Wionczek: aportes de un estudioso sin fronteras
A finales del presente año, Comercio Exterior cumplirá 70 años de publicación ininterrumpida. Efeméride inmejorable para reconocer el aporte y compromiso de quienes contribuyeron a hacer de la revista institucional del Bancomext un referente de la evolución de la economía mexicana y de sus esfuerzos por insertarse en las corrientes mundiales de comercio e inversión. A este propósito dedicaremos esta sección a lo largo de 2020.
Por: Rafael González Rubí

 

En 2020, las contribuciones de Comercio Exterior al cultivo y la difusión del conocimiento económico cumplen 70 años. Un tiempo semejante alcanzó la fructífera existencia de Miguel S. Wionczek (1918-1988) y casi la mitad de ella estuvo ligada a la revista del Bancomext. Sus páginas se enriquecieron con su lucidez analítica y su fecunda guía intelectual, dos aportes invaluables al prestigio histórico de ese activo editorial de México y América Latina.

De temprana vocación por el estudio, la investigación y el periodismo especializado, Wionczek dejó su natal Varsovia al concluir la Segunda Guerra Mundial y se incorporó a la oficina en Nueva York de la Agencia Polaca de Noticias. Desde ahí siguió de cerca las negociaciones y los arreglos internacionales que delinearon, bajo la hegemonía de Estados Unidos, el andamiaje institucional del nuevo orden mundial de la posguerra. El joven corresponsal observó con particular interés la inclusión del problema del desarrollo en la agenda planetaria (envuelta ya por los vientos de la Guerra Fría) y, por suerte, la flamante Organización de las Naciones Unidas resolvió formar comisiones económicas regionales para el examen puntual del tema en distintas partes del orbe.

Las comisiones correspondientes a Europa y Asia-Pacífico se establecieron en 1947, unos meses después del arribo de Wionczek a la urbe neoyorquina. En 1948 se fundó la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), en la que economistas latinoamericanos de la talla de Raúl Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel, Juan Noyola y Víctor Urquidi, entre otros, se dedicaron a construir una perspectiva regional propia en la concepción y la búsqueda del desarrollo. Durante ese último año, además, 53 países suscribieron la Carta de La Habana, que proponía de nuevas reglas en el intercambio mundial, y otra para crear la Organización Internacional de Comercio en calidad de árbitro, aunque ambas quedaron en papel por la falta de apoyo estadounidense.

El seguimiento riguroso de la reconfiguración bipolar del mundo, los trabajos iniciales de la CEPAL y las ideas de los pioneros de la economía del desarrollo, como Paul Rosenstein-Rodan, Ragnar Nurkse, Arthur Lewis, Gunnar Myrdal y Albert Hirschman, robustecieron a principios de los años cincuenta la inclinación de Wionczek hacia el estudio de las cuestiones del desarrollo y que habría de perdurar el resto de su vida. Alejado de la visión neoclásica que explica los hechos económicos a partir de la racionalidad de los individuos, el funcionamiento espontáneo del mercado, la abstracción sociohistórica y la modelación matemática con pretensiones de exactitud científica, Wionczek cultivó una perspectiva económica enriquecida por otras disciplinas sociales, el conocimiento histórico, la mirada estructuralista cepalina (consideración del peso de las estructuras productivas heredadas en el curso específico de las economías latinoamericanas) y la atención de los cambios tecnológicos e institucionales.

A disgusto con la trayectoria de Polonia bajo la órbita soviética, Wionczcek dejó en 1953 su cargo informativo en Nueva York y emigró a México, donde pronto halló un foro singular para sus análisis y reflexiones. A mediados de 1954, en efecto, apareció el primero de los cerca de 80 textos que publicó en Comercio Exterior a lo largo de casi siete lustros de colaboración fecunda, iniciada al respaldo de Ricardo José Zevada, director general del Bancomext desde finales de 1952 hasta principios de 1965, y de Manuel Vázquez Díaz, creador y responsable de la revista desde enero de 1951 hasta diciembre de 1964.

Funcionario progresista de sólida formación profesional, Zevada sostuvo que la actividad de fomento del Bancomext no debía limitarse a la operación crediticia y la búsqueda de mercados, sino que debía incluir el estudio permanente de las vicisitudes del comercio exterior, la economía mexicana y el entorno internacional. Esta concepción integral del deber e interés institucionales se esbozó desde el nacimiento mismo del Bancomext en 1937, cuando Roberto López y Sánchez de Tagle, director general fundador, identificó el escaso o nulo conocimiento del sector objetivo como un obstáculo mayor para el despegue de la institución.

En 1949, último año de su gestión, López y Sánchez de Tagle recibió de manos de Vázquez Díaz el proyecto para la publicación mensual de Comercio Exterior como órgano oficial del Bancomext. Con el compromiso de “servir a los vastos sectores de la economía que tienen relación —como importadores o exportadores— con los problemas del cambio internacional de mercancías”, en enero de 1951 se publicó el primer número de la revista, conducida por Vázquez Díaz hasta finales de 1964. Durante poco más de una década, por lo tanto, este intelectual de origen peruano alentó la cercanía de Wionczek con la revista, primero como articulista notable, pero luego también como asesor experto acerca de temas, debates, nuevas ideas y tendencias relevantes en el conocimiento económico y las cambiantes realidades internacionales.

Los relevos en la conducción de Comercio Exterior no alteraron la fructífera colaboración de Wionczek, quien mantuvo estrechos nexos con Jorge Eduardo Navarrete, responsable de la revista de 1968 a 1972, y con Sergio Ortiz Hernán, quien llevó el timón de 1973 a 1992, etapa dorada en la historia de la publicación del Bancomext. La presencia imborrable del gran estudioso mexicano de origen polaco en las páginas de la revista muestra, sin duda, una pasión invencible por ir siempre más allá de las fronteras del conocimiento económico, las cavilaciones teóricas, los deberes institucionales, la cooperación internacional y la construcción de un mundo mejor.

Una de las cosas que más debe dar felicidad, sentenció Don Quijote de la Mancha, es “andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa”. Lo mismo vale para una revista como la del Bancomext, que ha logrado, contra viento y marea, hacer del saber económico un bien público, gracias a la generosidad institucional y el compromiso intelectual de personajes inolvidables como Ricardo Zevada, Manuel Vázquez Díaz, Sergio Ortiz Hernán y, por supuesto, Miguel Wionczek.