista, como China, pero eso no cancela la oportunidad de estrechar nuestros lazos comerciales y de cooperación con ese país. No creo, por lo demás, que el resultado de la contienda presidencial en Estados Unidos cambie, sustancialmente, nuestra relación con China.
En medio de la crisis sanitaria, muchos países enfrentaron serias dificultades para abastecerse de materiales médicos esenciales. Actualmente, el 95% de los precursores para producir medicamentos en el mundo proviene de China, ¿cree que México debería plantearse la conveniencia de asegurar la producción local en el caso de industrias estratégicas como la farmacéutica y la alimentaria, incluso con inversión China?
Debemos aprender de esta pandemia. Los chinos aprendieron a cuidarse después del SARS en 2003; luego vinieron la A-H1N1 y otras epidemias regionales. Es fundamental que nosotros también adoptemos políticas sanitarias recíprocas y precautorias. Debemos, además, producir internamente una canasta estratégica de medicamentos. Con el bloqueo, por ejemplo, Cuba se asoció con empresas europeas para producir en China; no para importar. México podría producir, no solamente en China, sino también en India. En lo alimentario, China aprendió de sus hambrunas de la época de Mao, y ahora busca producir más alimentos en su territorio.
Un artículo reciente en la revista The Economist señala que, en la transición a un sistema global de energía basado en fuentes renovables, China posee una ventaja de arranque enorme, al producir 72% de los paneles solares, 69% de las baterías iónicas de litio y 45% de las turbinas eólicas. Al parecer, México no está apostando lo suficiente por este tipo de energías, ¿cuál es su opinión al respecto?
China ha hecho bien su trabajo en este sector. Uno de los primeros productos chinos que bloqueó Estados Unidos fueron los paneles solares. A pesar de la cuota compensatoria impuesta, mantienen una importante cuota de mercado gracias a sus competitivos costos de producción. En el caso de las baterías iónicas, ellos producen 80% de las tierras raras que se utilizan en computadoras, teléfonos celulares, armamento y aviones. Estados Unidos las producía en California, pero lo abandonó por razones ambientales. Actualmente, la participación china en la producción mundial de este insumo estratégico es muy elevada.
En México, concretamente en Sonora, se han descubierto los yacimientos de litio más grandes del mundo. Deberíamos aprovechar esta oportunidad no solo para extraer el metal, sino para incorporarle internamente mayor valor agregado, produciendo baterías para autos eléctricos y otros bienes similares.
Más allá de lo estrictamente comercial, ¿qué oportunidades ve en otros ámbitos para la cooperación entre ambas naciones, como la ciencia, la cultura o el deporte? ¿Cómo puede reforzar estos procesos la cooperación económica?
Desde luego que hay avances en esos ámbitos de nuestra relación bilateral, pero deberíamos acelerar el paso. La apertura de una agregaduría de ciencia en nuestra embajada en China, por ejemplo, ayudaría a identificar oportunidades y aprovechar todo el potencial de este sector estratégico. En cuanto a la cultura, las raíces milenarias de nuestras civilizaciones nos ofrecen un acervo infinito de posibilidades para promover a México en China y lograr un mejor entendimiento. En lo deportivo existe un proyecto para establecer bases deportivas mexicanas en China, como lo han hecho brasileños y europeos. Otro aspecto muy importante es el educativo. Hace escasos 13 años, solo un puñado de universidades chinas, alrededor de 25, contaban programa para la enseñanza del español; hoy es una asignatura obligatoria en más de 260 instituciones de educación superior. México podría aprovechar estos centros de enseñanza para promover su cultura.